Letras
Los cubanos comen helado y vuelan cometas en la Feria del Libro de La Habana
Una crónica del marco y el desarrollo de la FILH, un evento que permite tomarle la temperatura a la letras en la isla y a su situación, y contó con presencia colombiana.
En un almendrón, una especie de taxi colectivo, se llega al Parque Histórico Militar Morro-Cabaña, donde se celebra la XXXII Feria Internacional del Libro de La Habana. El parque es un antiguo complejo militar español de época colonial. Una fortaleza del siglo XVI con amplios senderos verdes.
Se encuentra al otro lado de la bahía, que la aísla de forma importante de la cotidianidad de La Habana. Es una loma fortificada y llena de cañones que mira de frente a la ciudad. Un carro se atraviesa y el almendrón frena en seco. De la encimera de los asientos de atrás cae una cometa de Shrek.
— ¿Tiene niños?
— Una hija, ya mayor. Estudia medicina.
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Se entra entonces al Túnel de La Habana, una de las “siete maravillas de la ingeniería cubana”. Un túnel que se sucede bajo el agua para comunicar los dos lados de la bahía. A todos les parece normal el afán de haber creado un túnel submarino, era la única solución para comunicar un lado con el otro. Los habaneros aman su paisaje y un puente era una intervención en su paisaje. Así se crea una maravilla: obsesionándose por el horizonte.
Al salir del túnel empieza una carretera que entremezcla una sensación de zeta y caracol en su ascenso. Antes del Morro-Cabaña aparece una cometa. El cielo se abre antes que la tierra cuando se sube una loma. Y con el cielo las cometas. Un pequeño letrero rojo contrasta con la piedra pálida de la fortificación y el inmenso verde de su patio: FILH. Varios niños y adolescentes se suben y bajan del letrero para que les tomen una foto. Muchos van comiendo helado, no necesariamente muchos van llevando libros.
La música inventó la isla
Carpentier en su precioso ensayo de 1946, La música en Cuba, comienza su prefacio de la siguiente manera: “Huérfana de tradición artística aborigen, muy pobre en cuanto a plásticas populares, poco favorecida por los arquitectos de la Colonia si la comparamos, en este terreno, con otras naciones de América Latina, la isla de Cuba ha tenido el poder de crear, en cambio, una música con fisionomía propia”. Tanto de la isla puede entenderse con esa metáfora corporal.
Cuba se extiende como un cuerpo efervescente y sobrexcitado que, a veces, se cansa. Parece muerto, pero es una siesta. Total, siempre se despierta. La isla nunca se apaga, si acaso es un duermevela. La gente habla de Cuba como un estado de ánimo: “está bien, está pasando por un buen momento”, “ahorita anda malita”, “va mejorando”, “empeora”, “esto está pa’ guapos”.
La gente habla de Cuba como un estado de ánimo: “está bien, está pasando por un buen momento”, “ahorita anda malita”, “va mejorando”, “empeora”, “esto está pa’ guapos”.
Nunca hay una definición exacta del momento por el que pasa la isla porque realmente nadie la tiene. Cada quien se guía un poco por su intuición y por la realidad que le habita en su momento. Se trata, como con los males del cuerpo, de una sensación.
Lo que está claro es que está pasando por una inflación severa. “En Cuba, a diferencia de lo que pasaba hace cuatro o cinco años, a mi familia les dejaba un dinero extra y sabía para lo que alcanzaba. Ahora, el dinero que les dejo puede no alcanzar y lo que van a buscar puede que no lo encuentren”, dice el escritor Leonardo Padura, que vino a presentar una reedición de su libro Los rostros de la salsa en el marco de la FILH. Cuando se comenta esa situación con el conductor, este lo confirma: “lo más jodido de esto es que a veces ni con dinero resuelves las cosas. Puedes llegar a tardar doce horas en cola por el combustible”.
En Cuba, a diferencia de lo que pasaba hace cuatro o cinco años, a mi familia les dejaba un dinero extra y sabía para lo que alcanzaba. Ahora, el dinero que les dejo puede no alcanzar y lo que van a buscar puede que no lo encuentre
Lo mismo sucede con los libros. La mayoría de los asistentes van buscando libros necesarios. Es decir, libros de estudio. Ya sea para la universidad o para el colegio. Hay un número limitado al día de estos libros para su venta, por lo que, si llegas distraído, no encuentras. También, muchos de los títulos que la gente busca no están disponibles. “Vengo de haber estado en Madrid y en la Casa América me dedicaron la ‘semana de autor’. Había veinte títulos de mi obra. Y en Cuba vas a una librería y ni un libro mío”, se queja Padura, que es uno de los más buscados.
Algunos visitantes, frustrados, deambulan por la feria cuando se quedan sin estos libros y terminan yéndose a comprar un helado. Caminan la cuesta del Morro-Cabaña hasta los buses de línea circular que habilitan para conectar Centro Habana con la feria y se van. Otros, se compran un helado e ingresan a formar parte del segundo circuito literario de la feria: la conversación.
Los espacios de los países invitados —Brasil, invitado de honor, y Colombia— tienen los libros en formato de “exhibición”, no están a la venta. Sin embargo, los asistentes a la feria se los pueden llevar a casa a cambio de, precisamente, una conversación. Gabriella, librera del stand de Brasil, y Álvaro Castillo, librero del stand de Colombia, interactúan y hablan constantemente con las personas que asisten a la feria. A través de la curiosidad descubren algún libro nuevo y, en algunos casos, se lo llevan a casa.
Que no se lleven muchos libros no significa que no se hable de literatura. “Andar entre ferias y bibliotecas es andar en el corazón de lo humano”, dijo la ministra de Cultura de Brasil, Margareth Menezes, en su intervención en el espacio Brasil.
La literatura no es la imprenta y no existe solo a través del objeto, existe a través del encuentro. Las personas se encuentran y se toman un café demasiado cargado, “cerrero”, a pesar de que pueden ser las cuatro o cinco de la tarde; o se piden un helado. Y en la caminada del helado y la sentada del café existe una literatura que se conversa y se transmite a través del voz a voz. Se prestan e intercambian libros, se comparten y se transforman ideas. Porque antes del libro está la curiosidad, y esta no necesita un objeto para transmitirse. “Los lectores al final hacen las mismas estrategias con los libros que con el combustible”, dice Padura.
La literatura cubana hoy y la presencia de Colombia en la FILH
La FILH junta varios eventos, algunos parecen desarticulados pero se dan de manera paralela entre sí. Algunos son más oficiales, otros de carácter internacional y otros de autores presentes, pero invisibilizados. Mientras Padura presenta la reedición de Los rostros de la salsa en la sede de la UNESCO, en la sala de Venezuela, el fiscal Tarek William Saab presentaba un libro con sus poemas y unos ensayos escritos por Alberto Jiménez Ure sobre “la lucha espiritual entre el bien y el mal que recorre la obra de Tarek”. Jiménez Ure y Saab se quejan de la popularidad de Bad Bunny en Spotify, plataforma que no está habilitada en la isla.
La feria celebra, también, los 65 años del triunfo de la revolución y presenta algunos libros alrededor de la celebración, haciendo preguntas diferentes como: ¿cuál es la cotidianidad de la revolución? La pregunta en sí parece un oxímoron, pero muestra la manera en que el oficialismo entiende su momento.
“La revolución es un proceso de elaboración permanente”, dice Mariela Castro, hija de Raúl Castro, parlamentaria y directora del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), en la presentación del libro Vivir sin tener precio, una antología de textos y ensayos sobre la revolución en la que participan diferentes figuras argentinas y cubanas como Silvio Rodríguez, Atilio Borón o Claudia Korol. La necesidad de este libro, explica Francisco Farina, editor de Marea, encargada del libro, “es la necesidad de conocer la cotidianidad de la revolución hoy. No es lo mismo la memoria que la nostalgia”. “En las primeras tres décadas de la revolución seguíamos reproduciendo dinámicas patriarcales. Pero desde principios de los años noventa venimos cambiando”, dijo Castro al cierre del acto. Total, como decía Stravinski: “Lejos de implicar la repetición de lo que fue, la tradición supone la realidad de lo que perdura”.
En lo referente a la literatura contemporánea, “cuesta un poco de trabajo tener un panorama de lo que está ocurriendo”, dice Padura. “Pero creo en cualquier caso que es una literatura que trata de indagar en la realidad de una manera que se viene manteniendo desde la década de los noventa. Antes hubo una literatura conformista y sin conflicto que dominó en los años setenta y ochenta, debido a la censura, represión y marginaciones que se produjeron contra la intelectualidad cubana. Esto hizo que la literatura se escribiera bajo las posibilidades de circulación de una sociedad que vigilaba el contenido de las obras. A partir de los noventa se produce una ruptura entre esos mecanismos institucionales que no tienen posibilidad de dar respuesta a los escritores. Editoriales españolas, mexicanas y argentinas asimilan la literatura cubana y personas como Pedro Juan Gutiérrez, Karla Suárez, Wendy Guerra o Alirio Estévez, una literatura que no es conformista. Sin embargo, y por esta razón, algunos de nosotros sufrimos un proceso de invisibilización”.
La presencia de Colombia en la FILH ocurrió, como muchos eventos, de manera paralela, más no transversal. Tuvo una comitiva de seis escritores, investigadores y sabedores: Francisco Flórez, Fernando Choa, Carmen Millán, Laura Restrepo, Horacio Benavides y María Alejandra Buelvas. Además, Colombia llevó una colección de 412 títulos a La Habana, haciendo especial énfasis en autores y editoriales independientes. Al final de la feria, tanto Brasil como Colombia donarán los ejemplares al Instituto Cubano del Libro para su distribución a través de la red nacional de bibliotecas del país.
Bajo el lema de Elogio de la hospitalidad, que acompaña las comisiones colombianas desde el 2023 a diferentes ferias internacionales, se sucedieron diferentes encuentros alrededor de la literatura contemporánea y el centenario de La vorágine, “la novela colombiana más importante de la primera parte del siglo XX. Fue rápidamente traducida a muchas lenguas y puso a la selva Amazonas en la imaginación de todas las personas que la leyeron”, como dice la académica Carmen Millán. Además de presentar su libro, Fernando Choa también habló “sobre lo que sucedió en la amazonía colombiana en las caucherías desde las personas nativas que hemos vivido allá”. Otros autores como Flórez, partieron de la búsqueda de caminos comunes, hablando de la configuración de una intelectualidad afro como un camino que busca “incorporar la historia de las aguas”, como él mismo la define.