LIBROS

“Los victimarios pueden ser muy parecidos a nosotros y eso nos asusta”: Fabio Rubiano

El reconocido actor y director de teatro presentó ‘Soy asesino y padre de familia’, su primera novela. En ella retoma la maldad, un tema que lo obsesiona. "Ni siquiera los que se consideran buenos tienen una sola cara, esos son aún más peligrosos", dice.

José Vicente Guzmán
24 de marzo de 2017
"La sociedad no quiere ver de la maldad", asegura Fabio Rubiano. | Foto: Daniel Reina

Fabio Rubiano acaba de añadir otra faceta a su prolífica carrera artística. El director de Labio de liebre, la obra de teatro sobre el conflicto colombiano que se ha llevado ovaciones en toda Colombia, presentó esta semana su primer libro de narrativa.

Se trata de ‘Soy asesino y padre de familia’, una novela corta narrada en primera persona sobre un hombre que al mismo tiempo que trabaja persiguiendo, torturando y asesinando a personas que considera subversivas, es un padre de familia amoroso, que ama a sus hijas, disfruta del arte y llora con la poesía.

El libro, publicado por la editorial Planeta, está compuesto por dieciséis capítulos cortos (de uno o dos páginas cada uno) acompañados por ilustraciones de Santiago Guevara.

Rubiano, quien ahora mismo prepara la gira de ‘Labio de liebre‘ por países como Francia y Alemania, también trabaja en un nuevo proyecto con su grupo Teatro Petra. Se trata de una obra unipersonal de Marcela Valencia, su socia de toda la vida, llamado Yo (NO) estoy loca.

SEMANA habló con él sobre su libro y su obsesión por contar el punto de vista de los victimarios.

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Semana.com: Usted es actor, director de teatro y dramaturgo, pero ahora se está estrenando como escritor de narrativa, ¿por qué el cambió?

Fabio Rubiano: Yo creo que uno siempre tiene historias guardadas y las quiere contar desde diferentes lenguajes. Aunque hablar de narrativa para alguien que ha estado toda la vida en el teatro es raro, porque en las tablas lo que menos se hace es narrar: todo lo cuentan los actores a punta de acciones y cualquier tipo de narración hay que sacarla o reducirla al máximo. Así que mis impulsos narrativos tienen mucho que ver con eso. Es difícil dejar el tono teatral y, de hecho, este libro nace de lo que sería un monólogo. Ahora estoy preparando otro que parte de un gran diálogo entre dos personas.

Semana.com: El relato es corto, ágil y se siente como el de un personaje de alguna de sus obras, ¿había pensado antes en llevar esta historia al teatro?

F.R.: No necesariamente. Aunque en el grupo de teatro hemos trabajado la figura del victimario desde hace varios años. Hemos armado a personajes monstruosos como Frankenstein, a villanos elegantes como en El vientre la ballena y a otros más cercanos a nuestra realidad nacional como el paramilitar de Labio de liebre. Alejandro, el protagonista de este libro, a diferencia de los otros, pertenece a una clase social media y a un mundo mucho más cotidiano que los anteriores.

Semana.com: ¿Por qué enfocarse en los victimarios cuando casi todos lo hacen en las víctimas?

F.R.: Porque la sociedad no quiere ver de la maldad. Yo creo que el problema es que en algunas ocasiones los victimarios pueden ser muy parecidos a nosotros mismos y eso no nos gusta. Hay victimaros por miedo y victimarios que también son víctimas. Detrás de cada uno hay razones, que por ningún motivo son justificaciones, pero que hay que conocer y tener en cuenta.

"Siempre intentamos mostrar a ‘los villanos’ de una sola manera, cuando la vida real está más llena de matices", Fabio Rubiano.

Semana.com: Y hay varios tipos de victimarios…

F.R.: Exacto. Esta el que ve las cosas y no hace ni dice nada, y se convierte en un cómplice. El que se vuelve victimario por estupidez. Y yo incluso lo pensaría en el caso de todos los que aplauden a un pastor cuando dice que podría asesinar a alguien. Todos tenemos maldad en nuestro corazón, no estamos exentos de ser responsables. Y ese afán de señalar al victimario como monstruo lo que busca es alejarlo de nuestra realidad y ubicarlo en un terreno más cercano a la ficción.

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Semana.com: En ‘Soy asesino y padre de familia’ el tema principal es la ambigüedad del protagonista: la doble vida del victimario que también es un padre amoroso, ¿quería mostrar esa doble moral?

F.R.: La doble moral la manejamos muchos. En el fondo esta es la historia de alguien que puede ser muy parecido a nosotros. Que no solo maneja discursos dobles, sino triples o cuádruples, algo que se ve todos los días en la realidad nacional. El día que el congreso votó la Justicia Especial para la Paz, por ejemplo, fue muy paradójico ver los discursos indignados de algunos congresistas que se olvidaron que hace varios años aplaudieron a Mancuso.

Semana.com: A Alejandro, el protagonista, también le gusta el arte, escribe poesía, el amor por sus hijas es genuino, ¿será que detrás de la maldad hay atisbos de bondad?

F.R.: Absolutamente. Ningún personaje tiene una sola cara. Uno escucha hablar a Mancuso en las entrevistas y se da cuenta que tiene una gran solidez argumentativa. Santofimio Botero es un gran orador y tiene gusto por el arte. José Obdulio Gaviria es un tipo que sabe mucho de historia. Ni siquiera los que se consideran buenos tienen una sola cara, esos son aún más peligrosos.

"Ni siquiera los que se consideran buenos tienen una sola cara, esos son aún más peligrosos".

Semana.com: Usted ya ha publicado algunas de sus obras de teatro, pero esta es la primera vez que le publican una historia de narrativa, ¿la idea fue suya o de la editorial?

F.R.: A mí me citaron a una reunión en Planeta y lo primero que pensé fue que querían una asesoría para hacer una colección sobre teatro. Pero para mi sorpresa era otra cosa. Me dijeron que la editorial estaba en un proceso de renovación, también que habían visto mis obras y leído mis artículos. Había un entusiasmo muy generoso con mi trabajo. Me preguntaron si tenía alguna historia de narrativa guardada y como todos tenemos una novela en nuestra cabeza, yo les conté sobre mi proyecto de hacer una historia a partir de un diálogo.

Semana.com: Pero esa no es la historia que finalmente publicaron…

F.R.: No. Como ese proyecto me llevaba más tiempo, me propusieron entregar mientras tanto un ensayo breve sobre el conflicto colombiano. Pero yo no soy muy bueno en los ensayos y además me aburren mucho, porque mi manera de expresarme es otra. Así que les contrapropuse escribir un monólogo sobre un asesino que al mismo tiempo que mata y tortura, tiene una vida familiar como la de cualquier ciudadano. Empecé a improvisar a partir de esa idea y los primeros borradores generaron mucho entusiasmo. Y así se concretó el proyecto.

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Semana.com: ¿Fue fácil el ejercicio de escribirlo? ¿Muy diferente a la escritura de obras de teatro?

F.R.: Fue más difícil. Pero no en el momento de escribirlo, sino por todo lo que vino después. Con los textos de teatro funciona diferente: una vez que los termino, los pruebo en el escenario y se empiezan a transformar gracias al aporte de los actores, y casi siempre el texto final termina siendo completamente diferente del que yo escribí. Aquí es distinto, porque no hay posibilidad de probarlo sobre el escenario. Pero, por el otro lado, es la primera vez que trabajo con correctores y editores, y ellos fueron de mucha ayuda. También mi socia en Teatro Petra, Marcela Valencia, quien fue la primera lectora de mis textos. Sin ella no lo habría logrado.

Semana.com: ¿Y de qué se tratará esa novela basada en un diálogo de la que tanto habla?

F.R.: Lo único que puedo decir es que se desarrolla en Bogotá, pero en una Bogotá bastante desconocida, que parece de ficción, aunque todos los hechos son basados en cosas reales. Alguien está buscando a su ser más querido y en esa búsqueda pasa por lugares inimaginados. Pero repito, estará sostenida en hechos reales que uno escucha y no los puede creer.