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Los nuevos espacios de la poesía
Las editoriales que publican poemas han perdido peso frente a las páginas web y las revistas independientes. Estar fuera del gran mercado, según algunos poetas, salvaguarda el género.
Amediados del siglo XX, T. S. Elliot se anticipó a la discusión sobre la supuesta “crisis de la poesía”, un tema que ha generado debates acerca de los lectores de poemas, las editoriales que los publican y, más recientemente, sobre la existencia de los propios poetas. Elliot comparó el sentimiento poético con el religioso y aseguró que cuando este desaparece, “las palabras con las que los hombres se han esforzado para expresarlo pierden sentido”.
Hoy sigue generando controversia la pregunta sobre el lugar de la poesía en la cultura colombiana, cuando es visible por medio de eventos como el Festival Internacional de Poesía de Medellín o el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Ministerio de Cultura, sin contar con el trabajo de editoriales independientes como Tragaluz, Frailejón y Luna Libros. ¿Está a la sombra por falta de incentivos y un público que no la aprecia? O, por el contrario, ¿pasa por uno de sus mejores momentos en comparación con décadas anteriores?
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No hay una respuesta única. Muchos críticos señalan, por ejemplo, la ausencia de la poesía en terrenos que antes dominaba, como los relatos, los diálogos y las descripciones de algunos textos, y en espacios sociales como las reuniones en la plaza pública, los matrimonios o los bautizos. Pero para algunos, como el poeta Darío Jaramillo Agudelo, la poesía se ha aislado por su propio beneficio: “Ahora ni se compra ni se vende, no es mercancía, nadie puede tener la profesión de poeta ni vivir de sus versos. Y eso es bueno para la poesía porque la saca de los terrenos de la codicia y del dios dinero”.
Otros, como Piedad Bonnett, consideran importante hablar sobre el componente regional: “Mientras en Antioquia la poesía tiene buen público, hay regiones del país donde no es tan relevante. Bogotá, por ejemplo, ha perdido mucho al respecto, pues la Casa de Poesía Silva ya no tiene la preponderancia de los tiempos de María Mercedes Carranza”.
En el ensayo ‘En un país de poetas, la tradición en crisis’, Juan Gustavo Cobo sostiene que también influyó en el “ocaso de la poesía” su institucionalización, pues hoy se encuentra en lugares prefijados, como la mencionada Casa de Poesía Silva o la Fernando Mejía en Manizales. No obstante, en los últimos años se han abierto otros espacios como los blogs (Otro páramo y La raíz) y las revistas independientes, también digitales.
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Estos nuevos escenarios se están dando a conocer en pequeños círculos de lectores. La historia de Albeiro Montoya Guiral, un joven poeta de Santa Rosa de Cabal, resume en buena medida la firma usada para salvaguardar la poesía en el país. Paralelo a su trabajo de docente de la Universidad ECCI, Montoya creó y edita la revista Literariedad. “No creo que la poesía se esté desvaneciendo en Colombia, sino que las editoriales grandes no se fijan en ella tal vez porque, sinceramente, no se vende”, cuenta.
El tema de fondo, como explica el poeta Juan Manuel Roca, tiene que ver con el enfoque: la poesía está llegando a espacios inexplorados: “Nunca antes ha habido más editoriales independientes dedicadas a la poesía. Ni han ido tan de la mano el poema con las expresiones callejeras. Creo que a lo largo de nuestra breve vida republicana no ha habido, una vez más gracias al tesón de muchas personas, poetas o no, un mayor conocimiento de la poesía escrita en nuestra lengua”.
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Pero lo cierto es que a pesar de los espacios para publicar y leer poesía, continúa abierta la discusión sobre el tipo de poemas publicados actualmente. Jacobo Cardona, antropólogo y poeta, cree que hoy la gente confunde la poesía con jingles publicitarios, canciones pop, frases de autoayuda, discursos solemnes y “rimas idiotas”. Lo ideal, para él, es un mundo en donde la gente se dé cuenta de que necesita la poesía, para “evitar tanto ruido, tantos recorridos sin sentido por el centro comercial”.