PATRIMONIO
Museos: a conocer la memoria
Las cifras no admiten dudas: a pesar de la excelente oferta, los colombianos cada vez asisten menos a sus museos. ¿Qué tan grave es la situación?
Desde que el Congreso de la Gran Colombia decretó, en julio de 1823, que los objetos que recopiló el sabio José Celestino Mutis durante la Expedición Botánica debían guardarse y exhibirse en un lugar destinado a mostrar la riqueza natural del territorio, los museos comenzaron a formar parte de la historia oficial del país.
De esa orden nació el que hoy se conoce como el Museo Nacional, fundado un año después por Francisco de Paula Santander. A la fecha tiene la colección más grande de Colombia con más de 20.000 objetos en sus salas de exposición y bodegas.
Y aunque en Colombia no hubo un segundo museo, sino desde finales de 1881 (cuando nació el de Antioquia), la creación de estas instituciones se aceleró a lo largo del siglo XX. Hoy, según el Programa Fortalecimiento de Museos, que pertenece al Museo Nacional, 740 entidades prestan este servicio por todo el territorio nacional, con la misión de compartir conocimiento con el público, crear memoria y salvaguardar el patrimonio del país.
Pero las cifras, como las de la última Encuesta de Consumo Cultural del Dane, muestran una tendencia preocupante: la gente dejó de ir a los museos. Mientras que en 2010, el 15,7 por ciento de los encuestados respondió que el último año había visitado algún museo, en 2016 esa cifra bajó a 12,3 por ciento. Esa reducción concuerda con los números que tiene el Programa Fortalecimiento de Museos, según los cuales 9.001.041 personas visitaron estas entidades en 2011, mientras que en 2015 lo hicieron solo 6.756.267.
Para muchos directores de museos ese bajón se debe, sobre todo, a que en los últimos años varias instituciones han estado en renovación –tanto de sus estructuras físicas como de sus políticas y procedimientos internos–, un proceso que todavía puede tomar un par de años para dar resultados. Constanza Toquica, directora de los museos Santa Clara y Colonial, dice que “gracias al Ministerio de Cultura hay un proceso de profesionalización de los museos y de la gente que trabaja en ellos, nos estamos actualizando con los nuevos estándares museológicos internacionales”.
Sin embargo, algunos esgrimen argumentos muy críticos para explicar los resultados. William Alfonso López, director de la Maestría en Museología y Gestión del Patrimonio de la Universidad Nacional, explica que la política nacional al respecto es un fracaso y que “el gobierno, con el mismo grupo de hace 22 años, insiste en una estrategia errada que no está situando a los museos en un lugar protagónico para conservar memoria”.
Otras voces creen que aún hace falta enamorar y acercar a más gente del común, como explica Juliana Restrepo, directora de Idartes, quien lideró el Museo de Arte Moderno de Medellín: “A muchos les da miedo ir porque sienten que son para una elite y que no van a entender los temas. Otros porque ya fueron antes y creen que no van a encontrar nada nuevo”.
Eso hace pensar que los museos actuales tienen que buscar otras formas para presentar sus exposiciones y acercarse al público más joven con eventos como conciertos, espacios destinados para los niños y conversatorios o charlas sobre diferentes temas.
Salir a la calle
Algunos han entendido esa necesidad. El Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo), por ejemplo, estuvo cerrado desde diciembre mientras restauraba su sala principal. Abrirá el 25 de febrero con una exposición de Jim Amaral, Olga de Amaral y Ricardo Cárdenas que comenzará en la calle frente al museo para que la gente se interese y decida entrar a verla completa. Y el año pasado en sus instalaciones organizó un concierto de música electrónica que convocó a decenas de jóvenes.
El Museo de Antioquia también ha hecho esfuerzos por salir fuera de sus muros y ha llevado obras como La Monalisa niña de Fernando Botero a las calles de Medellín.
Un ejemplo de gestión es el Museo Santa Clara (de arte colonial), ubicado en el antiguo convento del mismo nombre frente a la Casa de Nariño en Bogotá. En los últimos tres años ha superado sus propias metas de visitantes. Su directora lo atribuye a las alianzas con colegios, los programas para personas con discapacidad, a la adquisición constante de nuevas obras y a la política de abrirle las puertas a la comunidad. Hace poco organizó una feria artesanal en la que participaron personas de la zona que ni siquiera lo conocían. “Los museos ya no son ese espacio oscuro, decimonónico, reservado para las elites. Ahora se tienen que democratizar y abrir sus puertas”, dice.
De lejos los casos más exitosos son los museos del Banco de la República (el Museo del Oro, el Museo Botero y la Casa de la Moneda), reconocidos por el público y por los turistas. Esas instituciones tienen una política clara para manejar sus colecciones, constantemente innovan con nuevas exposiciones y organizan eventos culturales en sus instalaciones. Su buen trabajo, sin embargo, también se debe a un presupuesto que les permite disponer de suficientes recursos para sus actividades, algo que no pueden hacer todos.
Varios museos, de hecho, se quejan de la dificultad para financiarse. Claudia Hakim, directora del MamBo, dice que el museo no tiene muchas fuentes de recursos: “El ministerio y el Distrito apoyan proyectos puntuales, pero la operación depende de la taquilla, lo que cobramos por algunos eventos educativos y ahora vamos a comenzar a arrendar nuestros espacios. Pero estamos mal, la situación es de SOS”. Ya en 2013, en un diagnóstico preparado por el Programa Fortalecimiento de Museos, solo el 44 por ciento de ellos reportaba haber logrado un punto de equilibrio financiero.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de estas instituciones en Colombia son privadas (el 56 por ciento) y sobreviven, sobre todo, por las donaciones y el apoyo de empresas. Pero esto cada vez ocurre menos: ahora muchas tienen sus propias fundaciones y áreas de responsabilidad social en las que invierten los recursos. Un problema que no se ve tanto en los museos del Ministerio de Cultura.
Otro problema es que los colombianos no conocen la mayoría de los 740 museos que existen en el país. El Programa Fortalecimiento de Museos tiene un sistema de información (Simco) en el que están registrados 309 de ellos que constantemente están informando sobre su gestión y sus colecciones. Según este, en el país hay museos para todos los gustos: arte, historia, arqueología, centros de memoria, acuarios, jardines botánicos e incluso algunas propuestas nuevas como a cielo abierto o virtuales (solo vía internet).
Daniel Castro, director del Museo Nacional, dice que hay que salirse del mito de que en los museos solo hay tesoros y cosas excepcionales. “Todo lo que nosotros tenemos –afirma Castro– es relevante para la ciudadanía, para hablar con el pasado, entender el presente y vislumbrar un futuro”.
Y aunque la situación preocupa, hay señales para ser optimistas. Entre 2014 y 2015 el número de visitantes subió alrededor de 260.000 personas. Además, varios de ellos tienen descuentos o estrategias para que el público los visite a bajo costo. De los de Bogotá, por ejemplo, 35 tienen entrada gratuita los últimos domingos de cada mes.
Los museos, por otro lado, ejercen otras obligaciones igual de importantes a las de atraer al público. Deben investigar sobre el entorno histórico y cultural de sus piezas, gestionar sus colecciones, adquirir material nuevo y crear y conservar la memoria del país. Esa última labor es clave ahora que Colombia está poniendo en marcha un acuerdo de paz y las tensiones políticas, sociales y económicas están saliendo a la luz. “Es un exabrupto pensar que el Museo de la Memoria vaya a ser el único encargado de resguardar la historia en Colombia. Todos los museos deben cumplir esa tarea”, piensa William López.
Por eso hoy, más que nunca, los museos son necesarios para entender al país, y toda la sociedad debe participar en el esfuerzo para que lleguen a una mayor cantidad de público.