Filosofía
Leibniz y la red social de nuestro destino en ‘Cuando el polvo se asienta’
A través de una lectura de una serie danesa y sus distintos personajes, Ramón Aramayo navega el pensamiento de Gottfried Leibniz (1646-1716), el “último genio universal”.
El destino existe y decide nuestras vidas, pero sólo puede actuar con lo que nosotros mismos le proporcionamos mediante nuestra conducta exterior, un eco que refleja nuestra peculiar manera de ser. (Ramón J. Sender)
Para justificar la existencia del mal en el mundo, Leibniz argumenta que vivimos en el mejor de los mundos posibles. Aunque la omnipotencia divina bien pudiese haber elegido cualquiera de las alternativas imaginables, tras examinarlas todas, opta por aquella donde predomina siempre lo mejor para el conjunto del cosmos. Al final de su Teodicea, Leibniz ilustra esta teoría con el mito de Sexto.
En otro mundo posible, Sexto abandona el templo de Júpiter y decide secundar lo que allí se le ha dicho. Se dirige a Tracia, se casa con la hija del monarca y le sucede, llegando a ser muy estimado como rey por sus súbditos. Sin embargo, en el mundo real Sexto desprecia lo que le han aconsejado los dioses, encamina sus pasos a Roma y es desterrado por violar a la mujer de su amigo. Este crimen propicia el surgimiento de la Roma republicana que se convertirá en un imperio.
Concha Roldán explica muy bien el significado filosófico del pensamiento leibniziano en su libro Leibniz: En el mejor de los mundos posibles, así como en su magnifica edición de los Escritos en torno a la libertad, el azar y el destino.
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Pero aquí se trae a colación el mito de Sexto para presentar una recomendable serie danesa (disponible en Filmin en español, en España) con el título Cuando el polvo se asienta y en el Canal ARTE en francés con el título Quand revient le calme. Para cumplir con este propósito, se desvela parte de la trama, por lo que los lectores quedan advertidos del gran número de spoilers que vienen a continuación.
El impacto de las contingencias
Una lectura superficial puede hacernos creer que su argumento aborda la espinosa cuestión del terrorismo y los problemas de integración cultural que padecen algunos refugiados políticos en ciertos lugares. Pero la trama es mucho más rica y compleja. En realidad nos habla del entramado social que va entretejiendo casualmente cada una de nuestras andaduras personales y del ambivalente impacto de los acontecimientos más traumáticos.
Un atentado terrorista en un restaurante cambia la vida de varias familias cuyos destinos quedan entrelazados. Los guionistas exhiben una portentosa habilidad narrativa. Se sabe desde un principio que se dará el atentado, pero se nos cuenta qué sucede durante los días previos y lo que ocurre la semana posterior al mismo.
La tipología social no puede ser más variopinta. Hay un anciano que quiere suicidarse porque no encuentra sentido a su vida en una residencia de lujo. Una sin techo acabará por conocerlo y alegrará sus últimos días, tras haber puesto en marcha ciertas circunstancias que resultan cruciales para el desarrollo del relato.
Formas de ver el mundo
Nos encontramos con una ministra de justicia cuyo compromiso político le hace seguir en activo, porque piensa poder cambiar las cosas gracias a su inquebrantable ideario progresista para con los refugiados, oponiéndose a la xenofobia que manifiestan otros integrantes de su coalición gubernamental.
Alguien contento con su forma de vivir se verá muy afectado por el suceso, al haber contribuido sin saberlo a que alguien decidiera ir esa fatídica noche al restaurante. Por contra, el hijo adolescente madurará de repente al ver cómo su padre pierde la cordura. Paralelamente la esposa es profesora de un joven inmigrante muy integrado, quien sin quererlo se ve concernido por los hechos y luego despreciado por su entorno al revelarse públicamente sus preferencias eróticas.
Nuevos lazos afectivos
Otro hilo conductor es el de una niña que cumple nueve años y está en el restaurante donde trabaja su madre. Sus miedos infantiles, debidos a un suceso traumático anterior, desaparecerán al recordar el tenebroso episodio actual. Aparece su padre biológico, pero ella vuelca su amor en una figura paterna simbólica.
Se trata de quien regenta el restaurante asaltado. A él también le cambia la vida el suceso en cuestión. Como también le sucede a la cantante que ve con otros ojos al amante que la ha dejado embarazada y por ello decide sin proponérselo retornar con su pareja de siempre para criar a ese hijo tan deseado por ambos mucho tiempo atrás.
Las carambolas del entramado social
Al morir su mujer como víctima del tiroteo indiscriminado, la veterana ministra manifestará públicamente mantener un ideario que conculca frente al sospechoso acusado erróneamente, lo cual le hará finalmente abandonar su cargo, cumpliendo así con el deseo insatisfecho de su pareja fallecida.
Gracias al suegro de la ministra, la mujer que anda por las calles logra recuperar la custodia de su hijo, comprendiendo entonces que también debe seguir en casa de su hermana con sus primos, porque allí es donde se ha criado.
Se nos hace ver cómo se van concatenando las casualidades hasta desencadenar un acontecimiento donde confluyen los distintos protagonistas, quienes por otra parte pasan a interactuar entre sí e imprimir mutuamente un giro decisivo a sus respectivas trayectorias vitales, modificando con ello su destino individual y colectivo.
Casualidades causales
Como en el mito de Sexto utilizado por Leibniz, la serie nos muestra cuán contingente resulta el rumbo que imprimimos a nuestras vidas y cómo la concatenación de las interacciones más triviales puede introducir cambios absolutamente relevantes.
De no haberle robado su camioneta, el fontanero hubiese arreglado los radiadores en casa de la ministra y su mujer no hubiera tenido que ir al restaurante. Al conocer esa fatal coincidencia, el personaje involucrado decide tomar sus decisiones lanzando monedas al aire a cara o cruz, y ese atolondrado comportamiento resulta decisivo para que su hijo abandone su indolencia previa.
Acontecimientos aparentemente intrascendentes van engranando de modo sinfónico esas pequeñas contingencias rapsódicas. En este caso no hay que imaginar a un dios leibniziano encajando las piezas del devenir de Roma. Nuestra interacción social es la responsable, involuntaria la mayoría de las veces, de aquellas imperceptibles carambolas que acaban configurando el puzzle donde se traza nuestro itinerario vital.
Después de todo, como vino a decir Schopenhauer, la causalidad no es más que una serie de casualidades olvidadas. Pero sin embargo, siempre cabe sacar lecciones positivas de las crisis y sus traumas, para ir por derroteros más convenientes, y eso es algo voluntario que depende únicamente de cada cual, como nos dice Ramón J. Sender en el prólogo a sus impagables Novelas históricas.
*Profesor de Investigación IFS-CSIC (GI TcP Etica, Epistemología y Sociedad). Historiador de las ideas morales y políticas. Proyectos: INconRES (PID2020-117219GB-I00), RESPONTRUST (CSIC-COV19-207), ON-TRUST CM (HUM5699) y PRECARITYLAB (PID2019-10), Instituto de Filosofía (IFS-CSIC)
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