MÚSICA
Los 40 años de un hito de la salsa
En 1978 se lanzó ‘Siembra’, el álbum que catapultó internacionalmente a Rubén Blades y Willie Colón. Sus grandes éxitos, como ‘Pedro Navaja’, demostraron que la salsa puede servir para hacer crítica social y política.

En 1978, un álbum de 42 minutos de duración sacudió la escena de la salsa desde Nueva York hasta Puerto Rico. En su segunda producción, Willie Colón y Rubén Blades lanzaron Siembra y, desde entonces, sus canciones no dejan de sonar en emisoras y en discotecas especializadas. Muchos expertos de la industria pensaron que iba a fracasar rotundamente, pero sonó sin parar y le reportó a su sello, Fania Records, millones de dólares. Y de paso disparó internacionalmente a dos de los más grandes artistas del género en su historia. ¿Cómo pasó?
Un año antes de Siembra, Colón y Blades ya habían lanzado un primer disco, ¡Metiendo mano!, también de Fania, que incluía canciones con un marcado contenido político (como Pablo pueblo) sin mayor acogida. De todas maneras, los dos artistas descubrieron que tenían en común la conciencia de que la salsa no solo debía centrarse en temas románticos, sino también meterse de lleno en las entrañas de los barrios, los peligros del consumismo y la diversidad cultural de América Latina.
Después de este álbum volvieron a los estudios de grabación un año más tarde, cada uno con ideas mucho más afinadas. Por un lado, Blades, panameño e intelectual, afianzó el estilo narrativo que ya había explorado en ese primer álbum. Del otro, Colón, neoyorquino y con una habilidad técnica envidiable, se desempeñó como arreglista y veló porque el disco tuviera una altísima calidad musical.
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Así, como era habitual a finales de los años setenta, los dos músicos entraron a grabar en los estudios de Fania con una gran orquesta salsera (compuesta, entre otros, por Joe Torres
–piano–, Eddie Rivera –bajo– y Eddie Montalvo –congas–). Y tal como ha comentado Blades en entrevistas, no tardaron más de tres días en grabar las siete canciones que componen el LP. Ninguno sabía que acababan de inventar una bomba musical que marcaría la historia de la salsa en el siglo XX.
Crearon muchas innovaciones y por cada una tuvieron que luchar con los productores de Fania, muy temerosos de que el disco fracasara en términos comerciales. Y no era para menos: los años dorados de la salsa ya habían pasado (1972-1976) y sellos como Fania les apostaban a álbumes tradicionales: mucha música bailable y contenidos más bien románticos.
A Jerry Masucci, dueño de Fania Records, le preocupaba el contenido de las canciones y las críticas directas a dictaduras o a temas como el racismo
Pero Blades y Colón no querían seguir ese camino seguro pero predecible. Tuvieron que defender a capa y espada tanto la larga duración de las canciones (Pedro Navaja y Dime superan los siete minutos) o haber grabado con una orquesta tradicional de salsa. Y lo hicieron con tanta fuerza, que Colón logró que músicos de la Orquesta Sinfónica de Nueva York interpretaran los violines.
Concibieron Siembra como un álbum irreverente. Tanto es así que ni siquiera la música discotequera se salvó de sus críticas: los primeros compases de Plástico, el tema inicial, introduce un bajo típico de esa música, para luego darles paso a seis minutos de tambores y trompetas. Vale recordar que también en 1978 John Travolta y Olivia Newton-John bailaron y cantaron en la gran pantalla en la película Brillantina. Había furor de disco y Siembra le respondió a su manera. “Esa era una confrontación que no estaba en la calle. Pero para Blades y Colón, ese género musical representaba una postura individualista ante la vida con la que estaban en desacuerdo”, puntualiza Mario Jursich, editor y autor del libro ¡Fuera zapato viejo!
Sin embargo, a Jerry Masucci, dueño entonces de Fania Records, no le preocupaban tanto la duración de los temas ni los roces con otros géneros, sino el contenido mismo de las canciones. Se podría decir que le inquietaba que las composiciones tuvieran “demasiada letra”, como afirma Jursich. Lo ponían nervioso las críticas directas a dictaduras (Nicaragua, ¡pero sin Somoza!, canta Blades al final de Plástico) o incluso contra el racismo (“Olvida las apariencias / Diferencias de color / Y utiliza la conciencia”, como dice en Siembra).
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Pero ninguno aflojó. Jaime Rodríguez, trombonista e investigador musical, afirma que desde ese momento, e incluso antes, Blades defendió una idea no muy popular en la época: la música y la política comparten un mismo espacio. Con la ayuda de Colón, muy cercano a los pesos pesados de Fania, lograron grabar las canciones tal y como las habían pensado.
Eso marcó una clara diferencia con las propuestas de otros grupos o cantantes como los Hermanos Lebrón o el Gran Combo de Puerto Rico. El hecho de que las canciones hablaran de la realidad latinoamericana, de mujeres indígenas, fuertes y resistentes, creó conexión inmediata con el público de muchas latitudes. El álbum dio origen a lo que en esos años se llamó la “salsa-conciencia”, con el propio Blades como mayor exponente. Sin embargo, y con excepciones como la Orquesta Saboyano, el panameño se quedó prácticamente solo con esa propuesta.
Además del contenido político de algunas de las canciones, la estructura narrativa de Pedro Navaja conquistó a un gran número de oyentes, incluso los menos familiarizados con la salsa. Blades ha explicado en varias ocasiones que la canción nació de dos fuentes. La primera, musical y literaria: la canción Mack the Knife, de Bobby Darin, que retoma el argumento de la Ópera de los vagabundos, de Bertolt Brecht y Kurt Weill, le llamó mucho la atención cuando la escuchó de niño en Panamá. La segunda, cultural: caminando por los barrios latinos de Nueva York, encontró en las esquinas de las casas y en los bares la inspiración para los tres personajes: Pedro Navaja, la Mujer y el Borracho. “Historias como esa siguen pasando hoy en día y, por ello, las nuevas generaciones la escuchan sin parar. No les suena a salsa vieja”, explica Rodríguez. La popularidad de la canción ha sido tal que hoy en día forma parte de la cultura musical de millones de latinoamericanos y ha sido llevada a la gran pantalla.
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Colombia también vivió el furor por Siembra. Como afirma César Pagano, periodista cultural y difusor de la música del Caribe, el álbum “llegó, pegó y gustó”. Para 1982, Pedro Navaja sonaba en todas las discotecas o bares salseros de ciudades como Cali, Barranquilla o Bogotá. De hecho, muchos de esos sitios, como el Goce Pagano, se aburrieron rápidamente de las constantes exigencias del público por poner las canciones del popular álbum; 40 años después, y en menor medida, la canciones siguen sonando.
Después de Siembra, Blades y Colón no volvieron a trabajar juntos. Por disputas económicas, la dupla que creó un álbum capaz de vender 5 millones de copias rompió relaciones definitivamente. Pero los dos se convirtieron en referentes de enorme calidad en el mundo de la salsa, cada uno con una imagen pública diferente. Como afirma Umberto Valverde, periodista y biógrafo de Celia Cruz y Jairo Varela, la personalidad de Colón siempre fue más dura, cerrada, sin intereses de figurar. Su antípoda, sin lugar a dudas, era Blades: actor de cine, intelectual, político. Precisamente, el reciente documental Yo no me llamo Rubén Blades intenta capturar esa imagen.
Sin importar los desacuerdos que viven hasta el día de hoy, músicos, aficionados y salseros siguen escuchando y bailando las canciones que sembraron estos dos grandes de la música hace cuatro décadas. ¡Salsa, camará!