EDUCACIÓN

¿La antropología sirve para algo?

Aunque el programa de la Universidad de los Andes está dentro de los 100 mejores del mundo, muchos colombianos no saben para qué sirve esa profesión. Hoy es más necesaria que nunca.

25 de marzo de 2017

Cuando una persona del común piensa en un antropólogo, se imagina a alguien que excava la tierra en busca de antigüedades. Otros ven a un científico entrado en años, experto en civilizaciones antiguas. Y algunos a un hippie barbudo que vive con los indígenas durante varios meses mientras anota todo lo que ve en una libreta.

Pero a pesar de que algunos de esos elementos hacen parte del quehacer de los antropólogos, la profesión va mucho más allá de esos clichés. De hecho, y aunque muchos padres de familia aún piensan que sus hijos “se van a morir de hambre” cuando les dicen que van a estudiar antropología, los egresados de esa carrera hoy trabajan en áreas tan diversas como la publicidad, el diseño de modas y la construcción de políticas públicas.

El tema ha evolucionado tanto que en la actualidad 11 universidades colombianas ofrecen programa de antropología, cuando hace algunas décadas eran solo 4. Y la calidad es tan buena que según el último ranking QS –uno de los más consultados por los especialistas en educación–, la de la Universidad de los Andes es una de las 100 mejores de todo el mundo.

Lo cierto es que la disciplina llegó a Colombia a mediados de la década de los cuarenta y, en su momento, fue clave para que los colombianos conocieran la diversidad de las poblaciones indígenas que habitaban el territorio nacional. Pioneros como el francés Paul Rivet, el alemán Justus Wolfram Schottelius, el austriaco Gerardo Reichel-Dolmatoff y los colombianos Virginia Gutiérrez de Pineda, Roberto Pineda Giraldo o Alicia Dussán tomaron sus mochilas y viajaron a lugares alejados para documentar lo que ningún académico había estudiado antes.

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Así fue creciendo una disciplina que hoy trata de entender a las comunidades desde lo cultural, lo económico, lo social o lo político. Y que a diferencia de la sociología, que estudia los procesos sociales de esos mismos grupos humanos, se enfoca en comprender las motivaciones y las razones de sus miembros.

En los últimos años, de hecho, la antropología se ha vuelto mucho más amplia y diversa. Hoy los profesionales no solo se dedican a la arqueología, una disciplina que en otros países se estudia por separado, para estudiar las civilizaciones antiguas, sino también a estudiar las comunidades étnicas, y a trabajar en áreas como la lingüística, las ciencias forenses, la biología, el medioambiente o el consumo. Muchos, incluso, estudian fenómenos del mundo contemporáneo como las llamadas tribus urbanas o el comportamiento de las personas en las redes sociales.

“La antropología sirve para entender la diversidad cultural de Colombia –cuenta Carl Langebaek, antropólogo y vicerrector de la Universidad de los Andes–. Y aunque suena muy abstracto, se puede aterrizar en muchas cosas prácticas: las entidades públicas que deben interactuar con comunidades, por ejemplo, buscan a los antropólogos por su facilidad para comprender las realidades que viven las poblaciones colombianas y su forma particular de ver el mundo”.

Por eso cada vez que el Estado va a aplicar proyectos en los territorios se asesora de un equipo de antropólogos que saben que los afros del Chocó tienen necesidades y realidades diferentes a las de los indígenas del Vichada o a las de una comunidad de vecinos de un barrio en el sur de Bogotá. Lo mismo hacen las empresas que deben conciliar con la población de la zona en la que operan.

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Incluso las agencias de publicidad y las casas de moda han encontrado que los antropólogos entienden mejor las razones que hacen decidirse a los consumidores. Como explica Claudia Steiner, quien ha sido profesora en varias universidades, “muchas empresas privadas que deben relacionarse con la gente buscan a los antropólogos porque están entrenados en una metodología que permite saber lo que piensan y sienten”.

Ximena Botero, antropóloga de Los Andes, vivió esa experiencia cuando trabajó en una agencia de comunicaciones y cuenta que su profesión fue muy útil a la hora de saber cómo llegarle a cada población. “La idea es entender al otro y no juzgarlo, saber que no hay una sola realidad, sino múltiples realidades”, cuenta.

Esa característica, según varios expertos, es clave para el momento actual que vive el país. No solo porque muchos antropólogos van a regresar a territorios hasta ahora vedados por la presencia de las Farc, sino también porque la mayoría de ellos puede aportar mucho ahora que se va a aplicar el acuerdo de paz en las regiones. “La antropología –cuenta Langebaek– no solo ha estudiado distintas formas de resolución de conflictos que parten de las comunidades, sino que ha ayudado a entender la violencia en Colombia, sus orígenes y las causas de su perpetuación. Entender eso es muy importante para solucionar el problema”.

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Al mismo tiempo que la antropología ha evolucionado, también lo han hecho las universidades. En los años ochenta, una generación de antropólogos se formó en el exterior y regresó al país a aportarles a las universidades. Hoy la de Los Andes, por ejemplo, además del pregrado tiene varias especializaciones, una maestría y un doctorado, en el que estudian varios extranjeros.

Para Margarita Serje, su directora, esa es una de las razones por las que la escuela de Los Andes está ubicada entre las mejores 100 del mundo: “Más que un programa, nosotros somos un departamento que ofrece varios posgrados. Eso permite que los estudiantes de la carrera se beneficien de las investigaciones que se hacen en doctorado y maestría, y viceversa”.

Además, como en otras universidades, la investigación y el trabajo de campo son constantes: algunos estudiantes, por ejemplo, tienen un proyecto para encontrar la mejor forma de implementar un programa para prevenir la malaria en las comunidades indígenas de Vichada.

Para Fabián Sanabria, antropólogo y exdirector del Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh), esa debe ser la clave de la formación de los antropólogos: “Sin trabajo de campo no hay antropología. Así no sea rural, sino en un entorno urbano o digital, es fundamental que el antropólogo vaya a terreno”.

Sobre todo ahora que la realidad colombiana lo exige y que los antropólogos están llevando su conocimiento a diferentes áreas. Lo que demuestra que, al contrario de lo que muchos creen, esta disciplina tiene mucho por aportarle al país. 

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Hay muchas opciones

En Colombia hay 11 departamentos de antropología: en la Universidad Externado, la Universidad Javeriana, la Universidad del Rosario, la Universidad de los Andes, la Universidad Nacional (sede Bogotá), la Universidad del Magdalena, la Universidad de Caldas, la Universidad del Cauca, la Universidad de Antioquia y la Icesi.

Cuatro de esas universidades tienen maestría en antropología: la de Antioquia, la Nacional, la del Cauca y Los Andes. Esas mismas son las escuelas más antiguas y las pioneras de la disciplina en el país. Las tres últimas son las únicas que tienen doctorado.

El Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) se encarga de garantizar la investigación, la producción y la difusión del patrimonio antropológico, arqueológico, histórico y etnográfico del país. Fue establecido en 1938.Todas las obras de infraestructura llevadas a cabo hoy en el país necesitan antropólogos especializados en arqueología para que certifiquen el respeto del patrimonio y el buen manejo de los hallazgos arqueológicos.