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“La sacerdotisa de Chornancap”: una mujer con poder en el antiguo Perú se toma el Museo del Oro
La tumba de esta mujer, que llegó a lo más alto de la jerarquía en la cultura lambayeque, es uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de los últimos tiempos. Esta semana se inauguró una exposición dedicada a su poderosa historia y al trabajo de orfebrería de su pueblo.
*Por Cristina Esguerra Miranda
Arcadia habló con María Alicia Uribe Villegas, directora del Museo del Oro, sobre la exposición “La sacerdotisa de Chornancap”.
Cuéntenos sobre la curaduría de esta exposición. ¿Qué quisieron destacar sobre la vida y la figura de la sacerdotisa de Chornancap, y qué sobre la cultura lambayeque?
El guion y la curaduría de esta exposición son de la autoría del arqueólogo peruano Carlos Wester La Torre, director del Museo Arqueológico Nacional Brüning, de donde proviene la muestra, y también director del proyecto arqueológico Chotuna-Chornancap desde 2006, que durante el desarrollo de las investigaciones encontró y excavó la tumba de la sacerdotisa en 2011.
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La narrativa cuenta sobre el descubrimiento de la tumba en un área al sur de la pirámide Chornancap conocida como “la residencia de élite”, compuesta por altares unidos por pasadizos sinuosos, plazas, espacios de habitación y entierros. Se narra con detalle el proceso de excavación de los diferentes componentes del elaborado ritual funerario, y cómo, gracias a los atributos iconográficos de una máscara antropomorfa de plata, se reconoció a un personaje femenino de alto rango a quien los arqueólogos pusieron por nombre “la sacerdotisa de Chornancap”.
Esta historia se entreteje con temas clave de la cultura lambayeque y del mundo prehispánico de la costa norte del Perú, que los colombianos conocemos poco, como la arquitectura de adobe, la metalurgia, las mujeres en posiciones con poder político y religioso, el uso del cinabrio -un óxido de plomo de color rojo sangre- y la concha sagrada del Spondylus, los sacrificios humanos y de animales.
¿Qué objetos de la tumba de la sacerdotisa hacen parte de la exposición?
La mayoría de los objetos que componen la exposición se encontraron en la tumba de la sacerdotisa, y, de estos, muchos la adornaban o fueron depositados a su alrededor. Todos cuentan sobre su estatus social y las funciones que desempeñaba, y dan luces sobre el aura sagrada y mítica que la rodeaba.
Uno de los más significativos es un conjunto de 5 aplicaciones en oro para una diadema de textil o cestería, hallado debajo de la máscara: representan una deidad o un ser un mítico femenino con el cual posiblemente se identificaba la sacerdotisa. La figura está sentada de perfil sobre una luna creciente, en un templo a dos aguas característico del estilo lambayeque, y mira hacia un telar con forma de X. La pieza nos habla de mujeres en posiciones de poder, asociadas a una deidad lunar, y la importancia del tejido y su asociación con lo femenino en la sociedad lambayeque.
En la mano derecha y alrededor del cuerpo fueron depositados vasos con formas cilíndricas y de frutos -calabazos-, algunos bimetálicos -en oro y plata-, empleados para consumir bebidas sagradas y en libaciones rituales; varios de ellos se pueden apreciar en la exposición.
La presencia de estos vasos sagrados en la tumba reveló el papel crucial de la sacerdotisa en ceremonias colectivas fundamentales para el funcionamiento y la continuidad de las sociedades lambayeques. El delicado trabajo del oro y la plata por martillado, repujado y ensamblaje evidencia además el alto valor simbólico y espiritual concedido a los metales y el trabajo orfebre. Vale la pena también mencionar las cuentas elaboradas en diferentes conchas marinas, conchas de diferentes colores, texturas, formas y brillos, que en sartas y formando especies de petos cubrían los brazos y el pecho de la sacerdotisa.
La exposición presenta muestras de estas conchas que son evidencias de la asociación del personaje con el mar, el agua, las lluvias y la fertilidad, elementos esenciales en la pesca y la agricultura, las actividades económicas que sustentaban la vida de los lambayeques en las áridas tierras de la costa norte peruana. La concha sagrada del Spondylus, extraída de las profundidades del mar en Ecuador, dan cuenta, al igual, de los contactos e intercambios con sociedades lejanas.
Los lambayeque se destacaban por su orfebrería, ¿cómo se compara con la de los pueblos de Colombia?
Los orfebres lambayeques fueron también grandes maestros en su arte. Su trabajo presenta similitudes con el de nuestros orfebres prehispánicos en cuanto a materiales y técnicas de manufactura, decoración y acabado, así como en el tipo de objetos que producían y la iconografía, pero revela diferencias importantes. La orfebrería lambayeque muestra sobre todo conexiones con los estilos orfebres del suroccidente colombiano -de las regiones de Calima, Malagana, Quimbaya, Tolima, San Agustín, Tierradentro, Nariño y Tumaco- en el primer milenio de nuestra era, en el empleo de las técnicas del martillado, el repujado, el calado y el ensamblaje, pero difiere, entre otras, en la manera como se aplican y en la preferencia de los materiales.
Estas relaciones evidencian conexiones históricas, culturales y económicas que se dieron entre nuestras sociedades y las de los Andes centrales desde épocas muy antiguas. El uso del oro y el cobre es común a ambas regiones, pero la plata, un material privilegiado en la orfebrería lambayeque, fue poco usada en el suroccidente colombiano, solo se encuentra su empleo intencional en objetos de Nariño.
Los diseños repujados en el estilo lambayeque representan, al igual que en los nuestros del suroccidente, formas humanas, animales y de seres híbridos o fantásticos, pero también son comunes en los objetos de plata escenas míticas y ceremoniales muy abigarradas y complejas y a veces con referencias a la arquitectura, como las de los vasos y un cuenco que trajimos del ajuar de la sacerdotisa, que son escasas en nuestras orfebrerías.
Así mismo compartimos algunos tipos de objetos como las orejeras en forma de carrete, coronas, máscaras funerarias, collares y adornos sonajeros; sin embargo, los artefactos en oro para el consumo ritual de las hojas de coca, como los poporos y palillos para extraer la cal del interior de estos, sustanciales en la parafernalia ritual de las élites del suroccidente colombiano, están ausentes en el inventario de objetos lambayeques.
Por último, quiero resaltar el empleo por parte de los orfebres de muchos estilos en Colombia, incluidos los del suroccidente, de las técnicas del vaciado a la cera perdida y el uso de aleaciones de tumbaga (oro nativo y cobre) en estos vaciados, que producen llamativas tonalidades rosadas. Estas técnicas distinguen a la orfebrería colombiana en el panorama de la metalurgia prehispánica americana y la sitúan en un lugar privilegiado, gracias a las sorprendentes innovaciones desarrolladas aquí y a la maestría en su manejo para crear objetos de una excepcional complejidad y belleza formal e iconográfica y en una extensa gama de colores. Este rasgo tecnológico marca la gran diferencia con las metalurgias antiguas de los Andes Centrales, como la lambayeque, concentradas en el trabajo directo del metal, mediante las técnicas ya mencionadas: el martillado, repujado, calado, ensamblaje y soldadura.
¿Cómo ha avanzado la arqueología en Perú y en Colombia? Hoy, ¿cuáles son los retos más grandes?
Con esta exposición en el Museo del Oro nos interesa mostrar en Colombia todo lo que la arqueología puede llegar a conocer cuando se excava científicamente un contexto arqueológico, y específicamente funerario, como lo fue esta tumba.
Los investigadores del proyecto Chotuna-Chornancap tienen material y datos para analizar y estudiar durante décadas. Contrasta con lo que sucede cuando se saquean tumbas como las de Nariño, Malagana o Quimbaya, donde esta información se pierde para siempre, y los objetos, si es que se rescatan, se mezclan y descontextualizan. El caso de las investigaciones por muchos años en el complejo Chotuna-Chornancap, que en lugar de saqueo han producido conocimiento, valoración y apropiación local del patrimonio arqueológico, es un ejemplo para seguir y divulgar.
En medio de la pandemia, ¿cómo fue la traída de las piezas desde el Perú?
Las piezas fueron traídas con los mismos protocolos con los que traemos usualmente las colecciones de museos internacionales para su exhibición en nuestro Museo del Oro en Bogotá. Viajaron desde Lambayeque, en Perú, hasta el Museo del Oro, bajo estrictas condiciones de seguridad y medioambientales, acompañadas todo el tiempo por nuestros emisarios y un emisario del Museo Arqueológico Nacional Brüning de Lambayeque.
Contamos con el apoyo de una empresa nacional y otra peruana especializadas en el embalaje y trasporte de obras de arte y cultura. Fueron empacadas y embaladas con materiales y cuidados especiales, acordes a la fragilidad de las piezas.
La diferencia en esta oportunidad fueron los protocolos de bioseguridad en cada país e institución, a los que tuvieron que acogerse todas las personas que participaron en el proceso. Pese a las restricciones que ha impuesto la lucha contra esta grave pandemia, nos complace poderle ofrecer a los colombianos una valiosa y bella exposición que nos acerca a la historia de un país hermano, pero también a temas pendientes en nuestra sociedad, como el lugar de la mujer y el papel de la arqueología.
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