Televisión y streaming
‘La Peste’ partió en dos la televisión en España y ahora se emite en Colombia: hablamos con su protagonista
SEMANA habló con Pablo Molinero, el rostro de una producción intrigante y dura, tan oscura como los tiempos que retrata y la humanidad que refleja. La serie justifica su promesa con una factura cinematográfica impresionante.
*Por Alejandro Pérez
No se trata de una serie para gente hipersensible. La Peste lleva al espectador a Sevilla en la segunda mitad del siglo XVI, un puerto rico y miserable que lucha por mantenerse vigente ante la fuerza creciente de Cádiz, que le disputa la posición.
En estas calles, el poder de la Iglesia y su ojo censor se sienten, como se vive el sudor en las frentes y el barro en los pies. Y la peste hace estragos. A los muertos los vemos en carretas, en fosas. A los enfermos, librados a su suerte y, a los ricos, ilusos con ínfulas de inmunidad. Pero la serie deja algo en claro: los personajes son los hombres, más interesados y perversos que la enfermedad; la peste es circunstancia.
La serie fluctúa entre esos mundos contrastantes: pasa de los suntuosos palacios de los acaudalados a las miserables viviendas de los desposeídos, y no tiene problema en meter al espectador en pasillos estrechos en burdeles o recintos oscuros de algún edificio eclesiástico que llevan a algún cuarto secreto. La factura impresiona, y no tiene nada que envidiarle Juego de Tronos en que su apuesta visual y sonora (aquí no se necesitan dragones). La piedra es la piedra, y se siente. La vela ilumina lo que ilumina. Para conseguir estos resultados hay que invertir mucho, hay que invertir bien, y luego hay que darle pista a la idea artística.
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La Peste, que estrena episodios los lunes en HBO (y en HBOGo se puede seguir en streaming), es una serie exigente con el espectador, pero si en algo aprecia las búsquedas de detectives en escenarios genuinos, lo recompensa. El Nuevo Mundo parece aguardar del otro lado del océano la miseria que retrata la serie en el Viejo mundo. Esa que se exportaba ya por montones. Y en Colombia, del lado americano del “charco”, resulta interesante ver esa foto de época de la desquiciada Madre Patria.
En medio de la trama y de todos estos marcos, encontramos a Mateo Núñez, el protagonista de esta historia. El atormentado ex militar no puede dormir, quizás a causa del conocimiento que propaga y el peso que este conlleva. Mateo cuestionó, osó usar una imprenta para dar luz y fue perseguido y condenado por la Inquisición. Por eso huyó, pero una promesa lo hace regresar. Y lo seguimos en su regreso a Sevilla, a Mateo, y luego a él y un colega de misión por unas cuantas manos que les reparte el destino.
Pablo Molinero encarna a Mateo Núñez. Desde su casa en Girona, el actor catalán habló con SEMANA sobre su carrera, el momento actual de la televisión española, y este imperdible thriller de época que suma a una tradición de investigadores que lidian con el peso de sus talentos.
¿Conoce algo de Colombia?
Conozco otros países de Latinoamérica, Colombia no, pero he escuchado del Festival de Teatro de Manizales. Yo vengo del mundo del teatro, y amigos que han estado me han hablado bien del festival, me dicen que es importante y muy vivo. Me da curiosidad conocerlo.
En tiempos de posverdad y fake news, ¿la ficción histórica asume otra responsabilidad?
Me parece interesante la ficción, crear algo nuevo. La Peste me parece interesante en que parte de un marco real para crear algo diferente. Tiene que haber cancha para los creadores.
Con las fake news no veo tan clara la conexión. No estoy de acuerdo con las fake news, claro, con toda esta mentira pero me parece interesante de una ficción que no intenta ser verdad. Realmente hay una volada mental, una licencia poética. Eso está bien. Si se trata de querer ser riguroso con la historia, ya está la historia. No vamos a mejorarla. Y quien quiera conocerla leerá ambas versiones históricas, la de los perdedores y la de los ganadores, y hará su versión. Pero querer contarla me parece pobre. Es más interesante crear algo más.
En España, La Peste se emitió por primera vez en 2017. En Colombia llega en un marco de pandemia. ¿Cambió su perspectiva de este trabajo esta coyuntura actual?
Son temas que creíamos olvidados y superados, las pandemias. Y no es sabio decir “de esta agua no beberé”, y ahora como humanidad enfrentamos un problema global.
Muchas veces nos creemos demasiado superiores, los humanos. Esa vanidad, esa arrogancia, esa soberbia individual y colectiva es lo que a veces nos pierde. Y todo lo que nos dé una lección de humildad, me parece necesario
Muchas veces nos creemos demasiado superiores, los humanos. Esa vanidad, esa arrogancia, esa soberbia individual y colectiva es lo que a veces nos pierde. Y todo lo que nos dé una lección de humildad, me parece necesario. Lo que nos sobra a los humanos es esa vanidad, ¿no? Y le sobra al personaje de Mateo, pero le sobra a nuestros políticos hoy en día, le sobra a cualquier ser humano de este siglo. Creemos que lo tenemos todo superado y llega una bacteria y nos pone todo al revés.
Sobre la serie. Sí, vivimos una pandemia hoy, y puede haber paralelos, pero se nos olvida que somos nuestro peor enemigo. Yo el mío, tú el tuyo, el hombre es el enemigo de él mismo. Hay una pandemia, sí, hay malos momentos, pero lo peor somos nosotros: la manera en que aprovechamos de esa pandemia para enriquecernos. La enfermedad es el hombre. Ese, diría, es el gran quite de esta serie.
La serie no se anda con rodeos: es un tiempo brutal, el sudor es el sudor, los muertos son los muertos, el barro es el barro: ¿cómo fue protagonizar una producción tan vasta y tan oscura?
Cuando lo vives en primera persona no eres consciente, o no quieres ser tan consciente, de hacer parte de un proyecto así de ambicioso. Luego, realmente, te das cuenta. He estado en otros proyectos y La Peste fue uno que necesitaba, por un lado, de un esfuerzo de producción enorme para lograrse. No hay dinero mal gastado. Es un gran proyecto en el sentido en el que ves cómo vuelan cosas que tiene que volar. El esfuerzo se ve reflejado en la pantalla y era necesario para sumergirte en esa época y ver ese barro y sentirlo.
Muchas veces, el problema de las producciones de época, no se allá, pero acá, es tener que hacerlas en sets de “cartón piedra”, que no son reales y no se ven reales. Hay algo relacionado con los sentidos, con sumergirte visualmente, incluso que parece que hueles esto y aquello, que sientes las moscas. Y realmente necesitas un dinero en Arte que luego se ve en la pantalla. Pero es curioso. Fíjate, la apuesta de la luz, me parece muy interesante, es una serie muy oscura. Es muy real, en la época la luz es la que había, de velas y fuegos. Aquí cuando se hace algo de época, una vela te enciende todo, y se siente falso.
Lo digo porque es una apuesta sobre el mundo de los velos, sobre lo que se ve y no se ve, y una manera de tratar de seguir a Caravaggio y a todas esas pinturas antiguas que juegan tanto con la luz. Cuando te gastas un dinero, quieres que se vea todo, pero hay sacrificios. La gente de Arte quiere que se vea su trabajo, pero en una obra oscura como esta, la apuesta es auténtica con la realidad.
Es cautivante ver la perspectiva del Viejo Continente que también exporta su miseria...
No deja de ser una metáfora al sueño americano, a Europa, a muchas cosas que nos venden desde otros ornamentos y no acaban de ser más que una realidad dura, como lo vemos en la serie: toda esta gente estancada en Sevilla, atraída por un nuevo mundo que se supone que puede cambiar sus vidas. Un lugar con guetos de pobreza, igual que los hay ahora. Hoy, cualquier africano o americano que viaja Europa con la idea de cambiar su vida porque en su país no tiene las condiciones que se merece, cree que en Europa las podrá tener. Pero está pasando lo mismo en campamentos de refugiados. Hay algo de engañarnos a nosotros mismos y, también, una revisión por parte nuestra. No llegamos a hacer la autocrítica desde América, pero mostramos qué desde aquí no todo fue tan idílico como se dijo. Creo que es un comienzo de autocrítica, un buen punto de partida.
La enfermedad es el hombre. Ese, diría, es el gran quite de esta serie
Sobre Mateo, tiene un poco de Jean Valjean, de Sherlock, pero en su propia ley se vale y lidera la narrativa. Cuéntenos cómo se desarrolló el rol.
Fíjate que yo a Alberto Rodríguez (director de la serie), con el cuál he aprendido muchísimo en este proceso, le preguntaba por referentes, si Marlowe, o tal, y él no me dio algo sólido de dónde agarrarme. Pienso que es una técnica, “prefiero que este chico esté en la nada buscando a que intente copiar algo”. Hay muchos referentes, como dices. Él y Valerio son una pareja de investigadores, una como tantas otras. Pero…
Yo fui muy buen alumno, seguí a Alberto en lo que me iba diciendo. A Mateo le mueve un gran mal de alma, es un hombre en depresión. Un poco, un adelantado a su tiempo. En un mundo, aún demasiado oscuro, es un hombre con más luces, con más razón.
Esta depresión, de alguna manera, es su chispa interna. Hay algo que no lo deja vivir en paz. Eso lo mueve eternamente, aparte de ser dotado mentalmente para poner en duda las cosas, para ser lúcido a la hora de elucubrar. Y pone en duda todo lo que le dicen, y deberíamos todos hacerlo más.
Esa depresión parece la maldición de cargar el peso de saber, de cuestionar...
Una manera bonita de describirlo, la carga del conocimiento. Es lo que decimos. Quizás si fuéramos más ignorantes seríamos más felices. Es lo que le pasa a Mateo, ese desasosiego que tiene que ver con su naturaleza.
Aparte, en Europa se construyó lo que se construyó porque tuvimos niños trabajando, huérfanos, al servicio de la Iglesia, en muchas tareas como alimentar a los leprosos, o trabajos en construcción. El niño no estaba cuidado como lo está hoy. Que la relación de Mateo no sea con un semejante o con una mujer, y sí con un niño de la calle, Valerio, la hace particular, diferente.
Esta depresión, de alguna manera, es la chispa interna de Mateo. Hay algo que no lo deja vivir en paz. Eso lo mueve eternamente, aparte de ser dotado mentalmente para poner en duda las cosas, para ser lúcido a la hora de elucubrar
El personaje de Teresa da para grandes contrapuntos. Ella se planta firme con posturas feministas y hasta pone a un bienintencionado Mateo en su lugar, y ese hecho no se siente forzado, ella tiene el poder para hacerlo...
Fíjate, una cosa que nos decía Alberto mucho era que no juzgáramos a nuestros personajes. Hay momentos en los que Mateo puede actuar de manera machista, o con el niño de manera inaceptable, y Alberto nos decía “Bueno, es es verlo con ojos actuales”, y nos pedía ser capaces de sumergirnos en aquella época y no juzgarlos con una pátina pseudo-algo, para lavarnos un poco la cara. Él no le dice a Teresa “no te muevas de tus tareas” por machista, que lo es, pero no existía esa conciencia y no puedes actuar como tal porque no le hace bien a la historia.
¿Cómo se siente este momento en su vida como actor? Cuéntenos de esas etapas que ha vivido.
Toda mi vida he pertenecido en teatro, tuve incursiones en el audiovisual de joven pero lo dejé para otra vida, porque esta ya no me da. He tenido una compañía de teatro físico que se llaman loscorderos, pero no acabamos de sobrevivir, y aquí además pillamos la crisis y tal... Justo cuando nos tocó, después de 15 años de compañía, hacer otras cosas, yo me presenté al casting de La Peste, y me salió.
Y no sabía si hacerlo, yo iba a ser padre. Y dije “No, quiero enfocarme en ser padre” y el mundo me decía “Estás loco, es un proyecto muy interesante”. Y hasta que mi mujer no dijo “Venga, vámonos a Sevilla y allá doy a luz”, no acepté. Y nos fuimos, y allá nació mi hija. Yo vivo en Girona, en Cataluña.
Para mí, ha sido un antes y un después de La Peste. Esta serie me ha permitido acceder a pruebas y a películas que antes no había manera. Desde este punto he seguido. Me siento como un niño con zapatos nuevos, haciendo trabajos en el mundo del audiovisual. Y lo vivo como otra época y me parece bien. Es otro capítulo de la vida.
Mateo era un personaje que no podía dormir. Yo tuve una niña a mitad del rodaje, ¡yo tampoco podía dormir!
Pariste a Mateo y tuviste niña al tiempo...
¡Claro! Mateo era un personaje que no podía dormir. Yo tuve una niña a mitad del rodaje, ¡yo tampoco podía dormir! Teníamos rodajes eternos, por las noches, en unos sets muchas veces pequeños, oscuros, llenos de humo, que estás que te mareas... Y un día Alberto me cogió y me dijo, “Oye, ven aquí. Tienes que dormir, tienes que venir descansado”, y yo “Pero cómo si tengo”, y respondía, “Me da igual”. Me tocó empezar a dormir en otro cuarto.
Las series españolas se han puesto en el mapa mundial de unos años para acá, con La Casa de Papel, Patria, y otra llamada Antidisturbios que parece ser de primera calidad. ¿Se siente esa ola?
Hay un antes y un después. Hay que agradecerle a Movistar+ (produjo La Peste, que en Colombia transmite HBO y HBOGo) hacer esta apuesta por lo que aquí se hace, por el talento de este país. Fíjate que La Peste es la primera serie que marca el punto de partida a otro tipo de serie.
En España solían tener mala fama las series. Eran hechas para televisión generalista, una para toda la familia, desde abuelos a niños, series con un trazo muy gordo.
Entonces, estas series estilo HBO, concretas, con target y calidad, son distintas. La Peste marcó ese antes y después aquí. No le favoreció que justo llegó en el momento en el que la gente comenzó a ver series en el transporte público, en sus celulares, y es una serie que se hizo con una calidad de cine. Se estrenó en el Festival de San Sebastián, la primera serie que se presentó allá, como una confirmación de que “esto es cine”. Se hizo con calidad de cine, y en móvil no le vino a favor. La oscuridad de la serie se puede disfrutar desde casa, donde puedes quedarte con detalles.
El momento no le favoreció, pero fue el punto de partida para hacer otro tipo de series. Como dices, Antidisturbios está muy bien, es como otra factura, un nivel de series que no se hacía aquí.
HBO emite nuevos capítulos de la primera temporada de La Peste los lunes, y estrenará de corrido la segunda temporada, que se desarrolla cinco años después.