Cultura

Los niños de Javier Caraballo entran al Museo Rayo

El artista barranquillero cierra 2019 con esta exposición individual en Valle del Cauca, una robustecida propuesta basada en el arte infantil y su acercamiento al arte contemporáneo.

8 de diciembre de 2019
Los niños siempre están presentes en la obra de Javier Caraballo. | Foto: Cortesía

Por Andrea Jiménez Jiménez

Son los niños. Son ellos los que han hecho de Javier Caraballo el pintor que hoy es. Los que lo sacaron de su taller inicial, en Soledad, Atlántico, para instalarlo en un espacio más luminoso, más generoso, con más ayudantes para su propósito, en el barrio El Silencio, de Barranquilla.

No se ha alejado demasiado, sí un poco, para estar más cerca de sus clientes. Esos clientes que conquistó con los niños: niños que tocaban mariposas, niños que robaban galletas; niños que hacían volar pájaros a su sombra, con las palmas de sus manos puestas la una sobre la otra.

Niños y más niños en una obra que se ha ido consolidando con el tiempo, entre galerías y exposiciones colectivas, por su dualidad comercial y contemporánea. Caraballo los ha pintado con asombrosa capacidad realista, como si de verdad estuvieran allí, con cuerpo y con alma, con fuerza y volumen y vigor, gastando crayolas en una pared.

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Niños que, ahora, “intervienen las reconocidas obras maestras en un acto que algunos llamarían vandálico y otros solamente inocentes gestos”, como precisa Miguel González, profesor y crítico de arte, y curador del Museo Rayo, el nuevo escenario al que Caraballo entra con una exposición individual titulada Masters of painting, cuyo tema no podría ser otro: son niños.

Siete piezas de gran formato exhiben a pequeños como los nuevos Cezanne, Picasso, Dalí, Warhol, Van Gogh, Murakami o Monet. Siete obras maestras del arte moderno y contemporáneo reversionadas por el artista, egresado de la facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, e intervenidas ‘inocentemente’ por los trazos infantiles que han colmado su obra desde que despuntó con fuerza, hace unos cinco años, en el panorama del arte barranquillero.

Fue colgando uno y otro cuadro en casas y apartamentos de la clase alta barranquillera hasta que se volvió un habitual, un personaje más dentro del universo más íntimo de esos hogares. Fue calando en exposiciones colectivas y robusteciendo su propuesta bajo dos pilares a los que, hasta ahora, les ha prodigado fidelidad: los niños, a través de tres series (El arte es cosa de niños, Box art y Masters of painting) y las cintas de enmascarar; cintas con las que ha escrito palabras y ha pintado bicicletas como si arrancara pedazos de rollo y los pegara directamente sobre el lienzo, un engaño que ha resultado fascinante también para su público.

La exhibición del Rayo llega en el momento más dulce de la carrera de Caraballo, justo después de haber pasado por ArtBo Fin de Semana y Barcú, en Bogotá; de repetir en la Feria del Millón Caribe, de presentar su primera exposición individual en Panamá (Galería Habitante) y de haber puesto el pie en Europa con sus participaciones en la Luxembourg Art Week (del 8 al 10 de noviembre pasados) –que reúne “lo mejor de la producción de arte contemporáneo” y apoya galerías emergentes y exhibe obras a precios asequibles- y en la V edición de Art on Paper -en Bruselas-, una de las principales ferias de dibujo contemporáneo del Viejo Continente.

A Roldanillo, el municipio que acoge la gran obra de Omar Rayo, y que rinde tributo permanente al dibujo y grabado latinoamericano en las muestras que propone, llegaron las siete obras de Caraballo hechas expresamente para esta exposición –que estará disponible hasta mediados de enero-, una serie que retrata “niños genios” con capacidades extraordinarias para el dibujo, de acuerdo al artista. “El trabajo de esta serie es el proceso de una investigación de la estética y el arte infantil donde el niño viene mostrando todo este proceso creativo. Mi campo de investigación son todas estas etapas creativas, desde el garabateo hasta los primeros trazos, las formas geométricas. He vivido todo este proceso en mi obra”.

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Son niños reales, de carne y hueso, los de Caraballo. Se cruzan en su camino porque son hijos de clientes, chicos que conoce accidentalmente, pequeños que demuestran un talento precoz y que se relacionan de una forma que resulta fascinante e inquietante para el artista. “(Los niños) hacen intervenciones en la obra, las complementan. Le ponen nubes y sol, pero pueden llegar a pintarla. Así como yo. Y como los grandes maestros del arte”.

—¿Son estos, los elegidos para esta serie, tus artistas favoritos?

—Sí, claro, y que de alguna forma han incluido la infancia en sus obras.

—Pero incluiste el Guernica, por ejemplo, en un cuadro de esta serie que no está incluido en la muestra…

—Por la grafía infantil empleada

—¿Cuál es la diferencia sustancial entre las tres series de niños que has hecho (El arte es cosa de niños, Box art y Masters of painting?

—Las etapas del dibujo y la forma de ver el arte de los niños. La  primera es sobre el dibujo infantil propuesto como arte. Box art tiene que ver más hacia lo lúdico, el juego creativo de las cajas diseñadas con obras de arte. Y Masters of painting con los niños genios capaces de pintar y dibujar como los grandes maestros.

—¿Y por qué ese énfasis en la infancia?

—Encuentro en ella un mundo estético, lleno de códigos, signos y modos de ver el mundo que me llevan a interpretar los trazos de la infancia como ese lenguaje silencioso, oculto, no verbal, que nos dice mucho de nuestra vida cotidiana, y tiene semejanza con los aspectos del arte contemporáneo actual. Y siempre me han gustado las actividades artísticas infantiles, las que yo hice y veo que hacen otros niños.

—¿Y desde niño supiste que sabías pintar?

—Sí

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Caraballo siempre ha sabido que sabe pintar, como siempre ha sabido -como muchos- que el arte contemporáneo, con sus deformaciones, sus deconstrucciones, se acercan a esos trazos infantiles que llenan cuadernos y paredes y que, ingenuamente, pueden terminar acercándose, siempre sin quererlo, a obras de Kandinsky, si se quiere. Por eso es tan cuestionada la contemporaneidad del arte, sus propuestas más audaces, su cierto espíritu de primitivismo en algunos casos, y Caraballo, con sus trazos cuidados, acabados, y su extraordinaria capacidad de replicar obras maestras, aunque pareciera que se alejara de esto, no hace más que ahondar en esta discusión, aunque no lo parezca.

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