ENTREVISTA
“No tengo nada contra los sacerdotes”: Evelio Rosero
‘Toño Ciruelo’, de Evelio Rosero, es una de las novelas más vendidas de la Feria del Libro de Bogotá, una historia sobre un asesino en serie que pertenece a la clase alta bogotana. La comparación con el caso Uribe Noguera ha sido inevitable.
Evelio Rosero, de 59 años, es uno de los escritores más importantes de la literatura colombiana. Sus relatos infantiles, sus cuentos, su poesía y sus novelas cada vez despiertan mayor interés entre todo tipo de lectores. Y tal vez Los ejércitos (2006), novela sobre el conflicto colombiano, tiene la mayor acogida, pues se convirtió en un referente casi obligado del tema. Ahora, durante la Feria del Libro de Bogotá (Filbo) lanza Toño Ciruelo, una novela sobre un asesino en serie.
SEMANA: Después de abordar temas como el conflicto (‘Los ejércitos’), el papa (‘Plegaria por un papa envenenado’) y la historia de Colombia (‘La carroza de Bolívar’), con ‘Toño Ciruelo’ regresa a una historia urbana, como ya lo había hecho con ‘El incendiado’. ¿Por qué vuelve a la ciudad y a la infancia?
EVELIO ROSERO: No es un regreso voluntario. He notado que en todas mis novelas hay una suerte de intercambio, permanente y espontáneo, que obedece al propósito de ahondar en temas y formas que seguramente quedaron sin resolver. Desde Mateo solo hasta Toño Ciruelo todas mis novelas –12, hasta hoy– se alimentan de un enlace subterráneo, guiado únicamente por la intuición. La ciudad –Pasto, y principalmente Bogotá– es determinante, aunque me encuentre describiendo cualquier pueblo en los Andes, como San José. Me motiva más el inconsciente que un plan a cabalidad.
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SEMANA: ¿Por qué su infancia está tan presente en varios de sus libros? ¿Hay algo que quiera exorcizar?
E.R.: De una u otra forma todos los escritores nos proponemos exorcizar al escribir. Y la infancia es el estadio definitivo en la vida de cualquier ser humano. ¿Cómo no convocarla? Es ineludible.
SEMANA: De hecho, el cuento ‘Ahora está sobre el tejado’ (sobre un vampiro en el barrio Pasadena de Bogotá) parece un anticipo de ‘Toño Ciruelo’. ¿Es así?
E.R.: Es así, a plenitud. Y yo mismo lo descubrí no hace mucho, en la selección que me encuentro realizando para un volumen de Cuentos completos. Entendí que Toño Ciruelo ya estaba conmigo desde hace muchos años.
SEMANA: Al leer ‘Toño Ciruelo’ –la historia de un asesino en serie perteneciente a la clase alta bogotana, bien plantado y culto– es inevitable la comparación con el caso que recién aterró al país: el de Rafael Uribe Noguera. ¿Este hecho influyó o alteró en algo su novela?
E.R.: Cuando me enteré del caso de Rafael Uribe yo me encontraba en España y mi obra ya estaba lista en Colombia para su edición. La terminé en octubre de 2016. No varió el punto final. La noticia de ese crimen atroz, aparte de escalofriarme como a todos los colombianos, solo sirvió para refrendarme que la realidad sigue alcanzando cotas más altas que cualquier ficción.
SEMANA: Hasta donde pueda, cuéntenos, por favor, algo de la historia en la que se basa ‘Toño Ciruelo’. Supuestamente es la historia de un amigo suyo...
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E.R.: En efecto, un amigo del colegio, con quien compartí desde segundo a cuarto de bachillerato, es el detonante de mi novela. Pero solo eso, un detonante que se instaló en mi memoria para siempre, aunque debo aclarar que sus hechos, su vida, no tienen que ver con Toño Ciruelo, en absoluto. Toño es el resultado de varios amigos y conocidos. Un personaje literario es consecuencia de seres reales que se mezclan, se compaginan, se confabulan para formar un personaje de ficción, con alma y corazón, con huesos y carne, y que a veces resulta más real que los mismos seres reales que lo produjeron.
SEMANA: Colombia tiene dos de los peores asesinos en serie de la historia (Luis Alfredo Garavito y Pedro Alonso López, el Monstruo de los Andes). ¿Cree que ‘Toño Ciruelo’ puede ayudar a interpretar o entender por qué surgen estos personajes en este país?
E.R.: Puede ayudar, claro, y es sobre todo una interpretación. Además, porque gran parte de mi investigación novelística tuvo que ver con los dos mencionados, y con muchos otros asesinos no solo de Colombia, sino del mundo, en toda la historia. Faltó Caín.
SEMANA: Para algunos en ‘Toño Ciruelo’ hay erotismo, para otros, lujuria. ¿Con cuál definición se queda?
E.R.: Ni erotismo ni lujuria. Maldad y realidad, y arte literario.
SEMANA: Siempre se cuestiona, en el cine o en los libros, si en ciertos pasajes la violencia era necesaria. ¿Lo era en ‘Los ejércitos’ o en ‘Toño Ciruelo’?
E.R.: Necesaria porque es la realidad. No todo es canción de pajaritos, aquí, ¿cierto? ¿Cómo voy a coartarme, represarme, cuando describo lo que veo, incluso lo que sueño? Es la violencia del país, la misma que yo siento, que padezco, y no creo ser el único.
SEMANA: En ‘Toño Ciruelo’, como en ‘El incendiado’, es muy crítico con los colegios religiosos, con los agustinos casi siempre. ¿Por qué esa distancia con los curas?
E.R.: No tengo nada contra los sacerdotes, y lo digo con franqueza. Hay entre ellos grandes hombres, tan espirituales como prácticos, educadores, pensadores. No son la mayoría, desde luego, por desgracia. Ya el mismo papa Albino Luciani iba a hacer algo muy concreto para limpiar de semejante enfermedad a su Iglesia, y lo mataron.
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SEMANA: ¿Por qué usted casi siempre mira hacia el pasado, hacia la historia?
E.R.: Debe ser porque el presente está hecho de pasado. Y es así, sobre todo cuando escribo: estoy en el pasado, soy del pasado, porque hay cosas del pasado que siguen muy presentes todavía. Las entiendo y las explico ahora, las revivo, son todavía más intensas y plenas que cuando ocurrieron. Todo eso gracias a esa magia que se llama literatura. Aunque no siempre lo consigo, claro. Esas son las batallas de cada día.
SEMANA: Usted es de esos escritores que se lee, pero no se ve. ¿Por qué le gusta manejar un bajo perfil?
E.R.: Hasta hace poco me enteré de aquello del “bajo perfil”. Me asombró. No me propongo ningún perfil. Lo único que quiero es escribir, y eso es más que suficiente, o leer, por supuesto, o pasear en bicicleta, o hablar con mi gata. De resto, que el mundo siga.
SEMANA: Usted es periodista de profesión, pero no la ejerce. Muchos escritores hoy son columnistas o guionistas. ¿Qué opinión le merece esta ‘otra vida’ que tienen los escritores? ¿Por qué usted no la ha tomado?
E.R.: No me considero periodista de profesión. No terminé la carrera. Hice periodismo para sobrevivir, cuando joven, y con desgano, esfuerzo y amargura; me parecía perder el tiempo. Ahora bien, leo y releo el trabajo periodístico, la investigación, la crónica, los reportajes. De esos trabajos me he servido como cualquier escritor. Pero ser columnista, guionista me impediría escribir a plenitud. Admiro a cualquier escritor de verdad que sea también un columnista de verdad y un guionista de verdad. ¿Cómo hace? ¿Cuándo almuerza y ama y se emborracha con sus personajes?
SEMANA: ¿Cree que es errado afirmar que Colombia está redescubriendo a Evelio Rosero?
E.R.: Todavía no sé si me han descubierto. Quiero decir, por ejemplo, en el caso de Toño Ciruelo: yo estoy muy seguro de lo que hice. Creo que es la cima de mi trabajo, muy superior a mi obra más representativa. Pero de ahí a que la crítica o el comentarista de turno corroboren lo que digo tendrán que pasar años. A lo mejor ocurrirá después de muerto, y ya estaré acostumbrado.
SEMANA: ¿La considera su mejor novela?
E.R.: Alguien dijo que un escritor siempre considera que su más reciente obra es la mejor, la más lograda. Seguramente la tiene más presente, y late todavía en su cabeza, en su corazón. Eso es cierto, a medias. Porque también un escritor es lector de lo que escribe. En mi caso, creo que Toño Ciruelo resume todos mis intentos anteriores, temáticos, estilísticos, y logra la esencia, los espacios y los gritos que las otras obras apenas esbozaron.
SEMANA: Cuando se habla de literatura y conflicto en Colombia, ‘Los ejércitos’ es referencia obligada. ¿Cree que la literatura hizo lo que le correspondía frente a este tema?
E.R.: Hizo y lo seguirá haciendo mientras el país sea como es. Mire lo que ocurre mientras se adelanta otro ‘diálogo de paz’. Más petróleo derramado en los ríos colombianos. Más secuestros. Más muertos. Como la burla de un demente.
SEMANA: Se firmó la paz. ¿Qué podemos esperar de la literatura ahora desde el posconflicto?
E.R.: Incertidumbre, la almohada de cada colombiano cuando duerme. Ocurra lo que ocurra, la literatura seguirá siendo el mejor testigo de su tiempo. Más veraz incluso que la historia. Más profunda y más humana que cualquier fotografía.