HOMENAJE
Leonard Cohen en sus propias palabras
El cantautor canadiense falleció esta semana a sus 82 años. Estas son algunas de sus frases con las que se podría describirlo.
En los últimos años de su vida aparecía elegante, siempre vestido de sastre oscuro y un sombrero fedora que se quitaba cuando no le quedaban más canciones por cantar.
Leonard Cohen elegante de ropa y alma, dejó un legado que con el tiempo solo crecerá. Y precisamente para entender la visión que tenía de sí mismo, su forma de habitar el mundo, su relación con el amor, la espiritualidad como una fuente de inspiración, la música, las mujeres y la poesía solo basta extraer frases de sus canciones o de versos de sus escritos.
Para empezar, en Dance Me to the End of Love se revela un hombre que le lleva bailando hasta el final del amor. En In My secret Life, una canción que ahonda en la contradicción humana, el canadiense se muestra capaz de engañar y de morir al mismo tiempo por la verdad: es quien sabe lo que está bien, lo que está mal.
Esta es una selección de Semana.com de conclusiones sobre Cohen que revelan sus propias palabras.
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Es quien se toma Berlín y Manhattan.
El que ve que la democracia llega a Estados Unidos.
Quien sabe que la guerra ha terminado y que los buenos perdieron.
El que ha visto el futuro: “Todo tropezará y lo hará en todas las direcciones. No habrá nada que puedas remediar”.
El que encuentra en las fronteras una prisión.
Es el de las melodías en las que los violines arden.
Es el hombre del millar de besos de profundidad.
Quien dice las palabras de una forma tan maravillosa que con solo pronunciar sus nombres las mujeres se le entregan.
El que cree que no tiene más amor para dar y luego descubre que siempre será un amante.
El que prometería hacer cualquier por un amor y luego reconoce que es el hombre que no pudo cumplir sus promesas.
El que no entiende de qué le hablan cuando dicen “arrepiéntete”.
El que se confesaba con las hermanas de la caridad.
El que vio cómo Juana de Arco se quemaba sin una luna que hiciera brillar su armadura.
El que sabe lo que sintió Isaac cuando su padre Abraham trató de matarlo por un acto de fe.
Quien sabe que el Rey David usó la palabra ‘Aleluya’ cuando vio desde su balcón a una mujer desnuda bañándose.
El que huyó hacia las orillas de un poderoso mar de tristeza perseguido por jinetes de un cruel y oscuro régimen.
El que se pregunta dónde está su mujer gitana.
El que ha perdido a su esposa y a sus hijos pero tiene muchos amigos.
El que ama y engaña en su vida secreta.
Aquel que le contará un secreto si promete no decírselo a nadie.
El que no tiene la certeza de que haya un Dios.
El que espera por un milagro.
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Que pide que dirija su corazón más allá de la verdad en la que creyó ayer, año tras año, mes a mes, día a día, pensamiento por pensamiento.
Aquel que le pide que dirija su camino a través del dolor que es mucho más real que usted.
El que quiere saber cómo llegar al lugar a donde van los esclavos, allá donde el sufrimiento comienza.
El que se enamora de la forma en que alguien prepara té de naranjas.
El que tuvo un encuentro amoroso con Janis Joplin en el Chelsea Hotel # 2.
El que ha intentado ser libre como un pájaro en el alambre, como un borracho en un coro de medianoche.
El que sabe que no hay cura para el amor.
El que quiere sexo asesino.
El que tiene en su corazón palabras en llamas escritas.
El que estaba preparado para morir “Estoy listo Señor”.
Aquel con quienes las mujeres han sido amables aun en su vejez y le dicen “mírame, Leonard mírame una última vez” luego se acuestan a su lado y lo cubren con sus cuerpos tersos como a un bebé que está temblando.
El que se rendiría y quedaría destrozado si lo persiguen cuando quiere irse.
El que siente que está fuera del juego.
El que le dijo a su amada Marianne “Creo que te seguiré muy pronto… Estoy tan cerca de ti que, si extiendes tu mano, podrás alcanzar la mía”, días antes de que ella muriera.
El que sabe que no hay una buena forma de decir “adiós”.
El que estaba atado a una carga y fue liberado.
El que sabe que “lo quieres más oscuro”.
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