Entrevista musical
Nidia Góngora renace con ‘Almas Conectadas’: la cantora comparte con SEMANA por qué la vida hay que vivirla hoy
Un milagro salvó a la nacida en Timbiquí de morir en un terrible accidente y le permite ahora, llena de vida, presentar un maravilloso nuevo disco junto con el británico Quantic. SEMANA habló con la figura de la música colombiana de exploraciones musicales, las historias que la inspiraron y el trabajo por la juventud en un país que carga un lastre elitista.
Un accidente de carretera casi acaba con su vida, pero el destino ve a Nidia Góngora y su increíble voz, natural y genuina como el río Timbiquí, seguir adelante (así sea apoyándose momentáneamente en un bastón). Viva, agradecida, recuperándose y regresando poco a poco a los escenarios, Góngora estrena además Almas conectadas, un disco junto con Quantic que tenía pendiente compartir con el mundo y que la ve triunfar enmarcado su voz en géneros distintos a los acostumbrados. Con su música y sus acciones de trabajo comunitario, la cantora y embajadora absoluta de la música colombiana sigue moviendo sentimientos, conciencias y haciendo país. Hablamos con ella. Esto nos dijo.
SEMANA: Este nuevo trabajo integra muchas más corrientes musicales que las acostumbradas. Háblenos del trabajo y de esa diversidad musical.
Nidia Góngora: Almas Conectadas es la segunda producción en compañía de mi compadre Quantic, e integra el recorrido y viaje musical que hemos hecho, la exploración de las diferentes sonoridades en casi once años de trabajo juntos.
A diferencia de la primera producción discográfica (‘Curao’, 2017), que era la propuesta de Pacífico electrónico enfocado en explorar el diálogo entre ritmos ancestrales (la música tradicional del pacífico colombiano) y ritmos modernos, sobre todo con la influencia de la electrónica y un poco de funk.
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Ahora Will (William Holland, Quantic) está viviendo en Brooklyn, y hay una influencia bastante fuerte de la comunidad latina. Y a eso se suman los viajes y recorridos que ha hecho por Colombia, África, Latinoamérica, Europa... La idea era poder concentrar en este disco lo que han sido estos diez años de viajes, de compartir música, experiencias. Además, no lo hicimos solamente desde la percepción de Quantic y la mía, también desde la perspectiva de los músicos con los que nosotros hemos interactuado, trabajado y compartido.
SEMANA: Abrieron la cancha a todo nivel.
N.G.: Abrimos la cancha. Yo desde muy pequeña tuve una influencia fuerte de la música tradicional; vengo de familia de cantoras y cantores por parte de mamá, pero también tuve un acercamiento y una relación con las músicas del mundo, porque me crie con mis abuelos paternos, y a través de mi papá yo escuchaba son cubano, mucha música boricua y mucho bolero y más. Desde muy pequeña cantaba salsa, son, boleros, baladas...
SEMANA: Tan natural es este lado para usted como el tradicional...
N.G.: Desde muy pequeña tuve influencia y acercamientos a estos ritmos, y, cuando me vine a vivir a Cali, conocí más músicas. Y después de mucho interactuar con Will, el trabajo se dio así, en las giras, cuando hablábamos de música o cuando cantaba en mis ratos libres y él escuchaba la música, que no siempre era tradicional. Y nació la idea de llegar a más oídos y a públicos que querían escuchar otras cosas del universo sonoro de Nidia y Quantic (encuentre en semana.com detalles que ofrece Nidia sobre las historias que inspiran sus canciones y los temas que tocan).
SEMANA: La dinámica no siempre es que Quantic hace pistas y usted canta, también va en el otro sentido...
N.G.: Exacto, no es tan mecánico como la gente cree. Hemos tenido la oportunidad de compartir y convivir, y él ha aprendido de mi vida, de mis gustos, y yo de los de él. Hemos compartido tantas experiencias y charlas, y de ahí surgen las canciones, las letras, melodías. De hecho hay canciones, muchas, que él me mandaba la pista, y me decía “Mira, hice esta pista pensando en ti por la historia que me contaste tal día, en tal viaje”, o “Mira, he pensado que sería chévere que le escribiéramos a tal cosa”, o yo le digo “Hay una historia, hagamos algo”.
Este disco tiene muchas historias reales. Will conoce Timbiquí, un pueblo en el que nosotros tomamos mucho viche, y conoció la historia real de Jairito, un primo al que le gustaba tomar mucho su vichecito, y sufrió un accidente y murió. Y a un hermano mío (Harold) también le gusta mucho el viche. Y pensé en hacer una canción a los vicheros (en el disco, “Balada Borracha”).
SEMANA: Sufrió un accidente muy fuerte. Este disco ya lo tenía grabado, pero hasta ahora ve la luz. ¿Se siente como un renacimiento?
N.G.: Fue algo muy bonito. Siento que el mismo universo conspira con muchas cosas, porque justo cuando me accidenté esperaba que saliera el disco. Se puede leer como un renacimiento, porque fue muy fuerte lo que ocurrió. Y la temática y el sentido del disco considera el universo no desde lo físico, sino desde lo espiritual, desde las energías, desde el aura. La vida me enseñó muchas cosas con este accidente, y de manera inconsciente las plasmamos con Will en estas canciones, y siento que se reafirmaron.
SEMANA: ¿Está recuperada?
N.G.: Fue difícil. Soy cantora, y nosotros cantamos y es difícil cantar sin bailar. Debo cuidar mi columna, no dejarle toda la responsabilidad del equilibrio de mi cuerpo. Entonces, debo, por un tiempo, caminar y sostenerme con un bastón o con una muleta. Y todo ha ocurrido muy rápido. Esa sensación de salir al escenario con un bastón me ha limitado un poco, pero también me ha empoderado. A pesar del accidente tan brutal que tuve, gracias a Dios estoy viva. Y puedo seguir cantando, alzando mi voz, y tengo ese bastón para sostener el peso de mi cuerpo, que me da fuerza para seguir cantando a viva voz.
El bastón lo uso como una tercera pierna, que en lugar de restar ha llegado a sumar. A través de mis brazos le doy movimiento, y cuando no puedo mover mis piernas, lo muevo a él y muevo mis hombros. Es mi sostén
SEMANA: El tema del baile, ¿cómo lo sortea?
N.G.: El bastón lo uso como una tercera pierna, que en lugar de restar ha llegado a sumar. A través de mis brazos le doy movimiento, y cuando no puedo mover mis piernas, lo muevo a él y muevo mis hombros. Es mi sostén, me sirve para reafirmar muchas cosas en mi vida, entre ellas que, como tú vives, así es el momento de tu partida. Y tenemos propósitos con los que venimos a este mundo, y mientras no los cumplas, pues aquí permaneces. Así lo leo yo. Es un milagro, desde lo humano no se puede explicar pero desde la fe y lo divino sí, y eso fue lo que pasó conmigo y mi familia, que estamos vivos. Lo veo como un milagro y una segunda oportunidad, y estoy lista para seguir después de esta señal con ese propósito con el cual vine al mundo.
SEMANA: Se conmemoran 170 años de la abolición de la esclavitud en Colombia. Desde su experiencia, ¿Colombia ha evolucionado en ese sentido?
N.G.: Se viven el racismo, la discriminación, la desigualdad a niveles distintos, pero no menores. Se ha avanzado en temas de derechos, está la Ley 70, pero en Colombia hay un problema fuerte de identidad, de educación, y eso ha permitido que haya retrocesos y que ese monstruo dormido de la discriminación se despierte.
En algún momento, se pensó que Colombia se había reconocido como un país pluriétnico, diverso, pero en otro sentido van la corrupción, la arrogancia, la falta de sensibilidad, la apatía que hay. Ese afán de desconocer al otro, de no reconocerlo, ha permitido todo esto. Mientras se mantenga esta inclinación elitista, egoísta, y se siga creyendo que vivimos todavía en la época de la colonia, cuando cinco, seis familias poderosas veían al resto como esclavos y peones, va a ser muy complicado progresar. Pero hay avances, no solo del pueblo afro, del indígena, han despertado. Las nuevas generaciones también, la juventud ya no traga entero y entiende las dinámicas a cambiar para vivir en una sociedad más equitativa y tranquila. Debe haber un cambio estructural, los jóvenes hemos entendido eso y estamos trabajando en función de hacerlo.
Mientras se mantenga esta inclinación elitista, egoísta, y se siga creyendo que vivimos todavía en la época de la colonia, cuando cinco, seis familias poderosas veían al resto como esclavos y peones, va a ser muy complicado progresar. Pero hay avances, la juventud ya no traga entero.
SEMANA: Propaga usted esperanza desde sus melodías, hay lógica entre canto y hechos...
N.G.: Tengo el medio, la música, un vehículo de mucho poder para llevar el mensaje que se necesita llevar. Y tengo la responsabilidad de ejercerlo, de hacer música con sentido, desde el amor, con mensajes que el mundo necesita escuchar. Ya está bueno tanto perreo. Que no es malo...
SEMANA: Mucha polémica ha generado J Balvin y su vehículo, el reguetón...
N.G.: No es cuestión del género, es cuestión de la forma como usas el género o la música, como usas este vehículo para llegar a la gente y llevar el mensaje. Todo artista debe llevar un mensaje, a través de las diferentes líneas (si eres plástico, si eres bailarín, si haces teatro), pero hay una manera de llevarlo. Muchos músicos respetadísimos han usado música urbana para llevar mensajes poderosísimos y hacer muy buena música. Otros, de música urbana y otros géneros, se han dedicado a incendiar el mundo a través de sus letras, sus mensajes y sus canciones. Más que el género tipo de música, es la intención y el mensaje que transmites.
SEMANA: ¿Existe un artista sin compromiso en un país como este?
N.G.: Claro que sí, muchísimos. No quiero juzgar aquí, cada quién sabe cómo y por qué hace las cosas pero sí siente uno que los músicos tenemos compromisos que nos deben llevar a pensar y a replantearnos actitudes frente a las realidades que vive el país. Es como cuando tú vives en una casa con tu familia y la casa está en conflicto y tú te haces el de oídos sordos.
Las personas que de alguna manera movemos masas, los referentes que con canciones sensibilizamos y llevamos a la gente a diferentes estados de ánimo, tenemos la responsabilidad de manifestarnos. Nuestra actitud puede ser o muy beneficiosa y aportar o puede generar el efecto contrario.
Este país es nuestra casa, tierra, y todos quisiéramos vivir en paz y tranquilos. Para esto no se puede ser indiferente, pensar que todo está bien “si a mi familia no le toca”, “si a mí no me afecta”, porque uno cree que no le afecta directamente, pero aquí todos hemos sufrido. Las personas que de alguna manera movemos masas, los referentes que con canciones sensibilizamos y llevamos a la gente a diferentes estados de ánimo, tenemos la responsabilidad de manifestarnos. Nuestra actitud puede ser o muy beneficiosa y aportar o puede generar el efecto contrario.
SEMANA: Va mucho a su Timbiquí natal, ¿ha mejorado la vida?
N.G.: Ha cambiado. Mucho se ha transformado, con algunas cosas positivas y otras muy negativas. Como artista, como cantora y gestora, tengo una responsabilidad social, y es lo que tratamos de cubrir a través del trabajo de Nidia Góngora y también con la Fundación Canalón, que dirijo. Sé que los tiempos cambian, pero vivo con la ilusión de que los niños de Timbiquí puedan ser felices como lo fui yo. Fui una niña muy feliz, me crie en un hogar maravilloso, y me gustaría que los niños pudieran vivir algo similar. Por eso siento la responsabilidad de hacer lo que corresponde para menguar un poco esos conflictos que viven los niños hoy. Y si se puede hacer a través de trabajos de acompañamiento con ellos, a través del arte y la cultura, lo voy a hacer.
SEMANA: Cuéntenos de ese trabajo...
N.G.: Tenemos un trabajo bastante importante con los chicos del Oriente de Cali, un sector de alta vulnerabilidad, no solamente por el nivel de pobreza en la que viven las personas, en su mayoría afro. Es un espacio donde los niños viven con muchas problemáticas, de violencia, de microtráfico, en fin... falta de educación, de oportunidades, de trabajo, madres cabeza de hogar que tienen que dejar a sus hijos, una cantidad de problemáticas bastante complejas. Y venimos realizando un trabajo de acompañamiento a los jóvenes. A través del arte y la cultura, de la enseñanza de la música de marimba, acompañamos a estos jóvenes y estas familias. Atendiéndolos, abrazándolos, pero también cambiando sus vidas.
A través del arte y la cultura, de la enseñanza de la música de marimba, acompañamos a estos jóvenes y estas familias. Atendiéndolos, abrazándolos, pero también cambiando sus vidas.
Eso estamos haciendo también en Timbiquí. A través de la fundación, hay varios proyectos. En estos momentos acompañamos una escuela independiente de música de marimba. Y también estamos trabajando con niños y jóvenes, en convenio con MinCultura, en un diplomado. Atendemos procesos psicosociales con los jóvenes allá, como secuela de la violencia y de toda esta problemática en el territorio; la pos pandemia y los conflictos que ha habido allá, no solo violentos. También por problemas de minería.
Estamos acompañando a nuestros jóvenes porque se vive un momento de bastante vulnerabilidad. Hay muchos chicos que está siendo reclutados, otros han desertado de los colegios, hay mucha problemática. Los chicos salen del colegio y en Timbiquí no hay una universidad. Y los que no pueden ir a Cali a estudiar, se quedan allá y es muy difícil conseguir una oportunidad de trabajo, de seguir estudiando. Están expuestos a muchas cosas.
SEMANA: Volviendo a su trabajo discográfico, compártanos más historias de estas canciones...
N.G.: Claro, y hay unas fuertes. Una se llama “Adiós Chacón”, una de mis favoritas. Me trae mucha nostalgia, porque narra la historia de un niño de la población que, un primero de diciembre, se ahogó.
Una se llama “Adiós Chacón”, una de mis favoritas. Me trae mucha nostalgia, porque narra la historia de un niño de la población que, un primero de diciembre, se ahogó.
En nuestra región el 31 es importante, es fin de año, pero el primero de diciembre la tradición es que casi todos nos vamos de paseo a las playas del río Timbiquí; playas de piedra y agua dulce. Entonces muchas familias de esta población subieron al río a nadar en una de las tantas playas que hay. Y en un pequeño descuido, el niño se ahogó. Entonces yo narro un poquito el significado para nosotros de nuestra niñez, cuento el contexto de esta playa de Chacón, cómo es la vida de los niños allí, cómo se relacionan con el ecosistema, con lo que pasa, la cotidianidad, los pescadores, la relación con la naturaleza. También exploro lo que ocurre cuando un niño muere, desde lo espiritual y desde nuestras creencias. Son como esos ángeles que nos cuidan. Antes que narrar lo dura que fue la historia, narra el contexto en el que vivió y el post acontecimiento: ¿qué ocurre desde lo espiritual con esta alma que trasciende?
Otra canción, “Adorar la Sangre”, tiene influencia de blues, un género que me gusta muchísimo, y tiene una profundidad espiritual que te desliga de lo terrenal bastante fuerte.
Otra canción, “Adorar la Sangre”, tiene influencia de blues, un género que me gusta muchísimo, y tiene una profundidad espiritual que te desliga de lo terrenal bastante fuerte.
Timbiquí es un pueblo de tradición católica, una de las secuelas fuertes que dejó el colonialismo, todo ese proceso, y nosotros vivimos nuestra espiritualidad de una manera bastante interesante, me parece. Hay una mezcla fuerte de poderes, porque está la influencia del catolicismo pero hay una influencia fuerte de lo africano. Existe una combinación bonita entre esa espiritualidad heredada desde la fe hacia Jesús pero también se puede percibir desde la confianza plena del poder de la naturaleza. La canción habla de ese trasegar que le tocó a Jesús en su etapa de pasión, muerte y resurrección, tal como la narra la Biblia, y de las creencias hacia el poder de adorar la cruz. Entonces habla sobre eso, la adoración de la cruz pero con una melodía muy muy africana.
También habla de ese despedir a nuestros muertos, de cómo lo hacemos, y de la fuerza de poder explicar el poder de la fe, de lo espiritual, de lo que trasciende, y de cómo se combinan en estos rituales el canto y el rezo. Es decir, la oralidad cobra gran importancia en el Pacífico y es uno de los elementos que tocamos en el disco, queremos que la gente conozca las diferentes formas en las que se manifiesta el patrimonio oral en el Pacífico.
SEMANA: ¿”Macumba de Marea” sería quizá la canción más tradicional de Nidia Góngora en el disco?
N.G.: Una canción hermosa, con el ritmo que más se acerca a lo que la gente estaba estaba acostumbrada a escuchar de Quantic y Nidia. Habla también de las creencias, de lo espiritual, de esos seres que ya no están en cuerpo pero sí en el alma.
Nosotros cuando alguien se muere nos preocupamos en sobremedida por el cuerpo, por darle sepultura, acompañar ese cuerpo, pero descuidamos el alma. Y es el alma a la que más cuidado hay que tenerle. La canción habla un poco sobre esas almas, es un homenaje a ellas, a las almas que se van y no consiguen quien les rece, quién les haga un ritual de despedida.
(Nidia rompe en dulce canto...)
Ponle cuidao’ que allá viene
Viene asomando la Ola
Correte pa’ la orillita
Mira que no viene sola.
Mar arriba, mar abajo,
mar adentro, mar afuera,
Ahí anda... el alma en pena, en la ola... Lo más seguro es que era el alma de un pescador. Es una de esas historias que nos contaban los viejos a nosotros de niños, sobre esas personas que se iban al mar a pescar y nunca regresaban. Se las tragaba el mar, y no se les daba santa sepultura, entonces tocaba hacerles un novenario y rezarle. Eso a los que uno conocía, pero ¿a los que uno no conoce? Qué pasa con todas esas almas que van acompañando esas olas, que van y causan tantos estragos, porque están llamando la atención y pidiendo a gritos un alabao, alguien que las ayude a despedirse, encontrar el portal. Ellas necesitan también que las acompañen.
SEMANA: ¿Apoya a Francia Márquez?
N.G.: Me siento identificada con ella, y creo que está marcando un momento histórico para el país. Es una persona que no ha perdido ni su sensibilidad, ni su empatía, ni su compasión, y guarda las características que en estos momentos necesitamos de los liderazgos de nuestro país.