LIBROS

El misterio de la Virgen Negra, lo nuevo de Leonardo Padura

La nueva novela del escritor cubano, con su detective Mario Conde, combina la novela histórica y el relato policial.

Luis Fernando Afanador
27 de octubre de 2018
Leonardo Padura, reconocido escritor cubano.

Leonardo Padura

La transparencia del tiempo

Tusquets, 2018

440 páginas

El detective privado Mario Conde se despierta una mañana de septiembre de 2014 con la alarmante certidumbre de que está próximo a cumplir sesenta años. ¡Sesenta años! “La evidencia de una cantidad tajante, incluso de sonoridad obscena (sesenta, sesenta, algo se desinfla y estalla, sse-sssenta-ta), se le había presentado como una ratificación incontestable de lo que su físico (rodillas, cintura y hombros oxidados; hígado envuelto en grasa; pene cada vez más perezoso) y su espíritu (sueños, proyectos, deseos mitigados o para siempre extraviados) iban sintiendo desde hacía algún tiempo: la obscena llegada de la vejez”. Pero bueno –dirá él–, sesenta también es una buena edad: para seguir vivo o para morirse. Y lo que le llega no es la muerte, sino un nuevo caso que deberá resolver: el misterio de la Virgen Negra.

Mario Conde es el detective de las novelas policiacas de Leonardo Padura –serían nueve si se incluye en la serie a Herejes– y durante veintiocho años lo ha acompañado y ha ido envejeciendo con él. Un no disimulado alter ego, expolicía, vendedor de libros usados –o libros leídos– que se pasea por las calles de una Habana decadente, empobrecida, pero aún con breves destellos de su antiguo esplendor e inesperadas bonanzas –gracias a sus economías clandestinas–, que permitirán banquetes y celebraciones con los amigos porque Conde cultiva el ritual de la amistad con el Flaco, Candito el Rojo, el Conejo, y tampoco ha renunciado al deseo, como lo puede testificar su compañera Tamara. Conde, finalmente, es un personaje querible, honesto, un testigo crítico de la sociedad cubana, que resiste con dignidad “el ultraje de los años” y los estragos del régimen.

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La historia policial se pone en movimiento con la aparición de Bobby, un excompañero de colegio de Conde, en ese entonces apocado y matoneado, y ahora convertido en un orgulloso homosexual y boyante comerciante de arte, que ha tenido un desagradable incidente: su pareja, un joven al que amaba y al parecer un simple vividor, le ha desocupado la casa. Sin embargo, lo único que le interesa a Bobby, y por lo cual acude a los servicios profesionales de Conde, es recuperar una Virgen de Regla que pertenecía a su familia y que tiene un gran valor afectivo. Luego se verá que también lo tiene para más gente y no solo afectivo, sino económico. La Virgen de Regla no es lo que parece. Bobby, desde luego, oculta información y el gremio de los comerciantes es tenebroso.

La otra línea argumental de la novela es la historia de la Virgen Negra, que nos llevará a épocas pasadas (1936, 1472, 1314, 1308, 1291, 2014…), a través de un hombre y de un mismo nombre: Antoni Barral. La novela policiaca conecta con la novela histórica o con la gran historia, otra de las pasiones de Padura. El tiempo se vuelve circular, el tiempo histórico conecta con el tiempo personal: “Aferrado al presente, escribías el pasado hasta perder el sentido de los límites de lo permanente y lo transcurrido… un fantasma cuyos contornos se te confundían como si vieras la historia y el tiempo a través del velo transparente de una lágrima”.

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Novela policial, novela histórica, novela sociológica y política. El envejecimiento, la amistad, el rebusque, la homosexualidad, la migración interna, el sincretismo cultural, La Habana y su marginalidad y, en el medio, la resolución de un misterio, el modesto deber que debe cumplir cualquier relato policial. Parecería excesivo agregarle a esos temas, que no son pocos, el de la reflexión histórica y metafísica del tiempo. Es cierto: en literatura todo es posible y no hay géneros puros. Y el policial, como lo hemos visto en destacados autores, se enriquece con los contextos sociales y culturales. Todo es posible y Padura es un buen escritor y en cada página es un placer leerlo. Pero la digresión histórica, por momentos, ralentiza en exceso el hilo narrativo y nos hace sentir que el misterio policial es un pretexto para otras cosas. Una pequeña objeción a una novela que vale la pena leer. Porque Mario Conde, de nuevo, sobrevive.