PARA TODOS LOS GUSTOS

La ausencia de las películas norteamericanas de la temporada favoreció a los adictos de Woody Allen

28 de noviembre de 1983

La medida del Comité de Regalías nos trajo de carambola la programación de ciclos como el de Woody Allen, El decreto rebajó la participación de las empresas productoras norteamericanas en el recaudo de taquilla. La respuesta no se hizo esperar: quedaron represadas en Estados Unidos las grandes películas taquilleras de la temporada. La situación favoreció indirectamente a Woody Allen y a sus adictos espectadores. Adictos, porque el amante de su cine persigue todos los ciclos que periódicamente se programan.
La ventaja de las películas de Woody Allen es que tienen elementos para todos los gustos e intereses: el amor, el matrimonio, la timidez, la droga, la tecnología, la religión, el psicoanálisis. Pero no es eso lo que me parece característico de su cine, es el universo fragmentado que construye.
En películas como "Annie Hall" y "Manhattan" pronto se da uno cuenta de que la historia que se nos está contando es secundaria, un pretexto para crear situaciones. Se olvida uno del futuro, de si Alvy Singer se casará o no con Annie, de si Isaac reconocerá o no en Tracy su verdadero amor.
Toda extensión por el final desaparece y el interés se centra en lo que está pasando en ese momento ahi, en la escena y situación presente, una escena que tiene muy poco que ver con la que acaba de pasar y con la que vendrá.
Esa concepción de una narración que se va construyendo como quien va levantando un muro, ladrillo por ladrillo, en orden perfecto que culmina en una totalidad armónica, el muro, cede el paso a la narración rota, dislocada.
Esa dislocación es lo que se erige en centro de las películas de Allen Es lo que nos permite vivir la experiencia del hombre moderno sometido a múltiples tensiones, normas, conflictos y presiones: el psicoanalista, el trabajo, la exposición de pintura, la conversación de café, la esposa del amigo, la tecnología.
Cualquier cosa nos podría contar Allen, con esa forma de narrar siempre nos hará sentir la ruptura externa e interna que vivimos en la realidad. Los diálogos parecen significar mucho, demasiado según algunos, pero no son sino el elemento con que los seres modernos tratan de aferrar y explicarse ese mundo que se les escapa. Un factor más de esa disociación que experimenta el hombre urbano.
Y ahí entran los objetos utilizados de una manera que recuerda a Chaplin: el objeto convertido en obstáculo. Las mesas, los discos, las pildoras. Todo lo que en teoría tiene función de instrumento o ayuda es aquí factor de caos. Pero no se trata de un análisis o crítica de la tecnología, es un caos que lo atraviesa todo por dentro, Manhattan, Nueva York, las personas, los diálogos, las conversaciones inteligentes, el amor, el sexo, la política, la arquitectura y el baño de la casa donde Alvy persigue a medianoche un animal.
Quizás ahi esté la fuerza del cine de Woody Allen, en que no hay que comprender nada. Todo esfuerzo por decir algo sobre sus películas termina en filosofia trunca, fria y árida frente a lo que se ha sentido.
"Los espectadores en los Estados Unidos-dice Allenvan a cine a olvidarse de sus problemas. Van a ver a John Wayne para olvidar. En Europa se hacen películas para confrontar a los espectadores con los problemas.
"Si uno hace algo parecido la gente se lo toma a mal". Parece que no, que esa atmósfera de comedia que le da a sus películas elimina prevenciones y las deja ver sin la tensión que suelen provocar las obras serias. Pero la risa inicial va cediendo el paso a la sensación que tendría un enfermo sin anestesia en la sala de operaciones que va observando cómo su interior sale a la
luz .
Bienvenido el boicot de las productoras norteamericanas que obliga a nuestras programadoras a revivir a Woody Allen.- Hernando Martínez -