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Las editoriales universitarias quieren atraer más lectores
Las editoriales universitarias hacen un enorme esfuerzo para que sus libros no sean ajenos a nadie. Aunque van por buen camino, aún faltan cosas por mejorar.
No sorprende que en la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo) los pabellones de las editoriales universitarias no sean tan visitados como los de las comerciales: existe la creencia que sus textos son aburridos o difíciles de leer y que su contenido es muy especializado.
Pero a pesar de esa percepción, de unos años para acá son atractivos para cualquier lector. Sus catálogos abordan temas que van desde la astronomía hasta la actualidad del país, y aunque siguen publicando libros de nicho también ofrecen títulos destinados a un lector más general. Es posible medir esa variedad en esta edición de la feria, en la que participan 43 universidades del país.
Según las cifras de la Cámara Colombiana del Libro, en 2015 circularon 3.634 publicaciones de las editoriales universitarias, un 22 por ciento más que en 2014. Además, la Universidad Javeriana o la Universidad del Rosario vendieron el año pasado cerca de 600 millones de pesos, una cifra que, si bien es significativa, puede equivaler a lo que vende una editorial como Planeta durante toda la Filbo.
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Su punto de quiebre llegó a comienzos de los años noventa, cuando el sistema para calificar la calidad de las universidades cambió y los escalafones empezaron a tener en cuenta qué tantas investigaciones publicaban. Así muchos centros educativos impulsaron y financiaron sus propias editoriales, que años atrás eran muy limitadas.
Desde entonces, el sector se ha ido profesionalizando paulatinamente: los editores, los correctores de estilo, los comités que evalúan los manuscritos, los diseñadores y los equipos técnicos son más capacitados. Y si se suma que hoy más colombianos van a la universidad, la oferta crece.
“La percepción de que tenemos libros aburridos cambia cuando alguien se aproxima y ve todo lo que ofrecemos –cuenta Juan Felipe Córdoba, director de la editorial de la Universidad del Rosario y presidente de la Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia (Aseuc), que agrupa a 66 instituciones–. “Hay libros muy importantes para el país. Tal vez un poco más profundos que los de las editoriales comerciales, pero eso los hace aún más pertinentes”.
Las universidades, además, han decidido aumentar los lectores, como explica Nicolás Morales, director de la editorial de la Javeriana: “Empezamos a dirigirnos a un público un poco más amplio. Las investigaciones más específicas van a las revistas, mientras que las de interés general, más sociales y con una mayor influencia para el país, a los libros”.
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Y aunque se publican textos muy especializados (como Decisión en laparoscopia, de la Universidad del Rosario, destinado a los médicos que tienen que hacer cirugías en zonas sin muchos equipos modernos), hay esfuerzos que intentan ser más generales, como Lo que saben los wayuu, de la Jorge Tadeo Lozano, que recoge los saberes y la cosmovisión de los indígenas de La Guajira, o Nutrición y cáncer, de la Universidad Nacional, para prevenir esta enfermedad a través de una buena alimentación.
Las editoriales universitarias más grandes, igualmente, están innovando en el diseño de las portadas –para hacerlas más llamativas– y tienen, por primera vez, áreas de mercadeo y prensa, aunque no tan grandes como las de las comerciales.
Las voces escondidas
Las editoriales universitarias publican tres tipos de libros: las investigaciones hechas dentro de la institución o por profesores externos, los textos educativos que los estudiantes usan en sus clases y los libros de divulgación científica, que están pensados para aterrizar el conocimiento a una población no experta.
En este último grupo muchas se arriesgan y editan libros de colección, con imágenes variadas y textos no tan académicos. La Universidad Javeriana, por ejemplo, tiene Travesías por la tierra del olvido, un libro sobre cómo Carlos Vives cambió la historia de la música en Colombia, y la Universidad del Rosario, Un frágil tesoro, sobre la importancia de las mariposas.
Otras editoriales decidieron apostarle a la literatura. Abandera ese campo Eafit, de Medellín, que publica autores nuevos o poco conocidos. Uno de sus casos de éxito fue la novela Velas para el camino, de Raquel Schwartz, nacida en Medellín, que cuenta su historia personal de violencia intrafamiliar con un padre alcohólico.
Otras universidades se dedican a rescatar autores que se dejaron de editar hace tiempo. La Universidad de los Andes, por ejemplo, tiene una colección con libros de José Félix Fuenmayor, Eduardo Zalamea Borda, Fanny Buitrago y Alba Lucía Ángel. Y la de Antioquia, por su parte, reunió cuentos no tan conocidos del brasileño Machado de Assis.
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La idea, sin embargo, no es convertirse en un fenómeno de ventas, pues su razón de ser no es dar ganancias, pues ninguna es autosostenible, sino educar. “Nuestros tirajes –cuenta Esteban Giraldo, jefe de la oficina de edición de la editorial de la Universidad Nacional– no superan los 500 ejemplares. Pero algunos libros se siguen vendiendo a través del tiempo y con el paso de los años reimprimimos. Nuestra apuesta no es tener ‘best sellers’, sino ‘long sellers’”.
Aún enfrentan numerosos retos. Algunas personas del sector creen que el decreto que obliga a las universidades públicas a recompensar salarialmente a los profesores que publican libros pervirtió el sistema, pues en algunos casos se publican textos no tan pertinentes.
“Yo creo que podríamos ser más selectivos”, cuenta Morales, quien cree que de cada 100 libros unos 40 tienen problemas de credibilidad. Pero no todos coinciden: Córdoba, por ejemplo, dice que la idea del sistema de apoyos viene de Estados Unidos, donde las editoriales universitarias son pioneras. “Hay que saber manejar ese tipo de fomentos, para mejorar las investigaciones”, dice.
También tienen que mejorar la distribución. En Colombia hay pocas librerías académicas –como la Lerner o el Fondo de Cultura Económica–, y aunque la mayor parte de las editoriales universitarias tienen como aliada a la editorial Siglo del Hombre, que distribuye sus libros en todo el país en ciudades como Cali, Barranquilla o Bucaramanga, es difícil conseguirlos. Pero no se quedan quietas: casi todas montaron sus propias librerías universitarias y ofrecen los libros en formato electrónico.
Aun así, las editoriales universitarias han ganado un espacio importante en el mercado colombiano, al que cada vez llegan más libros y escritores. Y aunque aún hace falta hacer un mayor esfuerzo para acercar a los lectores que siguen viendo sus libros con recelo, su labor es importante para el país. Toman el conocimiento técnico, científico y cultural que circula por la academia y lo comparten con la sociedad.