CINE
Los Silencios, o cómo nutrir desde otros ángulos la visión de la guerra
Esta coproducción de Colombia, Francia y Brasil intenta acercarse a la guerra en el país, a partir de un espacio poético donde los vivos y los muertos se comunican.
País: Colombia, Francia, Brasil
Año: 2018
Directora: Beatriz Seigner
Guion: Beatriz Seigner
Actores: Marleyda Soto, Enrique Díaz
Duración: 89 min
Calificación: 3 estrellas
Lo más interesante de Los silencios es su apuesta por aproximarse a las consecuencias del largo conflicto nacional sin abandonar lo poético, lo colorido, lo imaginativo. Viéndola me preguntaba si ese énfasis tan poco usual en el cine nacional –y tan necesario– se deba a que la directora, Beatriz Seigner, es brasileña y no lleva encima la carga de tantos años de noticias ininterrumpidas de violencia y muerte con las que todos acá inevitablemente crecemos.
Pensaba si semejante educación que tuvimos, si todo ese dolor e injusticia que presenciamos en vivo y en los medios, no habrá hecho difícil buscarle esa dimensión poética tan clave para un entendimiento integral de lo sucedido. Ojalá que no.
Este es el retrato de una mujer (Marleyda Soto) que llega con un niño y una niña, desplazada a una extraña isla en la frontera entre Colombia, Perú y Brasil. A su marido lo desaparecieron, ella no sabe si está vivo o muerto y le toca recurrir a una tía que la acoge y le ayuda a aterrizar en esta tierra extraña.
Toda esta parte de la cotidianidad no es tan interesante ni tan creíble, quizás por la cantidad de eventos que la película comienza a narrar, pero que abandona por otro asunto igualmente anodino que al poco tiempo también deja atrás.
Así, en el colegio le piden al niño un uniforme, pero está muy caro y la mamá busca a alguien que le preste algún modelo que nadie le ofrece; habla con un lanchero por un trabajo, pero él le dice que no quiere meterse en problemas, sin decir qué problemas serán esos; hay una reunión de vecinos para hablar de un casino que quiere comprar todo en la isla, pero el proyecto desaparece súbitamente sin dejar rastro.
La relación de la madre con su hijo sí tiene algo de continuidad, pero no mucha variedad: a veces él le grita a ella, muy a menudo ella le grita a él. Y entre los dos no se siente empatía ni cariño, sino una retadera agotadora y gratuita, con una agresión repetitiva que nunca llega a ser drama.
Lo más interesante de Los silencios es su apuesta por aproximarse a las consecuencias del largo conflicto nacional sin abandonar lo poético
Pero luego entra en un tema con los muertos que compensa en cierta medida. “¿Tu abuelita ya te ha contado de los fantasmas de acá, de la isla?”, le pregunta una compañera de colegio a la niña. “Hay muchos y tienes que tener cuidado”. A partir de ahí, Los silencios se abre para empezar su intento por pensar poéticamente las consecuencias del acuerdo de paz con las Farc.
Tendencias
Los fantasmas se reúnen en el río y hablan de lo que han hecho, de lo que esperan, de su posible descanso, de la opción de perdonar o de olvidar. Los colores fosforescentes le dan un aire irreal, pero los testimonios lo aterrizan en el contexto.
Las personas que reflexionan no son actores, sino víctimas de la violencia que han asumido a medias el lenguaje institucional –por ejemplo, repiten “conflicto armado” para hablar de lo vivido– y que por momentos no pueden contener sus lágrimas. Es extraño verlos ahí, insertados en una ficción, con sus lágrimas de verdad y su sufrimiento que se vuelven imagen y anécdota.
A pesar de esta sensación extraña, Los silencios da pistas sobre cómo nutrir desde otros ángulos la visión de la guerra.
CARTELERA
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Alerta submarina - 3 estrellas
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