CINE

Porfirio

Así fue, así es y así será la vida del comerciante tolimense que hace seis años se tomó un avión para hacerse oír del Estado.

Ricardo Silva Romero
10 de marzo de 2012
Ramírez, reducido a la labor de vender minutos de celular, cuenta día a día con la ayuda de su esposa y de su hijo.

Título original: Porfirio
Año de estreno: 2012
Guion y Dirección: Alejandro Landes Echavarría
Actores: Porfirio Ramírez Aldana, Jarlinsson Ramírez Reinoso y Yor Jasbleidy Santos Torres

Es un documental sobre un cuerpo: el cuerpo parapléjico del comerciante tolimense Porfirio Ramírez Aldana. Si usted finalmente se decide a verlo, si se deja convencer por frases como "ha dejado con la boca abierta a todos los que la han visto", "está filmada en el cinemascope que usaban las producciones del oeste", "lo más estremecedor es que el protagonista se interpreta a sí mismo", "es una de las películas más duras que me he visto" o "muestra cómo fue, cómo es y cómo serán los días de un hombre condenado a una silla de ruedas" (mejor dicho: si se deja convencer, dentro de un par de párrafos, por esta reseña), tiene que tener claro que será eso lo que verá en la pantalla cuando esté viendo la agotadora Porfirio: cómo vive la vida un hombre que un día, por cuenta de una bala extraviada de la Policía, perdió para siempre el movimiento en sus piernas.

Porfirio Ramírez es aquel "aeropirata" de las primeras planas que el 12 de septiembre de 2005, herido en el alma por su discapacidad, se atrevió a tomarse un avión para hacerse oír del presidente. A cambio de semejante acto desesperado, Ramírez recibió, por parte de ese Estado que no aparecía por ninguna parte, pero que sí dejó escapar la bala que le rompió el cuerpo en dos, un insólito cheque sin fondos de 100 millones de pesos. Y, acto seguido, se hizo merecedor de ocho años de casa por cárcel. Que en su situación han significado, por supuesto, ocho años de seguir viviendo la misma vida de todos los días. No es eso, sin embargo, lo que cuenta Porfirio. Porfirio no quiere ser una obra dramática ni recrear la noticia de prensa ni caer en el suspenso que mueve las historias hacia delante. No le interesa el relato sensacionalista de las portadas, sino la tras escena en la que un comerciante parapléjico, reducido a vendedor de minutos de celular, hace lo mejor que puede para conservar su humanidad.

En el largometraje está presente, si uno la quiere ver, la tragedia colombiana: Ramírez descubre que, así como el destino solía sentenciar a los héroes que se atrevían a retarlo, el país tiende castigar a los ciudadanos que tratan de tener la vida en sus manos. Porfirio es una tragedia, sí, su final es su comienzo. Pero sobre todas las cosas es un documental articulado por la ficción que logra ponernos en el penoso lugar de su protagonista, que descubre la belleza en donde no estamos acostumbrados a encontrarla, y que prueba que, abrumados por las estadísticas, hemos perdido la conciencia de todo lo que puede doler una persona. Porfirio consigue lo que su personaje principal no consiguió subiéndose a aquel avión con un par de granadas: devolverle el cuerpo a un hombre invisible.

Si usted finalmente se decide a verla, consciente de que se repite hasta el cansancio como se repite una rutina, tendrá enfrente a un hombre que ha seguido siendo un hombre contra todos los pronósticos.