TAUROMAQUIA
Marcos Prieto, la cuota de sangre de la Feria de Manizales
Una cornada con dos trayectorias de 20 y 30 centímetros puso en riesgo la vida del banderillero bogotano, el único herido por un toro en las ferias de Cali y Manizales. SEMANA lo visitó en el hospital.
“Muchos me preguntaban por qué solté el capote, pero son milésimas de segundo, perdí los papeles”. Las palabras son de Marcos Prieto (Bogotá, 1974) al recordar el momento de confusión en el ruedo que estuvo a punto de desencadenar una tragedia. ‘Traje Roto’ (número 978, 542 kilos), primer toro del encierro de Santa Bárbara lidiado el 5 de enero, no escatimó el descuido del banderillero y lo persiguió en su huída al burladero. Cuando el subalterno parecía guarecido, el toro estiró el cuello y con el pitón alcanzó el cuerpo del torero, lo levantó y casi lo saca del burladero. Marcos sintió como un puñal que entraba en la parte superior de su pierna derecha, y de inmediato los ojos se escondieron en sus párpados. El camino a la enfermería, por el callejón, fue presuroso, aunque para el torero fue eterno. “Ya no aguanto, me voy, pero no que me fuera a morir, sino que estaba muy cansado, desvanecido. Solo quería cerrar los ojos”, recordó lo que sintió cuando lo acostaron en la sala de cirugías de la enfermería de la Plaza de Toros de Manizales para explorar su herida.
El doctor Andrés Ramos, uno de los cirujanos del equipo de la plaza, recuerda que cuando vio el cuerpo de Marcos por encima del burladero sabía que estaba herido. Fue el primero que abandonó el palco de médicos y el primero en llegar a la enfermería para tenerla lista para atender la emergencia.
Mientras los médicos descubrían los destrozos causados por el pitón del toro, Marcos le pidió a su hermano Armando Prieto que llamara a su padre y a sus hijos, Juan y Paula, y los tranquilizara, aunque no se conocía la gravedad del percance. Un orificio de entrada y salida, pero dos trayectorias, una de treinta centímetros hacia el abdomen, y otra de veinte centímetros hacia el vientre, en una de las zonas del cuerpo más mortales de los toreros, el triángulo de scarpa, donde están la safena y la femoral, vena y artería que llevan y traen la sangre de la extremidad.
Manolete (en Linares, 1947), y Paquirri (en Pozoblanco, 1984) fueron dos toreros que perdieron la vida desangrados por cornadas en esa zona. Pero en lo que fue un auténtico “milagro”, el pitón de ‘Traje Roto’ apenas acarició el paquete vascular sin causar el más mínimo destrozo. “Pudo ser muy grave. Fácilmente Marcos hubiera fallecido por un sangrado, o hubiera perdido la extremidad”, dice a SEMANA el doctor Andrés Ramos Piedrahita
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Al comprobar que venas y arterías estaban intactas, Marcos fue trasladado al hospital Santa Sofía, que además de estar a menos de diez minutos en ambulancia de la plaza, tiene un completo quirófano para atender las emergencias de la feria taurina. Esta, la única cornada de la temporada, cayó en manos de tres cirujanos, Andrés Ramos Piedrahíta (cirujano cardiovascular), Kevin Montoya (cirujano general), Carlos Gómez Vera (cirujano vascular).
“Tuvimos que revisar la cavidad abdominal porque teníamos dudas, debido al trayecto del pitón, si estaban comprometidos los órganos internos: intestinos, recto, vejiga… Se hizo un lavado exhaustivo con solución salina y otros insumos para limpiar la cavidad, porque el pitón es un elemento demasiado infectado. Lavamos, corregimos los desgarros, y dejamos un drenaje para vigilar cualquier anormalidad. Marcos fue muy afortunado”, explicó el cirujano Andrés Ramos.
Aunque no era la primera vez que Marcos sufría una cornada (desde 1990 se gana la vida delante de la cara de los toros) la de Manizales ha sido la que más sufrió. Tras la operación, y cuando recobró el conocimiento, el banderillero bogotano nunca había sentido tanto frío en su vida como el que lo despertó en esa sala de cirugías. Temblaba, no podía hablar aunque intentaba pedir algo de calor. Después, el dolor, como si le hubieran arrancado la pierna. Y la frustración, la feria de Manizales apenas iba por su Ecuador, y Marcos tenía otras tres corridas, tres sueldos de 1,5 millones de pesos cada uno que dejó de percibir.
Marcos fue uno de los cientos de jóvenes colombianos que, hace treinta años, gracias al triunfo en España de César Rincón, quisieron ganarse la vida siendo toreros. La afición le viene en la sangre, nació en el barrio La Macarena, junto a la plaza de toros de Santamaría de Bogotá, donde aún lo recuerdan como el torero, y uno de los más ‘patabrava’ en los partidos de fútbol callejero que se hacían todos los domingos, al frente del convento de las monjas de la iglesia del barrio.
Su padre, don Marcos, era el encargado de pasar noches empapelando las paredes de la ciudad con los carteles de las corridas de toros. Era el único bogotano que conocía la primicia de los toreros que harían el paseíllo en la Santamaría, pues en épocas donde ni se atisbaba la aparición de la internet, debía informarle a la ciudad la programación taurina con los pliegos de papel periodico que pegaba con la solución pegajosa de almidón.
Marcos, su hijo, se hizo novillero junto a su hermano Armando. Debutó en la plaza de toros de Bogotá el 23 de agosto de 1992, y dos temporadas después lo hizo como novillero con picadores. En 1998, ambos se marcharon de la capital y viajaron a Cali, a la mejor escuela de toreros que por entonces había en el país. No alcanzaron la gloria, pero se formaron como hombres para afrontar las durezas de la vida.
“Mi hermano trabajaba en una salsamentaria, yo empecé de mensajero y luego administrador de una tienda. Fueron momentos muy duros, pasamos hambre.”, recuerda Marcos en la charla que sostuvo con SEMANA, en la habitación 210 del hospital Santa Sofía, en el barrio Asturias de Manizales.
En total fueron 23 novilladas en la Santamaría de Bogotá, que según el reglamento taurino nacional (Ley 916 de 2002), superan el requisito para que los aspirantes puedan ser avalados para tomar la alternativa. Pero nunca hubo triunfos contundentes como para que algún empresario quisiera darle la corrida del doctorado.
Manizales, sin embargo, ha sido la plaza que más lo ha marcado. Fue allí donde cortó su primera oreja en una novillada de feria, el 6 de enero de 1996. También fue donde renunció a su sueño de ser matador de toros y pasarse a las filas de los banderilleros. El 10 de noviembre de 2002 alternó con con los novilleros Ramsés y Christian Restrepo que se marcharon a hombros. Marcos salió derrotado y decidió cambiar las espadas por el rol secundario del capote de brega y las banderillas.
Marcos y Armando pudieron convertirse en los primeros matadores nacidos en el barrio La Macarena, pero no alcanzaron el éxito como algunos de los vecinos de La Perseverancia, como Jairo Antonio Castro, triple ganador de la Catedral de Manizales. Marcos, como subalterno, ha formado filas de figuras del toreo como José Tomás o Manzanares, y varios colombianos como Ramsés o Luis Bolívar lo tienen como su peón de confianza.
El pasado 30 de diciembre, en la plaza de toros Cañaveralejo de Cali, Marcos integró la cuadrilla de Bolívar en la histórica corrida de Victorino Martín. Con Carlos Manuel Rodríguez ‘Garrido’, fueron los únicos colombianos que se hicieron la foto desmonterados tras poner banderillas a un toro del legendario hierro español.
Armando no quiso alejarse de los trajes de luces por eso se hizo mozo de espadas y un experto en limpiar y reparar los vestidos de los toreros. Vive en España donde por varias temporadas fue la mano derecha de Bolívar.
Ambos, que esperaban ganarse los pesos que la pandemia les quedó debiendo desde hace dos años, interrumpieron la feria de Manizales por el percance. Y mientras la fiesta seguía en el ruedo gris de la plaza caldense, se acompañaban mutuamente en la soledad de la habitación de la clínica.
Marcos, tan pronto le quiten los puntos de sutura, deberá levantarse del lecho de herido para ganarse la vida. Como en Colombia ya no se da la cantidad de corridas de toros y novilladas que se celebraban hace apenas diez años, trabaja con un empresario bogotano de aguacates que también lo tiene como su hombre de confianza. La próxima vez que salga al ruedo es probable que los fantasmas sigan rondando por la cabeza de Marcos, el torero del barrio La Macarena que pagó con su sangre el tributo de sacrificio de la fiesta taurina.