La estampilla puesta recientemente en circulación por Adpostal Leon motivo del centenario del natalicio de Porfirio Barba Jacob completa la ya larga cadena de desaciertos con respecto a nuestra imagen postal y señala la total ausencia de una política editorial. Aunque las primeras. noticias sobre dicha estampilla -reseñadas por un comentarista capitalino- anticipaban un estupendo logro, el resultado es lamentablemente pobre. La crónica narraba con euforia cómo nuestro director de Adpostal, Douglas Mora, lápiz en mano, había acometido el diseño del poético sello. Sin embargo, no habría de producirse acto creativo alguno. Don Douglas simplemente acudió al más trajinado y fusilado perfil del poeta, aquel realizado por Franklin en 1944, y le añadió un texto y lista la estampilla de Barba Jacob. Mientras por un lado el espécimen muestra inconsistencia tipográfica (dos tipos de letra muy diferentes y contrastados entre sí), las fechas 1883-1983 no alcanzan a definir el quid de si el homenajeado vivió o nació o murió en esos años, y la relación imagen-texto carece de un elemental control espacial y gráfico, por el otro lado, y esto es lo más asombroso, no se pensó ni deseó la conmemoración postal como tal ¿Se trataba de repetir la manoseado figura del Barba ya hecha hacía 4 años o de crear una nueva imagen donde lo creativo y lo moderno mostraran a los colombianos un autor vigente; y rescatado en su actualidad No solamente estamos estériles en lo imaginativo sino que consecuen temente cometemos la mediocridad de copiarnos a nosotros mismos. Adpostal a través de su director y diagramador estrella está ejemplificando lo que es la improvisación y la incapacidad para tratar con belleza y vigor lo que son los valores propios. Si no hay claridad mental y ejecutiva para prever los homenajes, pensarlos y resolverlos, tampoco habrá claridad de diseño, de dominio de los espacios y elementos de composición y de la tipografía. Para sorpresa de los usuarios de Adpostal, los aspectos anotados no son excepciones. Se vienen repitiendo de años atrás y muestran lo que es hacer por inercia, carecer de rigor y no acumular las experiencias. La identificación tipográfica de la reciente estampilla de José María Espinosa apenas describe en letra menuda que se trata de un "Autorretrato 1983", con lo cual el lector podría deducir que refiere a un retrato pintado en este año por el propio pintor, lo cual no sólo no es cierto sino ambiguo. Quien mire con prolija paciencia las emisiones de estos últimos años encontrará inconsecuencias tales como que unas veces aparece el signo $ y otras no; que el año de impresión se incluye o elimina indistintamente; que inexplicablemente después del valor en números se coloca punto o no, etc; hechos que exhiben una falta de claridad y respeto por nuestra imagen postal adentro y fuera.DISEÑO SIN BASESSe celebró recientemente el concurso postal abierto por Tomás de la Rue de Colombia y Adpostal para celebrar el bicentenario bolivariano. 520 entradas, un millón de pesos en premios y tres estampillas colombianas que acaban de ser puestas en circulación son el resultado de tal evento. El único pero eclipsante lunar consistió en el hecho que las bases del concurso no tuvieron la más mínima claridad. Exigían apenas un dibujo en un tamaño de 18 x 23 cms. El concurso quedó reducido a una muestra de pintura donde la estampilla como una unidad de texto y de motivo quedó al margen. Sin especificación alguna de la tipografía para colocarse o del tamaño final del sello, ganaron curiosamente quienes se salieron de las bases y se inventaron el texto de las estampillas. El primer premio colocó la palabra bicentenario sin fechas; el segundo premio en la misma tónica transcribió algo telegráfico pero sustancioso como "Bicentenario natalicio Simón Bolívar etc"; el tercer premio apenas las fechas 1783-1983 sin más datos que un dibujo de un prócer. Quedó así la serie del bicentenario sin datos ni fechas ni alusiones y muy desarticulada. Otra lotería que ni pensó ni ganó Adpostal. En fin, el corresponsal seguirá despistado sin saber por qué en esto de nuestras estampillas la política del "si se puede" es la tropical e inmadura improvisación.