NUNCA ES TARDE
A los 69 años, Roberto Camargo Patiño, expone por primera vez
Roberto Camargo Patiño es un bogotano que con su actitud demuestra que cualquier edad es buena para dar a conocer obras de arte.
Arquitecto diseñador, graduado hace ya muchos años en la Universidad Nacional, su contacto con el arte viene de siempre, de la época cuando en su juventud estudió bellas artes en el país y en Europa. De temperamento tranquilo que envidiarían muchos de los que comienzan en la difícil labor de las artes plásticas con cierto afán de figurar, Camargo Patiño midió las posibilidades de su vida con visión milimétrica y hoy prepara su primera muestra de esculturas a los 69 años de edad, y que expondrá en el Gun Club a mediados de mayo. "La escultura estuvo latente siempre en mi forma de enfocar el mundo y la naturaleza. Agazapada en mi interior, era la esmeralda que mis múltiples ocupaciones impedían pulir. Sólo hasta el año 77 cuando regresé al país, pude dedicarme a explotar el sentimiento estético que alimentaba desde mi niñéz", afirma refiriéndose a su tardío ejercicio de la escultura.
La muestra que va a exponer está compuesta por una serie de esculturas trabajadas en hierro y aluminio anodizado (proceso exclusivo de este metal) y son definidas por su autor como: "la patentización artística de las formas que se encuentran insertas en todas las cosas de la naturaleza". Selecciona la forma de lo que percibe. El paso siguiente es el diseño. Lleva a cabo las maquetas en cartón y luego las amplía a la escala deseada. Las copia después en metal y por último las perfecciona, poniendo especial cuidado en que el resultado sea lo más cercano posible al propósito inicial. En cuanto a la pieza concluida, precisó: "Son como bailarinas en cualquier posición que se coloquen, translucen un sentimiento estético".
Deliberadamente ha tratado de no dejarse influir por nadie, evitando todo contacto erudito con autores que considere que, en un momento determinado, puedan llegar a modificarle el rumbo original a la obra. Ejemplo de esto es la vieja costumbre de no leer libros ni revistas especializadas, que pudiesen llegar a contaminarlo en su espontaneidad creativa. Dentro de este marco de autenticidad, sus obras alcanzan vida espacial, son abstracciones arrancadas a las formas de la naturaleza y perfeccionadas con su esfuerzo. Importancia especial tiene para Camargo Patiño el color. Adorna sus metales con tonos fuertes en los que predominan los grises, los violetas y los verdes y en cuanto a los acabados, utiliza en algunos casos lacas horneadas. Camargo Patiño es un admirador profundo de la plástica nacional. Siente especial respeto por Ramírez Villamizar y por Negret, de quien es amigo personal hace ya muchos años.
Conoció personalmente a Dalí, pero su mayor predilección la encarna Henry Moore, ese gran escultor contemporáneo de quien dice: "Extrae sus figuras de la naturaleza para volverlas a colocar junto a ella. Algo así como crear un vacío para llenarlo con ingenio ".
Pero lo más importante en Camargo Patiño aparte de la calidad de sus obras, son el vigor y la paciencia. Esperó 50 años para salir en busca del reconocimiento o el desprecio de sus contemporáneos, como queriendo significar que tiene la certeza de la futilidad de la fama.