Música
“No lanzaríamos un álbum de trap. No sería Röyksopp”, Svein Berge y Torbjørn Brundtland sobre su ‘Profound Mysteries I, II, III’
Hablamos con el dúo noruego sobre la melomanía y megalomanía de un lanzamiento triple, así de ambicioso, para mantener a la tribu bailando y sintiendo a la vez. Les preguntamos sobre la polémica Copa Mundial en Qatar, su compromiso como artistas y los balances de componer entre electrónico y análogo.
Desde Bergen, la segunda ciudad noruega más poblada después de Oslo, que no abandonan porque los acerca a una naturaleza abundante y generosa que los relaja e inspira, los artistas de música electrónica Svein Berge y Torbjørn Brundtland, conocidos como Röyksopp, nos dieron una entrevista.
¿El motivo? La parte final de un proyecto masivo que han ido entregando por fases a lo largo de este 2022, en el que le rinden homenaje al camino que labran desde los años noventa, que estalló y sigue estallando este siglo, y a las muchas inspiraciones musicales que los forjaron. En sus treinta pistas, el disco triple Profound Mysteries I, II y III los confirma como una fuerza creativa, sonora y sensorial que todavía sorprende, desde su capacidad de provocar genuinas explosiones de baile pero también de ofrecer momentos atmosféricos de reflexión, contemplación y añoranza. Sobre el disco, sobre el mundial, sobre la vida, esto dijeron.
SEMANA: ¿Les interesa este Mundial de fútbol? ¿Algún favorito?
Svein Berge: Soy un gran seguidor de los deportes, del fútbol en particular. Solía jugar cuando era niño, así que me gusta mucho. Y bueno, como sabes, esta edición es difícil, por Qatar. Y me duele, pero luego veo un partido como el de Arabia Saudita-Argentina, y me rindo, me entrego de nuevo al juego porque es parte de lo que uno quiere ver; un equipo no favorecido conseguir un resultado y crear un momento especial. Sobre los favoritos, Noruega no se clasificó, pero quiero ver las actuaciones increíbles de los jugadores. Adoro el juego, más que el país mismo en el que jueguen. Me gusta seguir a Virgil van Dijk, quizás porque jugaba de defensa en el mediocampo.
En las fases finales sí quiero a los clásicos, a los grandes, a Brasil y a todos estos; quiero ver las actuaciones increíbles porque adoro el juego, más que el país mismo en el que jueguen. Ese es el factor que tiene que estar. En la pizza tiene que haber queso, si no, no hay pizza. Hay ingredientes que tienen que estar, sin los cuales no es un mundial.
Torbjørn Brundtland: Disfruto el fútbol pero no voy a un equipo específico. Creo que es interesante seguir a Alemania, y si ganan no me pongo triste.
SEMANA: ¿Se ha negado a tocar o participar de algún evento por cuestiones éticas?
S.B.: Solemos decir que Röyksopp es apolítico. No queremos promover nuestras visiones en la música, pero si la escuchas profundamente, estas terminan por salir a flote. Hay lugares a los que no iría por temas relacionados con algo “básico” como los Derechos Humanos, y me duele porque mi interés es conocer el mundo y su gente. Ahora, creo que esos lugares tampoco quisieran tenerme ahí o trabajar conmigo. Sin ofender a nadie, soy ateo, y hay ciertos países que no me invitarían, donde quizás yo debería recibir la pena de muerte. Pero estoy tranquilo con eso, apoyo que cada quien sea quien quiere ser y es.
SEMANA: Parece un sello de la música electrónica de su región tocar emociones más allá de provocar solo baile. ¿Hay un sonido nórdico?
S.B.: Todo se trata de perspectiva, de la experiencia subjetiva con la música, es decir, es algo que va en cada individuo. Mi percepción también es que hay algo distinto de la música que proviene de estos lados. Y si volteo la pregunta, creo que yo puedo identificar cuando un sonido viene de Latinoamérica y diferenciarlo de algo que se haga en Noruega y pretenda sonar latinoamericano. Yo puedo escuchar a la banda de fusión brasilera Azymuth, de los setentas, y sé que su música solo podía haber sido hecha allá y jamás hubiera provenido del norte de Noruega. Tu lugar de origen y el lugar en el que haces tu música sí colorean lo que haces.
Tu lugar de origen y el lugar en el que haces tu música sí colorean lo que haces
SEMANA: ¿Cómo viven el don de hacer bailar a la gente y, a la vez, ofrecerle una banda sonora a sus vidas?
T.B.: Es un intercambio, una doble vía. La audiencia participa activamente en un concierto con su baile, y esto nos da mucho a nosotros. Y en lo que concierne a la música que lanzamos, si bien no podemos pasar el tiempo con quien nos escucha, aún así sentimos la conexión con la gente que se interesa. La audiencia tiene el don de participar y crear algo junto con nosotros y el resto de seguidores. Se trata de un loop de feedback, no una ruta en sentido único.
Más allá de que escuches o no nuestra música en tu casa o en un concierto nuestro, o un DJ set, la disfrutas más mientras más te inviertes en ella.
S.B.: Más allá de que escuches o no nuestra música en tu casa o en un concierto nuestro, o un DJ set, la disfrutas más mientras más te inviertes en ella. Los que aprecian lo que hacemos son devotos, a su manera, de un proceso activo. Como a la hora de apreciar una cena: si comes buscando algo con tus sentidos, tu gusto, tu nariz, posiblemente salgas recompensado. Si no, lo consumes y ya. En todo arte, hay que permitirse el compromiso, lo hace todo más emocional.
SEMANA: ¿Qué separa a la música electrónica del resto?
T.B.: No me pondré filosófico, iré a lo directo y simple. Desde que era muy joven, siempre adoré las baterías electrónicas. Había algo en el sonido, en cómo suena un bombo electrónico. Es lo más simple del mundo, porque es la onda de señal básica, no hay nada especial, pero quizá eso es lo que a mí me funciona.
S.B.: Cuando era un niño, había una guitarra acústica en mi casa, y mi madre solía tocarla. Escuchando The Beatles, yo entendía la mecánica: esta es la guitarra, esa es la batería, ese es el piano. Pero todo cambió un día, antes de ir a la escuela, cuando mi hermano mayor me introdujo a Jean Michel Jarre y a Kraftwerk. Yo no entendía el tipo de magia que era y me atrajo de inmediato el no entenderla. Era magia, literalmente, que conectaba con las películas con las que crecí, Star Wars y otras más –su nombre en Zoom es HAL 9000, de 2001 A Space Odyssey, de Stanley Kubrick–. Tenían que ver con el espacio, con el futuro, con la magia, todos enrollados en uno. Ese fue el atractivo de la música electrónica para mí, y me marcó desde niño.
SEMANA: Hay que tener agallas para lanzar un álbum triple en estos días. ¿Qué reacción tuvo su sello? ¿Importó?
S.B.: Dijeron que sí y gentilmente subieron el pulgar, pero no sabemos de su reacción cuando salimos del cuarto. Siempre hemos estado enraizados en la libertad artística absoluta. Hemos hecho esto a nuestra manera desde Melody A.M. (su álbum debut de 2001). No reinventamos la música pero sí lanzamos algo que no se había escuchado hasta entonces, y eso nos ha perseguido. Y los sellos disqueros y los seguidores y fans han confiado en nosotros y nos permiten seguir esta exploración, nos permiten hacer algo como esto que se toma muchísimo tiempo en ser especial. Creo que apelamos a esos cuyos intereses se salen de lo común, que no son entregados al mainstream.
T.B.: Nadie nos ha señalado lo megalómana que resulta la idea de hacer un disco triple, y quizá nos extraña eso, la falta de unos dedos apuntando a nosotros preguntándonos qué nos creemos, diciendo que estamos muy convencidos: ¡Nadie lo ha hecho! Y eso conmueve, significa que la gente está interesada. Pero cuando pensamos en la idea de un álbum triple, soltamos una risa entre nosotros, porque es y suena demente.
S.B.: Se acerca al territorio de Spinal Tap –falso documental de Rob Reiner sobre una banda con ideas grandiosamente estúpidas–... llevas haciendo música por tanto tiempo y te sientes tanto, con tu ego grande, y de ahí nace una idea así. Pero siento que, al entregar algo bueno, nos alejamos de ser una banda como Spinal Tap.
SEMANA: La audiencia no los va a azotar porque, en efecto, el álbum es buenísimo. Quería enfocarlos en “The Night”, una pista increíble con Alison Goldfrapp que viaja y suma capas.
S.B.: Una de las cosas que queríamos lograr con este proyecto de Profound Mysteries, era rendirle tributo a los géneros y estilos musicales que nos forjaron a nosotros. Seguir la idea de pararnos sobre los hombros de gigantes. En esta frase nos elevé a gigantes, y no era mi intención hacerlo. Lo innegable es que muchos pavimentaron esta ruta que atravesamos y queríamos tener un gesto con ellos.
“The Night” es una referencia a varios géneros distintos y artistas específicos. Ahí hay guiños al electro, hay guiños al todopoderoso Kraftwerk y a muchas más cosas. Y somos bendecidos al poder contar con la maravillosa Alison Goldfrapp, el corazón de este asunto. Así que, en mi cabeza al menos, confluyen varias frecuencias gigantes de la cultura popular confluyendo y atiborradas en una creación (excluyéndonos a nosotros del fraseo de los gigantes).
La pista trata de disolverse. Eso queríamos en estos soundscapes (paisajes auditivos). Hay un sonido líder que entra, y con las dinámicas de la pista se va “lavando” sobre el resto. Para mí, se trata de disolverse en la noche, una sensación que aprecio, que toca como me siento.
T.B.: Yo estoy de acuerdo con todo lo que dice mi colaborador de tanto tiempo, pero me gustaría especificar que cuando Svein menciona electro, probablemente quiere decir el electro que se produjo en la primera mitad de los años ochenta —Afrika Bambaataa es una referencia que gente de nuestra edad (es generación 85) puede entender—. Es ese tipo de electro.
“The Night” revela la importancia de dejar que las cosas sucedan. Somos nosotros “jameando” en el estudio y dejándolo suceder. Dejarnos rodar con la pista.
Y sobre “The Night”, revela algo sobre la importancia de dejar que las cosas sucedan. Ese sintetizador por oleadas que entra en la segunda parte de la canción es simplemente nosotros dejándonos volar. Para usar una palabra quizá conocida, somos nosotros “jameando” en el estudio y dejándolo suceder. Dejarnos rodar con la pista.
SEMANA: Más de veinte años de música en un siglo en el que la industria musical cambió, ¿cómo se mantienen libres de la adicción a los clics y reacciones en redes?
S.B.: Una pregunta “profound”, sin duda. Tiene que ver con que lo disfrutamos. Empezamos por el disfrute de lidiar con la creación musical, por la música, no por la fama, la riqueza u otra cosa. Hacemos esto para nosotros, y parece muy egoísta este ejercicio. Más allá de la atención que nos ha traído, es algo que hubiéramos hecho igual. Y nuestra relativa longevidad se explica en que nos mantenemos firmes en lo que creemos. No hacemos música para llegar a una audiencia masiva o subirnos a alguna tendencia: esta es la música que queremos escuchar. Y no es que no escuchemos cosas nuevas o sonidos que son tendencia, quizá nos inspiren, quizá tomemos prestado de alguna, pero no nos jugamos por ellas, no nos cambian. No vamos a lanzar un álbum doble de trap. Eso no es Röyksopp.
No es que no escuchemos cosas nuevas o sonidos que son tendencia, quizá nos inspiren, quizá tomemos prestado algo de ahí, pero no nos cambian. No vamos a lanzar un álbum doble de trap. Eso no es Röyksopp
T.B.: Cuando los artistas están pendientes de cómo hacer buen marketing en la web, irónicamente mencionan que trabajan para el algoritmo. Si algo nuestro no es lo que recomienda el algoritmo, no nos sentimos en deuda o en falla, solo sentimos que estamos un paso adelante de la máquina.
SEMANA: ¿Es posible hablar de canciones favoritas entre estas nuevas canciones, o a todas aprecian por igual?
T.B.: Es un proyecto grande y ha tomado mucho tiempo. Antes que nada, cuando trabajas un álbum tradicional, planeas unas diez pistas, más o menos. Aquí hablamos de treinta. Y personalmente, confieso, me ha pasado que uno me sorprende, “Oh, ¡qué gran track es este!”.
S.B.: Yo diría que hay pistas de las cuales tengo memorias bonitas de cuando las hicimos. Tengo memorias de todas, pero en unas las cosas fluyeron más entre los dos, ahí sentados. Para mí, se trata de las memorias atadas a las canciones. Me gustan todas las 30, no las hubiera lanzado si no fuera así, o incompleto, o malo. Hacer música deja memorias, y unas memorias son más preciosas que otras, porque sabemos que a veces se nos dificulta. Y a veces cuando la luchas y luego la resuelve, esa se convierte en una experiencia elevada.
SEMANA: Denos un ejemplo, ¿con cuál lucharon?
S.B.: A menudo se trata de pistas en las que nos alejamos del estilo por el cual se nos conoce. Recuerdo la pista “Tell Him”, de Profound Mysteries II, una de corte cantante/ cantautor, estilo años setenta, casi de Fleetwood Mac. Y supongo que el problema es que queríamos que fuera minimalista, de pocos elementos, pero no aburrida. Y bueno, encontrar ese balance, hacerla funcionar y ser interesante, escasa e intensamente electroacústica, fue un reto. Ese es un ejemplo.
T.B.: Pasamos mucho tiempo en la pista “Speed King”; hay tantos elementos, tantas cosas sucediendo al tiempo, así que el viaje de hacerla nos tomó mucho tiempo. En retrospectiva se siente muy gratificante, ahora que veo el resultado, pero tomó muchísimo tiempo llegar.
S.B.: La primera versión que teníamos era de solo ideas, pero no se traducían bien.
T.B.: El vocoder sonaba asombroso, para nosotros, pero la energía de la canción no llegaba, y nos tocó usar la imaginación para conseguirla. Queríamos hacer evidente la energía y su presencia, sin un beat de dance. No queríamos eso. Y eso nos devuelve a esas batería orgánicas de las que hablaba Svein, que yo también adoro. Las electrónicas tienen una cierta eficiencia inherente, pero a la hora de producir ese sonido que te deja un sabor, necesitas una raíz orgánica. Entonces, a veces ese es un reto gigante. El no irse totalmente al lado electrónico de las percusiones y encontrar ese feeling de rock en ese momento específico.
Prima el “por qué no ambas cosas”, que, creo, es el mantra de Royksopp. Por qué no tener el aspecto digital electrónico, como quieras llamarlo, pero también el lado acústico y su textura
S.B.: Prima el “por qué no ambas cosas”, que, creo, es el mantra de Royksopp. Por qué no tener el aspecto digital electrónico, como quieras llamarlo, pero también el lado acústico y su textura. Específicamente, no luchábamos, pero sí tratábamos de encontrar ese balance de cuánto rock, como dijo Torbjørn, podíamos introducir y cuánto espacio disco. Se trata de llegar a ese punto dulce, el que nos guste, entre lo bailable, lo interesante, grande, pero firme, y con la energía del rock y es disco espacial. Y combinar todos estos sabores consume tiempo.
SEMANA: Hablando de rock, ¿coinciden en sus bandas favoritas?
S.B.: Me gusta esto. Yo navego entre beats diferentes. Me gusta el rock progresivo...
SEMANA: ¿Algo de King Crimson, quizá?
S.B.: Es un tipo, sin duda: In the Court of the Crimson King me gusta mucho. “Epitaph” es quizás uno de mis tracks favoritos, pero me gusta mucho un progresivo quizá más “tonto”, sinfónico, italiano, que es cursi como el demonio, y me gusta. También escucho mucho stoner rock; me gusta el Black Sabbath temprano y Led Zeppelin. No hay una cosas, son varias. Hay muchos héroes en el rock.
T.B.: En lo que a rock respecta, Svein sabe mucho más que yo. Sí me gusta Sabbath y Queens of the Stone Age, por mencionar dos bandas, pero no escucho mucho del género. Pasa que cuando crecí fui algo forzado a escuchar rock, sin yo pedirlo (así sea injusto con el género).
Pero me gusta cuando se le usa bien. Me gusta la pista “Slaughterhouse”, que usa David Lynch en Wild at Heart; disfruto cuando el rock se usa bien. La banda se llama Powermad, un nombre bastante genial. Y solo me los topé por esa película. Esa es mi referencia.
S.B.: Es importante lo que menciona Thorbjorn. En los ochentas, la exposición al rock que vivimos nos impactó, pero es el rock que menos me gusta, prefiero el de los años sesenta y setenta, y luego el de los noventas, con Nirvana y lo más temprano de Alice in Chains.
SEMANA: Si Röyksopp fuera un jugador de fútbol, ¿cuál sería?
S.B.: Un jugador que va debajo del radar y, posiblemente, corre muchísimo. O un trabajador entregado que no recibe mucha atención pero que se nota cuando no está en la cancha porque el tempo bajó un poco la intensidad.