Vida Moderna
Oración a los tres Arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael
Esta es una de las oraciones más poderosas que existen.
En la amplia variedad de oraciones que existen para agradecer y pedir, hay una que aseguran que es de las más poderosas que existen.
Existen siete arcángeles que son: Miguel, Gabriel, Rafael, Uriel, Jegudiel, Sealtiel, y Barachiel. Entre estos los más nombrados son esto tres: San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Los arcángeles tienen entre sus obligaciones ser mensajeros de Dios, ser sanadores y protectores.
Los creyentes aseguran que orarle a los Arcángeles es una especie de escudo contra la maldad que existe en el mundo. Esto se debe a que también son llamados como los guerreros de Dios y con su poder divino pueden alejar el mal que acecha.
Oración a los tres Arcángeles: San Miguel, San Gabriel y San Rafael
“San Miguel Arcángel, tú eres el Príncipe de las milicias celestiales, el vencedor del dragón infernal, has recibido de Dios la fuerza y el poder para aniquilar por medio de la humildad el orgullo de los poderes de las tinieblas.
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Te imploramos, suscita en nosotros la auténtica humildad del corazón, la fidelidad inquebrantable, para cumplir siempre la voluntad de Dios, la fortaleza en el sufrimiento y las necesidades, ayúdanos a subsistir delante del tribunal de Dios.
San Gabriel Arcángel, tú eres el ángel de la Encarnación, el mensajero fiel de Dios, abre nuestros oídos para captar los más pequeños signos y llamamientos del corazón amante de nuestro Señor; Permanece siempre delante de nuestros ojos, te imploramos, para que comprendamos correctamente la Palabra de Dios y la sigamos y obedezcamos y para cumplir aquello que Dios quiere de nosotros. Haznos vigilantes en la espera del Señor para que no nos encuentre dormidos cuando llegue.
San Rafael Arcángel, tú eres el mensajero del amor de Dios. Te imploramos, hiere nuestro corazón con un amor ardiente por Dios y no dejes que esta herida se cierre jamás para que permanezcamos sobre el camino del amor en la vida diaria y venzamos todos los obstáculos por la fuerza de este amor.
Ayúdanos hermanos grandes y santos, servidores como nosotros delante de Dios. Protegednos contra nosotros mismos, contra nuestra cobardía y tibieza, contra nuestro egoísmo y nuestra avaricia, contra nuestra envidia y desconfianza, contra nuestra suficiencia y comodidad, contra nuestro deseo de ser apreciados. Desligadnos de los lazos del pecado y de toda atadura al mundo.
Desatad la venda que nosotros mismos hemos anudado sobre nuestros ojos, para dispensarnos de ver la miseria que nos rodea, y poder mirar nuestro propio yo sin incomodarnos y con conmiseración.
Clavad en nuestro corazón el aguijón de la santa inquietud de Dios, para que no cesemos jamás de buscarlo con pasión, contrición y amor.
Busca en nosotros la Sangre de Nuestro Señor que se derramó por nosotros. Buscar en nosotros las lágrimas de vuestra Reina vertidas por nuestra causa. Busca en nosotros la imagen de Dios destrozada, desteñida, deteriorada, imagen a la cual Dios quiso crearnos por amor.
Ayúdanos a reconocer a Dios, a adorarlo, amarlo y servirlo. Ayúdanos en la lucha contra los poderes de las tinieblas que nos rodean y nos oprimen solapadamente.
Ayúdanos para que ninguno de nosotros se pierda, y para que un día, gozosos, podamos reunirnos en la felicidad eterna”.
Amén.