El demonio y el mal siempre están al acecho y cada día hay que tener más cuidado porque se camufla en diferentes presentaciones que, una persona incauta o hasta la más precavida, puede llegar a caer en una tentación de este ser espiritual.

Orar es considerado uno de lo más grandes actos de fe. | Foto: Getty Images

Es por eso que dentro de la religión existen diferentes plegarias para alejar al demonio de la vida y poder esquivarlo las veces que sean necesarias, pues este ser maligno quiere alejar a los hijos de Dios de su regalo prometido y que los cristianos no se puedan regocijar en la divina gracia que Dios tiene para todos.

Por tal razón hay que blindarse a diario y por ello hay una oración potente que aleja a los demonios.

Oración de San Isidoro contra el demonio

Tú, Señor, verdadero doctor y dador, que eres Creador y Redentor, concesor y defensor, abogado y Juez terrible y clemente, que das vista a la mente de los ciegos, que posibilitas a los débiles para hacer lo que ordenas; que tan piadoso eres para quienes te dirigen asiduamente sus peticiones y tan liberal que no permites que nadie desespere, perdona todos mis pecados y todos mis errores, y que tu bondad gratuita, buen Jesús, me conduzca a esa contemplación deseable donde ya no pueda errar.

Algunos creyentes prenden velas mientras oran. | Foto: Getty Images

Tú que eres conocedor de lo que está oculto, bien conoces en cuántas faltas he caído. Tú conoces cuán mísera y proclive es mi debilidad, y cuán incesantemente la aflige y presiona el enemigo.

Tú, oh Cristo Dios, batallador fortísimo y campeón siempre victorioso, mira este combate desigual, donde clama a la gloria de Tu divina majestad, la debilidad de los mortales.

Los conocedores del tema religioso recalcan la necesidad de orar con fervor y honestidad. | Foto: Getty Images

Si el león rugiente superara a la débil oveja, si el espíritu violentísimo venciera a la débil carne, y si al menos la domina, permitiéndolo tu justo juicio, en el tiempo de padecer, no permitas que seamos devorados por sus insaciables fauces.

Haz, ¡oh amador del género humano! que se entristezca por la alegría humana aquel que se exulta por atacarnos.

Amén.