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Libro '¿Por qué se rompió Estados Unidos?', de Roger Senserrich
Libro '¿Por qué se rompió Estados Unidos?', de Roger Senserrich | Foto: SEMANA

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Lea aquí un adelanto de ‘Por qué se rompió Estados Unidos’, de Roger Senserrich

El politólogo, experto en la coyuntura estadounidense, hace un análisis sobre el rumbo de ese país.

Redacción Semana
25 de julio de 2024

La (no) excepción de Trump

Una imagen para definir una presidencia

Un hombre con el torso desnudo, envuelto en tatuajes, blandiendo una bandera de Estados Unidos. Su cabeza está cubierta por un inverosímil gorro de piel con cuernos. Su cara, pintada con colores patrióticos, se desencaja en un grito a medio camino entre la indignación y la euforia. El hombre se llama Jacob Chansley, y está de pie, desafiante, orgulloso y audaz, presidiendo la cámara del Senado de la nación más poderosa de la tierra. El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 definió, en gran medida, la presidencia de Donald Trump.

Durante cuatro años caóticos, el otrora magnate inmobiliario y estrella televisiva dirigió Estados Unidos entre escándalos y polémicas constantes. Trump siempre había mostrado un abierto desdén por las instituciones de su país, incluso durante la campaña de primarias. Cualquiera que hubiera escuchado con atención sus palabras hasta entonces no se sorprendió cuando la misma madrugada electoral se negó a aceptar los resultados. Tampoco fue una sorpresa que, durante los dos meses largos entre la votación y el 6 de enero, el presidente y una estrafalaria banda de acólitos, chiflados y lamebotas hicieran todo lo posible para intentar revertir su derrota en las urnas. La lista de demandas judiciales, bobadas y pleitos espurios, intentos chusqueros de enviar a electores fraudulentos, presiones a responsables electorales y maniobras ineptas en los tribunales del presidente tras perder los comicios fue extensa y probablemente ilegal.

Trump se enfrenta a múltiples imputaciones judiciales por esas tramas. El asalto al Capitolio era un intento a la desesperada de mantenerlo en el poder, recurriendo a la violencia si fuera necesario. El Congreso, ese 6 de enero, se reunía para hacer el recuento de votos emitidos por el Colegio Electoral y así confirmar formalmente la victoria de Joe Biden. Durante más de un siglo, esta sesión había sido un trámite; los legisladores leían los resultados, hacían la cuenta y proclamaban a un presidente. Trump y sus cómplices, sin embargo, querían invocar un puñado de artículos de una ley medio olvidada de 1877 (la Electoral Count Act) y, basándose en esta norma, legisladores de ambas cámaras presentarían objeciones a los resultados de varios estados, alegando fraude.

El vicepresidente, Mike Pence, en su rol de presidente del Senado, debería rechazar esos votos, enviando la decisión final a la Cámara de Representantes o al Tribunal Supremo, o arrogándosela él mismo para mantener a Trump en la Casa Blanca. Era, sin demasiados ambages o discusión posible, un golpe de Estado. Cuando Mike Pence, la figura indispensable en este complot, se negó a saltarse la Constitución y dejó claro a Trump que iba a certificar los resultados, decidieron ir más allá. Tras semanas diciéndoles a sus seguidores que se «prepararan» para «algo salvaje», el 6 de enero Trump les pidió en su mitin junto a la Casa Blanca que marcharan hacia el Capitolio y «lucharan» por su país. No está del todo claro, por ahora, quién estuvo detrás del asalto al Capitolio.

Personajes cercanos a la Casa Blanca (Roger Stone, Mike Flynn, Steve Bannon) llevaban semanas en contacto con milicianos de ultraderecha (Proud Boys, Oath Keepers y Three Percenters, los más destacados) hablando sobre posibles protestas. Fue, indudablemente, un ataque organizado por el que muchos de los líderes de estas milicias recibieron largas condenas de cárcel por sedición. Es posible que nunca lleguemos a saber con certeza si hubo una coordinación tácita o explícita entre alguien en la Casa Blanca y los manifestantes o si todo fue una infeliz coincidencia.

Lo que es obvio, sin embargo, es que los hechos que acabaron con Jacob Chansley vestido de chamán aullando por los pasillos del Capitolio rodeado de exaltados, paramilitares, activistas, manifestantes y periodistas horrorizados haciendo fotos nunca deberían haber sucedido.

La imagen de un hombre estrafalario y cornudo con la bandera americana pintada en el rostro asaltando la sede del poder legislativo del país más poderoso de la tierra quedará para siempre asociada a la era Trump. La pregunta, por supuesto, es por qué. Mi intención, en las páginas de este libro, es tratar de explicar las causas y eventos que llevaron a Estados Unidos a elegir a un personaje como Donald Trump presidente en 2016, tras una de las campañas electorales más extrañas de la historia del país. Con ello, quiero también intentar responder si la era Trump y los sucesos del 6 de enero son una anomalía o una consecuencia natural de años de disputas y conflicto en la política americana, y si representan el fin de una era de populismo antiélites o el principio de algo nuevo y peligroso. Responder a estas dos preguntas no es en absoluto sencillo, porque Estados Unidos es un lugar de una complejidad casi inabarcable. Cualquier democracia es, por definición, un sistema complicado, y la americana es especialmente barroca. Estados Unidos es un país enorme, colosal, mucho más diverso cultural e ideológicamente que cualquier nación del Viejo Continente. Es más del doble de grande que toda la Unión Europea y, aunque tiene menos habitantes, su población no se queda atrás (333 millones por los 446 de la UE). Al contrario que el resto del mundo desarrollado,1 la población del país sigue creciendo con fuerza, merced de su casi infinita capacidad de atraer inmigración. Esto hace muy complicado hablar de Estados Unidos como de un país, ya que en muchas ocasiones parece comportarse como varios. Es un sitio confuso, caótico y a menudo ingobernable, donde hablar de grandes tendencias se topa con la realidad de que medio país está tirando en una dirección y el otro medio en la contraria.

* Con autorización de Penguin Random House