Expresión cultural
Las calles hablan: la resiliente e imborrable marca del grafiti y la intervención en la expresión popular
Las calles de Colombia llevan décadas denunciando y contando la cotidianidad de los habitantes. Pero desde abril, cuando millones de personas salieron a protestar contra el Gobierno y la realidad social del país, las voces que hablan en los muros se convirtieron en gritos.
Para el conocido curador y especialista en grafiti Juan David Quintero, la historia de ese arte en Colombia arranca en los años ochenta, y puede dividirse en tres grandes momentos. El grafiti comienza a aparecer en el país de la mano de los movimientos estudiantiles de la Universidad Nacional.
“A diferencia de lo que ocurre en los sesenta y setenta en ciudades como Filadelfia y Nueva York, en las que el grafiti tiene una enorme influencia del hip hop, en Colombia se refleja el contexto político”, explica Quintero. “Los artistas pintaban consignas críticas hacia el Estado y denunciaban la desigualdad, la violencia, el paramilitarismo… cosas que aún estamos viviendo”.
En Colombia se reflejó siempre el contexto político. Los artistas pintaban consignas críticas hacia el Estado y denunciaban la desigualdad, la violencia, el paramilitarismo… cosas que aún estamos viviendo
A finales de los años ochenta y principios de los noventa, la estética del hip hop irrumpe en el grafiti colombiano. Un pequeño artículo publicado por la emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano en 2015 permitió entender lo que eso significó visualmente: “Al llegar a Cali, el grafiti fue impulsado por la onda del hip hop y la música rap, y no por actos de vandalismo. De esta manera, tuvo una gran acogida en la sociedad caleña, sobre todo en los jóvenes que empezaron a pintar en las paredes de la ciudad imágenes de cómics, personajes inventados, mensajes y autorretratos”.
A partir de 2000 inicia una nueva era. “La escena del arte urbano comienza a generar otros discursos y se expande a otros contextos. Marcas y agencias de publicidad se interesan por lo que está ocurriendo en el mundo del arte urbano”, cuenta Quintero, quien añade que, a partir del gran estallido social que vive el país, “podríamos empezar a hablar de un cuarto momento”.
El grafiti tiene un aire irreverente que le viene de bien adentro. “Es no pedir permiso, no ser regulado, y tampoco importa si no le gusta a todo el mundo”, dice Quintero. “En la esencia del grafiti está el no ser institucionalizado”.
Es no pedir permiso, no ser regulado, y tampoco importa si no le gusta a todo el mundo
“El grafiti nace en las calles con las letras: el tag, el bombing, el wildstyle. Son acciones con una naturaleza callejera que permea la estética del grafiti en general. En Colombia, este tipo de expresiones se ven mucho en ciudades como Bogotá, Cali, Medellín, Popayán y en la costa caribe”, explica Quintero. Para el curador, el arte tiene el trabajo de hacer memoria. “A través de acciones como estas se guarda la historia y se cuenta lo que se está viviendo. Cuando los muros hablan es porque pasan cosas”, asevera. Y puntualiza: “Creo que el arte es una de las mejores herramientas contestatarias y pacíficas”.
A través de acciones como estas se guarda la historia y se cuenta lo que se está viviendo. Cuando los muros hablan es porque pasan cosas
“Hay algo que resalto de las intervenciones que se han venido haciendo en los últimos meses: muchos de los muros pintados son producto de un trabajo colaborativo de artistas que han dejado de lado los egos y se han unido en gremios para trabajar en conjunto y crear obras enormes”, afirma Quintero.
Muchos de los muros pintados son producto de un trabajo colaborativo de artistas que han dejado de lado los egos