Cine
¿Por qué el cine colombiano no está en el corazón del público?
El cine nacional tiene un obstáculo notable para ser exitoso: los espectadores no acuden a las salas de manera masiva a ver los largometrajes de ficción ni mucho menos documentales o filmes de animación. ¿Cuál es la razón para este distanciamiento?
En 2003, en la revista SoHo y con antifaz de sátira, Mauricio Vargas escribió: “¿Por qué tiene que haber cine colombiano? ¿Dónde dice? Hay muchas cosas que Colombia no tiene y que no le hacen falta: no tiene carrera espacial, por ejemplo, y gracias a eso aquí nadie la monta de astronauta (...) Tampoco tenemos selección nacional de hockey sobre hielo, que es un deporte tan entretenido”. (*)
Casi dos décadas después, el cine colombiano, definido como un sector de la creación cultural y no como un género en sí mismo, ha superado muchas de las barreras que el periodista denunciaba en aquel artículo de la sección ‘Diatriba’: ya el sonido en la filmografía local no genera vergüenza, la galería de actores y actrices ha crecido en todos los sentidos, los directores se han diversificado. En suma, las películas que hacen parte de la filmografía criolla, en general, ya no requieren de lo que en algún momento se insinuaba como un apoyo, una caridad, aunque algunos espectadores aún asisten con el ánimo de “dar soporte”, como lo expresa el especialista en mercadeo Néstor González.
A pesar de lo anterior, el cine colombiano tiene un obstáculo notable para ser exitoso: los espectadores no acuden a las salas de manera masiva a ver los largometrajes de ficción ni mucho menos documental y animación. ¿Por qué?
No es falta de películas
Los mecanismos legales para el fomento del cine colombiano, con sus bemoles e inmensas oportunidades de mejora, han funcionado desde el punto de vista de la producción. Gracias a las herramientas de la ley 814 de 2003 y de otros estímulos disponibles a escala nacional y territorial, en 2021, a pesar de la pandemia, se registró el estreno de 30 largometrajes colombianos, que significa el 14 por ciento del total de estrenos que tuvieron lugar ese año en el país; sin embargo, el porcentaje de espectadores para las películas locales es del 1,7 por ciento, según Cine en cifras número 22, boletín que publica Proimágenes Colombia.
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La cinematografía nacional cuenta con producciones de largo y cortometraje, ficción, documental, animación, regional, étnico, experimental, de autor, de humor, de terror: su taxonomía ofrece diversas alternativas. Así que la razón por la cual la gente no acude a las salas a ver películas nacionales no es por sustracción de materia, porque hay más material y se está realizando más.
El cine colombiano en el corazón del público
Las cifras son elocuentes acerca de una extendida indiferencia del público hacia el cine colombiano o, en otras palabras y con una interpretación apreciativa, las películas locales cuentan con un público escaso, pero cautivo.
Según Sylvia Amaya, gestora del cine nacional, en Colombia no hay una cultura de valoración de lo propio y buena parte de la ciudadanía ni siquiera se ha dado la oportunidad de ver una película colombiana. Para Amaya hay un doble desafío con respecto a la ampliación de un público que pueda disfrutar el cine reflexivo que se produce en el país con mayor tendencia, tanto como fomentar producciones más emotivas.
Franco Lolli, director de cine, coincide en la falta de educación del público colombiano para acudir a las películas colombianas: no es costumbre y no se fomenta desde la escuela. Este factor se agrava de forma dramática luego de la proliferación exponencial de las plataformas en línea por causa de la pandemia. Esa costumbre se instaló rápidamente en la cotidianidad de la ciudadanía y el rubro se incluyó en los presupuestos familiares.
Estas impresiones contrastan con el posicionamiento que tiene el cine colombiano en la mente de espectadores potenciales consultados para este artículo. Hay gente que no lo consume porque tiene la idea de que “es de baja calidad, comedia mala; en realidad, ni me entero de qué hay en cartelera”, dice Juliana Guáqueta, publicista, asidua asistente a las salas de cine. Esta opinión ilustra otros de los problemas que señala Lolli acerca de la dificultad para promocionar las películas de manera adecuada y los recursos limitados para realizar estrategias de prensa efectivas. El público se entera poco acerca de la actualidad del cine colombiano y, por la misma razón, no ha logrado reemplazar un imaginario asociado a la baja calidad que hace 20 años denunciaba Vargas en su columna.
En estos tiempos hay una necesidad de captar la atención del público y de fomentar la voluntad de asistir a una sala y optar por una cinta local cuando hay una oferta amplia de contenidos de todo tipo, en diversas ventanas y plataformas, según Catalina Arroyave, directora de cine y de actores.
La opinión de otro espectador consultado, que prefirió mantenerse en el anonimato y tiene formación cinematográfica, es que “la factura ha mejorado considerablemente, pero las narrativas siguen quedando a medias. Las historias están contadas de manera correcta, pero no conectan emocionalmente”. Es un análisis crudo y elocuente en lo que se refiere a un cine premiado en festivales, pero sin un reconocimiento positivo por los guarismos en taquilla.
El público en el corazón del cine colombiano
Es imperativo preguntarse por el lugar que ocupa el público en las motivaciones de directores y productores de películas colombianas. ¿Se está pensando en el vínculo que se quiere generar en el momento del encuentro de la historia con los espectadores?
Las producciones han enriquecido un catálogo de memoria acerca de grandes problemas y fenómenos de la sociedad colombiana. Una mirada retrospectiva a las temáticas y los conflictos podría sugerir que el cine ha servido de catarsis para liberar los pesos de violencias y problemáticas que se han manifestado en el tiempo de muchas maneras.
Para Amaya, si bien hay un valor importante en la libertad de expresión y de creación por parte de los directores, la búsqueda de nuevos públicos invita a dar una nueva mirada a esas producciones. “Las películas deberían contar lo local con historias universales y para mí el cine colombiano se queda corto en ello”, argumenta nuestra fuente anónima.
Cuando el público acuda a las salas a ver una película nacional para vivir una experiencia llena de emoción; cuando los espectadores conviertan en tema de conversación cotidiana el conflicto, la historia y sus personajes; en el momento en que se recomienden títulos de la misma manera como se aconsejan productos de la canasta familiar, se podrá afirmar que este público está en el centro de la cinematografía nacional.
Las asignaturas pendientes son acercar las películas y toda la información asociada a la vida cotidiana de la ciudadanía, según señala Mylena Gómez, trabajadora social consultada para este análisis, de manera que se logren tumbar los mitos anacrónicos sobre su realidad y, por otro lado, tender puentes entre las películas y el corazón de las personas, de modo que las enganche hasta el último suspiro, sientan que necesitan el cine colombiano en sus vidas y reemplacen la idea de que el local es un cine que no les interpela; que acaso es posible sorprenderse con una película colombiana si se desvanecen los prejuicios y las imágenes que nos reflejan en una pantalla terminan, de una vez por todas, con el mito de que son simplemente visiones aterradoras del mundo que nos define.
(*) Nota en respuesta a Mauricio Vargas: En Kuwait, la selección nacional de hockey sobre hielo femenino, categoría juvenil, se coronó campeona de la Copa Internacional de Desarrollo Femenino de la IIHF 2022. Una noticia sobresaliente, si se tiene en cuenta que en Colombia no hay estaciones y no genera emoción en el público porque tampoco se entera.
*Gestora cultural