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Regreso a las raíces

Varios músicos colombianos intentan revitalizar la música nacional a partir de propuestas muy diversas.

8 de octubre de 2001

Andres Cabas descresto con su primer disco a los participantes en la asamblea mundial del sello EMI, celebrada hace un mes en Roma. Juanes está nominado a siete premios Grammy Latinos que se entregarán el 11 de septiembre en Los Angeles. Aterciopelados no para de realizar giras exitosas por América Latina, Estados Unidos y Europa.

Aunque la propuesta musical de estos artistas es bastante diversa todos ellos tienen algo en común: a partir de ritmos y sonidos propios del folclor colombiano están construyendo una serie de propuestas contemporáneas que no solamente han impactado en Colombia sino que también se valoran en otras latitudes.

Ellos apenas son tres de los más reconocidos por el público. Pero no son los únicos. También están en ese grupo Carlos Vives, Bloque, Boris García, Antonio Arnedo… En los últimos años una gran cantidad de jóvenes y no tan jóvenes músicos colombianos decidieron olvidarse de los esquemas tradicionales del rock, el pop o el jazz que llegan de Estados Unidos, Europa y otros países de América Latina y mirar música tradicional colombiana y tomarla como fuente de inspiración.

Algunos lo hacen de manera superficial, por pegarse a una moda y conquistar mercados más amplios, otros como resultado de una búsqueda musical y un proceso creativo que les toma varios años. Lo que sí resulta evidente es que estos músicos, cada uno en su estilo, le están dando una nueva oportunidad a la música colombiana.

Es el caso de Andrés Cabas (Cabas a secas) quien, al igual que Carlos Vives, se crió en un ambiente en el que era natural oír música colombiana (su padre es el conocido compositor barranquillero Eduardo Cabas) pero también aficionado al rock y al jazz. Su primer álbum fue producido por Chucho Merchán, un experimentado músico colombiano radicado en Londres, y en él logró mezclar la energía y la frescura del pop y del rock con los sonidos primitivos de los tambores y las gaitas de la costa Caribe. “Aunque al principio yo quería ser una estrella del rock me bajé de ese bus cuando comprendí que mi única manera de ser pleno era haciendo música colombiana, no sólo folclórica, sino rock y pop colombiano”.

Desde hace bastantes años la música folclórica colombiana, que se formó y consolidó en un ambiente eminentemente rural, poco o nada les dice a las grandes mayorías de un nuevo país que han crecido en un entorno urbano y bombardeadas por tendencias musicales que literalmente sacaron de las emisoras de radio los aires tradicionales del país.

Casos como el del vallenato, que se ha adaptado a los nuevos tiempos, pero a costa de grandes sacrificios en materia de textos y calidad musical, han llevado a los puristas a mirar con desconfianza cualquier posible adaptación de estas tradiciones a los tiempos modernos. Sin embargo el resultado práctico de este celo ha sido que la música colombiana se ha convertido en un patrimonio ajeno a un país joven y urbano. Eso lo han entendido en eventos tan importantes como el Festival del Mono Núñez, donde en un comienzo fueron mal recibidas las fusiones que hacían intérpretes jóvenes de música andina colombiana y jazz y que ahora se han vuelto parte fundamental del festival más representativo de la música del interior del país.

Desde esa perspectiva más experimental y profunda se han visto trabajos como los discos que ha grabado el saxofonista Antonio Arnedo, quien progresivamente se ha ido alejando de la corriente principal del jazz para adentrarse en los ritmos del Caribe. Otro músico que ha realizado trabajos muy destacados es el bajista Juan Sebastián Monsalve, tanto con la agrupación María Sabina (en la que tocó Andrés Cabas) y ahora con Curupira, un disco que ha sido muy bien comentado por críticos expertos tanto en jazz como en música colombiana. Gilles Charalambos y Roberto Sarmiento Herrera grabaron + = –, un disco muy experimental en el que combinaron ritmos colombianos con sonidos electrónicos. Otros exponentes (entre varios más) de estas búsquedas son Liliana Montes, estudiosa de la música del Pacífico, y Manguala.

Aunque este boom es más bien reciente la historia comenzó hace tres décadas, cuando varios de estos músicos eran niños o aún no habían nacido. Durante la primera explosión del rock colombiano, en la segunda mitad de los 60, varios músicos de aquellas bandas no solamente se miraron en el espejo de Cream, Jimi Hendrix Experience y otros ídolos, también siguieron el ejemplo de Carlos Santana y su fusión de rock y ritmos del Caribe.

Agrupaciones como Malanga (en la cual tocaba el bajista Chucho Merchán) y la Banda Nueva trabajaron este tipo de fusiones. Sin embargo la banda que más exploró en este sentido fue Génesis, liderada por el ya fallecido Humberto Monroy, quien comenzó a trabajar con instrumentos y ritmos de diversas regiones del país. La canción Don Simón, además de haber sido un gran éxito en la radio en 1974, es un ejemplo notable de fusión de rock y ritmos colombianos, en este caso de la Costa del Pacífico.

Un músico que también entendió desde el comienzo de su carrera la importancia de poner el folclor en contacto con la nueva realidad urbana del país ha sido Jorge Velosa, quien ha mantenido intactos los ritmos y sonidos de la música carranguera pero les ha incorporado textos familiares para los habitantes de las ciudades, como es el caso de La cucharita, canción publicada en 1981 y en la que se daba cuenta de un atraco “en pleno centro de Bogotá”.

Por su parte Totó la Momposina, muy apegada a la tradición de la música de las sabanas de Bolívar, ha logrado permear su propuesta en Europa, donde tiene muchos más seguidores que en Colombia. Incluso su productor, el inglés Richard Blair, lidera un proyecto musical llamado Sidestepper, en el que combina drum’n bass con música tropical, de la que se enamoró durante sus correrías por Colombia al lado de Totó.

A finales de los 80, en tiempos del llamado rock en español, aparecieron grupos como Distrio Especial (luego Distrito), que fusionaron rock con ritmos caribeños e incluso bambucos.

Sin embargo el auge definitivo lo trajo Carlos Vives con Los clásicos de la provincia. En la formación original del grupo La Provincia estaban músicos como Iván Benavidez, Teto Ocampo, Einar Escaff y Carlos Iván Medina, quienes han seguido el camino de la fusión con agrupaciones como Bloque, Manguala y Elloson.

A Vives lo siguieron músicos como Moisés Angulo y Tulio Zuloaga, quienes tuvieron su cuarto de hora a mediados de la década anterior. Otras propuestas, muy atadas a la tradición pero realizadas por músicos muy jóvenes, han sido Los 50 de Joselito, seguidores de la onda de Guillermo Buitrago, y Vallenet, del que salió el cantante Boris García, quien acaba de lanzar Afortunado, su primer álbum como solista, y que se presentará en Mompós el próximo 12 de octubre en un concierto por la paz organizado por el Ministerio de Cultura y la Unesco al lado de Juanes y Carlos Vives.

Aunque todavía es temprano para dar veredictos, trabajos como los de Arnedo y Monsalve, éxitos de ventas como el de Juanes y discos como el de Cabas parecen confirmar que a la música colombiana le ha llegado un nuevo aire y que no está condenada a convertirse en el borroso recuerdo de un pasado remoto.



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