Arte
Maripaz Jaramillo celebra 45 años en el arte; “me tocó una época en que no éramos muchas las mujeres pintoras”, confiesa en SEMANA
La manizaleña comparte su aniversario con una exposición que celebra una de sus grandes pasiones: lo femenino. La pintora retrata su historia en SEMANA.
Maripaz Jaramillo es una de las principales representantes del movimiento expresionista en Colombia. Caldense y provocadora, la artista celebra 45 años de carrera con una exposición, ‘Dulce amanecer’, que abrió sus puertas en la Galería Baobab de Bogotá.
La muestra recoge una de sus obsesiones: el universo femenino. De hecho, ella misma se convirtió en pionera de la pintura en el país, dado que comenzó su carrera en tiempos en que las mujeres tenían poca representatividad entre pinceles y lienzos. En la exposición también compartirá su evolución como artista, pues se arriesgó a incursionar en la animación digital de sus propias obras de la mano del talentoso Santiago Castaño. Con SEMANA, Maripaz hizo memoria y evocó una carrera que ha sido tan compleja como gratificante.
SEMANA: ¿Qué significa celebrar 45 años en el arte?
Maripaz Jaramillo: Es muy significativo porque empecé desde muy joven, contra la corriente, en una época en que no eran muchas las mujeres artistas. Creo que he sido fiel a mi estilo y no he abandonado mi rutina de trabajo. Eso me ha mantenido vigente, además de exposiciones en diferentes partes del mundo, en Europa, en Asia, en Colombia. Eso me llena de satisfacción.
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SEMANA: Háblenos de ‘Dulce amanecer’, la exposición que enmarca este aniversario.
M.J.: En esta exposición las mujeres son protagonistas. Las he retratado empoderadas, bellas y con parejas con quienes son felices. Las pinto tal como las veo hoy: mujeres que se aman a sí mismas, que no sufren por un marido o una relación que las hace infelices. Además, hice una animación con mis obras para entrar en el mundo de la tecnología y acercar mi arte a los jóvenes.
SEMANA: El universo de lo femenino ha sido un gran protagonista de su obra.
M.J.: Empecé hace 45 años y el mundo era diferente para nosotras. No había muchas pintoras. Uno escuchaba hablar de Beatriz González y Olga de Amaral, pero eran la excepción. En todo este tiempo fui testigo del auge de las mujeres en las artes y me alegra mirar atrás y ver lo que hemos ganado. Por eso, celebro a la mujer, pues creo que fui protagonista de un cambio que les abrió las puertas a las que llegaron luego.
SEMANA: Así las cosas, ¿cómo tomó su familia la decisión de hacerse artista?
M.J.: Contrario a lo que pasó en otros hogares, mi familia me apoyó en mi sueño de ser pintora. Desde niña me llevaban a museos, me regalaban libros de arte. Siempre estaré agradecida, porque tuvieron la apertura de entender mi vocación. En esa época no era fácil que una mujer tomara ese camino.
SEMANA: En esa búsqueda de lo femenino, hizo una serie que fue muy polémica, sobre prostitutas.
M.J.: La hice muy joven y la gente se impresionó mucho, pues la vieron como un atrevimiento. Débora Arango ya había trabajado el tema, pero no lo sabía porque no era tan conocida. Entonces, que me metiera a retratar prostitutas fue toda una hazaña y me siento orgullosa de ese atrevimiento. Los críticos la valoraron y con ese trabajo gané un premio en el Salón Nacional en 1974. Pero el público en general fue duro, porque la serie era cruda. Yo venía de estudiar en Inglaterra y llegar a Colombia fue un cambio total; el país era muy conservador y pacato.
SEMANA: El suyo es un estilo muy reconocible, sus dibujos imperfectos, sus colores… ¿De qué se ha nutrido?
M.J.: Desde niña, cuando me llevaban a los museos, me impresionaron artistas como Van Gogh. Sin saberlo, me gustaba el expresionismo alemán, y mi obra siempre ha sido impresionista y kitsch. He trabajado un estilo en el que mi dibujo no es perfecto, es expresionista, con colores vibrantes. Todo eso hizo que tuviera una forma de pintar muy especial.
SEMANA: Otro de sus temas ha sido el de las parejas.
M.J.: En mi carrera he pintado muchas clases de parejas, amándose, dialogando, contemplándose y hasta bailando; algunas, bailando salsa, cuando viví en Cali; y otras, tango, cuando viví en París. Y las parejas mismas han evolucionado. Hoy el hombre se involucra más en las labores de casa, no se siente mal si a la mujer laboralmente le va bien, si viaja mucho o si tiene una carrera exitosa.
SEMANA: Esa no fue precisamente su historia.
M.J.: En mi época era distinto. Casi que para que una mujer pudiera tener éxito debía estar separada. Me casé muy joven, a los 18 años, hice toda mi carrera casada. Y mi marido no aceptó mi profesión. Entonces, terminé por separarme. Me tocó una generación de hombres que poco comprendían que una mujer quisiera realizarse profesionalmente.
SEMANA: Usted formó parte de un poderoso movimiento artístico en Cali. ¿Cómo recuerda esa época?
M.J.: Viví en Cali en los ochenta, mi marido era de allá. En esa época se hacía el Festival de Arte, que era maravilloso. Se disfrutaba del Caliwood, y del TEC, de Enrique Buenaventura, a quien le hice alguna vez una escenografía; todo el movimiento teatral con Fanny Mikey. Fue una época en la que Cali se movía más con el arte que Bogotá. Una época dorada que tuve el privilegio de vivir. Cali fue fundamental en mi formación, y el Museo La Tertulia fue un apoyo impresionante para mi carrera.
SEMANA: ¿Cómo ve el arte actual?
M.J.: Se hace mucho arte conceptual y, como en todo, hay cosas buenas y otras no tanto. Doris Salcedo es una artista conceptual extraordinaria y me parece válido lo que ella hace. Pero insisto en ser pintora y escultora. Claro, para esta reciente exposición trabajé con la animación de mis obras junto con Santiago Castaño, un artista que puso mis obras a caminar, a sonreír. Ha sido como redescubrir mi propio arte en otras facetas. Estoy abierta a otros lenguajes, pero seguiré siendo una pintora.