entrevista
Pienso, pero... ¿existo?
Con motivo del lanzamiento del libro 'La filosofía y en la crisis colombiana' SEMANA habló con Rubén Sierra, uno de los filósofos más reconocidos del país.
Hace tres años se creó un grupo de reflexión conformado por varios filósofos colombianos y en 2001 el proyecto fue acogido por la Sociedad Colombiana de Filosofía. En noviembre de ese año se realizó el simposio 'La filosofía y la crisis colombiana' y las 11 ponencias fueron compiladas en un libro que lleva el mismo nombre. Rubén Sierra, miembro de la sociedad y uno de los ponentes, habló con SEMANA sobre el papel de los filósofos en la actualidad nacional.
SEMANA: ¿Dónde están los filósofos en Colombia?
Ruben Sierra Mejia: Se encuentran en las universidades. Hay que reconocer que ya es una comunidad amplia en Colombia, expandida por todo el territorio nacional. Otros que han ido a trabajar a las editoriales han abandonado el trabajo propiamente filosófico.
SEMANA: ¿Por qué se dice que los intelectuales están muy distantes de la gente?
R.S.M.: Es una pregunta frecuente: ¿en dónde están los intelectuales?, esperando que éstos puedan tener una solución a los problemas del país. La poca presencia del intelectual colombiano creo que se da por una falta de medios dispuestos a abrir sus espacios a la reflexión seria. Cuando se nos invita a hablar por radio se nos dice: "Por favor no se extienda más de tres minutos", o en la prensa escrita limitan irresponsablemente a un espacio en el que no es posible desarrollar una idea. Queda entonces la academia como único espacio, y hay que aceptar que el lenguaje que allí se habla no es el más indicado para tener una comunicación universal. Pero esto no quiere decir que le hayan dado la espalda a los problemas del momento. Voy a recordarle un hecho de la vida intelectual del siglo XX: en plena guerra mundial Karl R. Popper escribió un libro célebre, La sociedad abierta y sus enemigos, un libro que por su extensión, sus argumentos y doctrina no es fácil de leer; un libro en el que discute las filosofías que han promovido a los gobiernos totalitarios, o que al menos han dado apoyo, justificado o no, a éstos. Y Popper dice en su autobiografía que ese libro fue su contribución a la guerra. Podríamos decir lo mismo de otros libros que se escribieron por la misma época: El mito del Estado, de Cassirer, o Nacionalismo y cultura, de Rocker. Fueron pensamientos que se expresaron sin estridencias pero que estaban respondiendo a problemas del momento, sin histeria.
SEMANA: ¿Usted piensa que 'La filosofía y la crisis' desempeña ese papel?
R.S.M.: El libro es una manera de mirar los problemas colombianos del momento. Pero tengo que reconocer que sus autores no somos los primeros en plantearnos estos problemas. Hace unos pocos años Lisímaco Parra escribió un ensayo sobre la crisis de las élites colombianas que se mueve en las mismas intenciones de los trabajos que recoge el libro. Guillermo Hoyos tiene también algunos trabajos de naturaleza similar. Lo que pasa es que es otro nivel de reflexión, distinto al común, al periodístico.
SEMANA: ¿Cómo deben acercarse los filósofos a la gente?
R.S.M.: Hay cierta timidez, un temor de moverse en terrenos movedizos, un temor a equivocarse, lo que viene a constituirse en una especie de autocensura muy nociva para el ejercicio de escritor público. Por otra parte, hay que aceptar que la situación colombiana no permite estar atendiendo a cada momento, con un lenguaje analítico, los acontecimientos de nuestra situación. Estos acontecimientos rebasan constantemente las intenciones de un análisis que no se limite a la simple información. Con esto no estoy negando que no se haya hecho un trabajo muy serio sobre los problemas.
SEMANA: ¿Cuáles son los principales temas de discusión de los filósofos en Colombia?
R.S.M.: La filosofía en Colombia, durante casi todo el siglo XX, estuvo encerrada en el mundo académico, sin mirar por fuera de una tradición universal de problemas y de métodos. Se había superado con esto la actitud del intelectual del siglo XIX, quien cuando hizo filosofía la hizo con la finalidad de atender a problemas inmediatos de la realidad nacional. Aquello no fue malo, hay que reconocerlo. Y de hecho los problemas auténticamente filosóficos tienen siempre un valor universal. Sin embargo no podemos desatender, y parece que esta es la actitud que se valora entre nosotros, una referencia de esos problemas universales a una situación nuestra. Es lo que buscamos en el libro. Observe que todos los problemas planteados en él son de validez universal, pero en un contexto particular, el contexto colombiano: la violencia, la responsabilidad, las instituciones, la culpa, la globalización, la justicia social, la crisis de los partidos, la responsabilidad del artista.
SEMANA: Jurrgen Habermas habla en su más reciente libro sobre el genoma humano. ¿Esos temas interesan a los filósofos colombianos?
R.S.M.: No sé si algún filósofo nuestro esté interesado en él. Pero hoy es un problema ético, un problema de la ética del científico, que por el momento está muy alejado en la práctica de nosotros pero no como problema teórico. Algún día tendremos que asimilarlo. El buen manejo de la técnica, o también la irresponsabilidad del científico que se cree superhombre y que no le pone límites a sus propósitos investigativos es el problema que hace casi 200 años planteó Mary Shelley en su extraordinaria novela Frankenstein.
SEMANA: En el prólogo se advierte que no hay una respuesta definitiva a la crisis, ni recetas infalibles. ¿Qué se puede esperar de ustedes?
R.S.M.: Creo que el principal aporte del libro es la clarificación de conceptos que utilizamos constantemente cuando hablamos de aspectos críticos de nuestra situación. Una clarificación muy útil, necesaria, por lo demás. Por ejemplo, el concepto de justicia social no es lo mismo para un neoliberal que para un demócrata social. El concepto de violencia tiene diferentes tratamientos de acuerdo con el tipo de violencia, y también con el punto de vista desde el cual se lo analice. No nos propusimos dar una respuesta definitiva, dogmática, de secta. Simplemente abordamos cada quien un problema que se presenta como típico de la actual crisis colombiana. Sabemos que todavía hay mucho que decir sobre estos temas y sobre otros que quedaron por fuera del libro.
SEMANA: ¿Tienen los filósofos influencia en el curso de la historia?
R.S.M.: Por supuesto que la han tenido. Recuerde a Hobbes, Locke, Rousseau, Marx y las revoluciones que han inspirado sus pensamientos: la Revolución Francesa, las socialistas. El pensamiento no es inocente. Yo confío en el pensamiento. Creo, por ejemplo, que va a venir una generación educada en doctrinas antineoliberales, que ya se cocinan en las universidades americanas y europeas, una generación relevará en el poder a la actual, y que las cosas cambiarán en un tiempo no muy lejano.