CINE
El viaje de Jean
El anuncio de una posible herencia sirve de punto de partida a esta película francesa que examina de manera sensible y delicada el componente emocional de las relaciones entre hombres. ***1/2
Título original: Le fils de Jean
Año: 2016
Director: Philippe Lioret
Guion: Philippe Lioret y Natalie Carter, a partir de la novela de Jean-Paul Dubois
Actores: Pierre Deladonchamps y Gabriel Arcand
Duración: 98 min
Este viaje de Jean es, en muchos sentidos, una cosa extraordinaria. Una película francesa sin protagonistas carcomidos por la neurosis; una película casi exclusivamente de hombres que no cae en la tentación de la patanería; una película honestamente sentimental que no se transa por el efecto fácil o el pellizco de unos violines melancólicos. Es extraordinaria de una forma cálida y tranquila, sin amagos de descrestar, y en ese sentido también es una rareza.
Comienza, extrañamente, con dos personas que no importan para nada en lo que vendrá: un anciano bañándose y la señora que lo ayuda y que contesta en algún lugar de Francia una llamada de Canadá que pregunta por una mujer ya fallecida y luego por la dirección de su hijo para mandarle un paquete.
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El hijo es Mathieu (Pierre Deladonchamps) que devuelve la llamada, intrigado por el contacto transatlántico. Ahí sí comienza todo. Quien llama es el médico naturista Pierre Lesage (Gabriel Arcand) que le cuenta a Mathieu que el paquete es una herencia de Jean, su padre biológico, que cayó de un bote y desapareció y que él se comprometió a enviar. Pero Mathieu no sabía que Jean fuera su padre y decide viajar a Canadá para despedirse y entender mejor de dónde viene, así sea en el funeral.
Es un punto de partida que fácilmente podría ser escabroso o dar pie a una telenovela clásica de 500 episodios llenos de envidias familiares y herencias en disputa, pero es una posibilidad que el director Philippe Lioret evita sobriamente.
El centro de la cinta es la relación entre Mathieu y Lesage, el que no conoció a su padre y el mejor amigo del desaparecido, y entre los dos actores se da una química especial que da vida a lo que vemos. Deladonchamps tiene algo frágil y melancólico a lo que Arcand responde con gestos protectores y furtivos, y entre los dos se crea un tejido de sentimientos complejos que van de la desprotección al cariño, de la angustia al cuidado del otro, del desconcierto a la desazón.
Para Mathieu el problema central es el abandono y la forma como podría (o debería) relacionarse con esta familia que nunca tuvo, mientras se pregunta por lo que lleva en sí de este ser ausente. Para Lesage el asunto es cómo lidiar con Mathieu y sus dudas ante la familia de su amigo que no sabe de su existencia.
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Es, en síntesis, sobre las relaciones de padres e hijos, sobre lo que se espera de esa relación y lo que pasa cuando eso que se espera no sucede. También sobre las consecuencias que tienen para los hijos las decisiones de los padres y el difícil camino para llegar a asumirlo.
El gran logro de El viaje de Jean es sumergirse en esta problemática de hombres y encontrar ahí delicadezas, nervios expuestos y vulnerabilidades que resuenan convincentemente y que, en su complejidad y riqueza, nada tienen que ver con los universos masculinos más bastos y vistosos –de flatulencias, caídas y patanerías– tan comunes en las películas que acostumbramos ver en nuestras salas.
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