LITERATURA
El libro de Mario Vargas Llosa que desde ya genera polémica
En ‘La llamada de la tribu’, que llegará a Colombia el 15 de marzo, el nobel peruano muestra los siete autores que le ayudaron a moverse políticamente desde la izquierda hasta el liberalismo, un cambio que aún genera odios y amores. Desde ya causa polémica.
La llamada de la tribu, la nueva obra de Mario Vargas Llosa que salió el pasado 1 de marzo en España y que llegará el 15 de marzo a Colombia (publicada por Alfaguara), busca la polémica y la ha hallado pronto, incluso antes de que el escrito esté disponible en las librerías.
Sus editores en España, entre ellos Juan Cruz (ex editor general de Alfaguara), aseguran que el escritor peruano es quizás “el más vilipendiado entre los autores vivos de la lengua española”, y piensan que con este ensayo responde a todas esas malas críticas que ha sufrido a lo largo de su vida.
La historia es muy conocida. En su juventud, Vargas Llosa comulgó con el comunismo y el marxismo, y mantuvo una estrecha amistad con los escritores de izquierda latinoamericanos como Gabriel García Márquez. Pero desde mediados de la década de 1970 el autor peruano rompió sus lazos con los partidarios de la Revolución cubana, derivó hacia la derecha y terminó por abrazar la ‘fe liberal’.
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“Optar por el liberalismo fue un proceso sobre todo intelectual de varios años al que me ayudó mucho el haber residido entonces en Inglaterra, desde fines de los años sesenta, enseñando en la Universidad de Londres, y haber vivido de cerca los once años de gobierno de Margaret Thatcher. Ella pertenecía al Partido Conservador, pero la guiaban como estadista unas convicciones y, sobre todo, un instinto profundamente liberales; en eso, se parecía mucho a Ronald Reagan”, dice el peruano en el primer capítulo de su nueva obra, donde muestra a los siete maestros que le ayudaron a realizar este fuerte giro político: Adam Smith, el padre de la economía moderna; José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean François Revel.
Desde que dio el giro, al peruano le han llovido críticas, y este libro no ha sido la excepción. “No podíamos esperar otra cosa de Vargas Llosa que una defensa a ultranza del neoconservadurismo, que se ha apropiado de la palabra ‘liberalismo’ para aplicarla solo a la economía con el fin de resguardar los intereses de una minoría que quiere privatizarlo todo, la salud, la educación, el transporte, el Estado, todo”, sostuvo a SEMANA Nuria Llull, politóloga de la Universidad de Barcelona.
La llamada de la tribu profundiza en la divulgación de las ideas neoconservadoras, llamadas ‘liberales’ desde la década de 1980, que el propio Vargas Llosa promovió en el prólogo de otro libro polémico de 1996: Manual del perfecto idiota latinoamericano (publicado en España con el título Manual del perfecto idiota latinoamericano... y español, con un capítulo adicional y un prólogo diferente), escrito por Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto Montaner y el hijo del nobel peruano Álvaro Vargas Llosa. Aquella obra produjo chispas y enfrentamientos, y puso a alinearse, a uno y otro extremo del ideario político, a los escritores e intelectuales del momento.
Vargas Llosa admite que con su nueva obra responde al libro de 1940 To the Finland Station (A la estación de Finlandia), del norteamericano Edmund Wilson, que relata la evolución de las ideas socialistas hasta la Revolución de Octubre de 1917, liderada por Lenin en Rusia. El nobel peruano muestra en su ensayo la evolución de las ideas ‘liberales’ desde Adam Smith hasta hoy, e insiste en su libro que “los liberales quieren un Estado eficaz pero no invasivo, que garantice la libertad, la igualdad de oportunidades, sobre todo en la educación, y el respeto a la ley”.
Este enfrentamiento a favor y en contra de las ideologías de izquierda y derecha recuerda el choque ocurrido en la década de 1920 en Inglaterra, cuando el escritor G. K. Chesterton, después de convertirse, publicó Por qué soy católico, y su colega Bertrand Russell, filósofo y matemático, le replicó con el libro Por qué no soy cristiano, en 1927.
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En su libro, Vargas Llosa defiende a capa y espada su concepción del “verdadero liberalismo”. Aseguró al diario El País de Madrid que no se trata de una ideología, pues “una ideología es una religión laica”. En cambio, dice, “el liberalismo defiende algunas ideas básicas: la libertad, el individualismo, el rechazo del colectivismo, del nacionalismo; es decir, de todas las ideologías o doctrinas que limitan o cancelan la libertad en la vida social”.
Vargas Llosa considera que las ideologías contrarias a la libertad ven en el liberalismo a su gran enemigo. “Y eso lo he querido explicar en el libro. El fascismo, el comunismo han atacado tremendamente al liberalismo, sobre todo caricaturizándolo y asociándolo a los conservadores. En sus primeras épocas el liberalismo fue asediado sobre todo por la derecha. Ahí están las encíclicas papales, los ataques desde todos los púlpitos a una doctrina que se consideraba enemiga de la religión, enemiga de los valores morales. Creo que estos adversarios definen muy bien la estrecha relación que existe entre el liberalismo y la democracia. La democracia ha avanzado y los derechos humanos han sido reconocidos fundamentalmente gracias a los pensadores liberales”, dijo el autor en la presentación de su obra en Madrid.
“Quizá Vargas Llosa fue izquierdista siendo joven porque en aquella época estaba de moda serlo y se haya vuelto conservador por cambiar de moda, pero lo cierto es que es el hijo de un militar de alto rango, de clase media alta o alta, que se ha educado y vivido en Paris, Londres y Madrid, que nunca ha sufrido las necesidades de un pobre o un marginado y por eso, en el fondo, jamás ha vivido fuera del conservadurismo”, dijo a SEMANA el crítico literario Javier Costa, de la Universidad Complutense de Madrid. “El talento literario de Vargas Llosa es innegable, pero la promoción fervorosa que exhibe de su ideario político deja mucho que desear”.
Tres de sus maestros, Karl Popper, Raymond Aron y Jean François Revel, también experimentaron la evolución desde el marxismo al liberalismo que defiende Vargas Llosa. El escritor peruano dice que, de joven, quiso ser comunista porque le parecía que esta ideología representaba la antípoda de la dictadura militar, de la corrupción y sobre todo de las desigualdades.
Pero la ruptura definitiva llegó con el famoso proceso contra el escritor Heberto Padilla, encarcelado en 1971 en Cuba, que dividió a importantes intelectuales con respecto al régimen de Fidel Castro. Mientras algunos mantuvieron su postura y apoyaron al gobierno de La Habana, otros –como Vargas Llosa– se separaron de él definitivamente. “Tuve un proceso difícil, más bien largo, de reivindicación de la democracia, y poco a poco de acercamiento a la doctrina liberal, a base de lecturas. Y tuve la suerte de vivir en Inglaterra los años de Margaret Thatcher”, sostiene el escritor.
En su obra, el nobel defiende a Thatcher, la llamada Dama de Hierro, y ensalza su “valentía sin complejos” al acabar con las sinecuras sindicales, crear una sociedad de mercado libre, de competencia, y defender la democracia “con la convicción con la que ella lo hizo”. Thatcher citaba con frecuencia en sus discursos a Hayek y a Popper, y su admiración por ella llevó a Vargas Llosa a comenzar a leer a estos autores y a escritores afines, que le ayudaron a abrazar la fe liberal.
Esta defensa de Thatcher es solo uno de los puntos más polémicos de la obra de Vargas Llosa, pues la británica goza de pésima fama entre numerosos partidos europeos por la cantidad de derechos de los trabajadores que ella les arrebató durante sus 11 años de gobierno.
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Por eso, con este ensayo la polémica está servida y no dejará a nadie indiferente. Entre tanto, la fama del nobel peruano de ser “el escritor más vilipendiado entre los autores vivos de la lengua española”, que recalcan sus editores, seguro continuará creciendo.