CINE
'Ad Astra: hacia las estrellas': efectos alucinantes y frágil masculinidad
El director James Gray se embarca en una aventura espacial protagonizada por Brad Pitt y Tommy Lee Jones con un astronauta impasible que debe ir hasta el final del sistema solar en búsqueda de su padre. Reseña de la semana. **
Título original: Ad Astra
País: Estados Unidos
Año: 2019
Director: James Grey
Guion: James Grey, Ethan Ross
Actores: Brad Pitt y Tommy Lee Jones
Duración: 122 min.
Calificación: 2 estrellas
Esta película espacial, protagonizada por Brad Pitt y Tommy Lee Jones, es una anomalía en este presente en el que casi todas las producciones de alto presupuesto de Estados Unidos son reelaboraciones más o menos complejas de personajes preexistentes (y tiene su justificación: en lo que llevamos de 2019, nueve de las diez cintas más taquilleras son remakes o continuaciones).
Uno podría relacionarla con ‘2001: odisea del espacio‘, aunque está más cercana temáticamente a ‘Armagedón‘.
Pero eso, que en principio es causa de aplauso y de simpatía, resulta no ser tan importante. Porque Ad Astra demuestra que también es posible ser monótonamente evidente, saltar de obviedad en obviedad, llenarse de explicaciones que sobran y evitarse el trabajo de ahondar en nada sin necesidad de héroes con capas o fantasías apocalípticas.
En la ambición de sus temas y en su tonalidad sombría, uno podría relacionarla con 2001: odisea del espacio, aunque está más cercana temáticamente a Armagedón, en la que también hay un vuelo al espacio para evitar la destrucción del planeta. Solo que acá se reemplaza la ligereza y el sentido del humor por tópicos altisonantes como las masculinidades conflictuadas, las paternidades irresponsables y las preguntas cósmicas sobre el lugar de los humanos en el universo.
El personaje central es Roy McBride (Pitt), un astronauta que la película presenta como el tipo más impasible del planeta (y del universo, seguramente). Tras algún chequeo médico, un técnico anónimo le pregunta admirado si es cierto que su pulso nunca ha rebasado los 80 latidos por minuto, y McBride responde, previsible e impasiblemente, que así es.
Las imágenes son hermosas, eso sí, y el sonido es espectacular. Pero envuelta en ese sonido, una voz en off cuenta lo que el astronauta siente y piensa en un ejercicio tan reiterativo que es casi cómico.
Las imágenes son hermosas, eso sí, y el sonido es espectacular. Pero envuelta en ese sonido, una voz en off cuenta lo que el astronauta siente y piensa en un ejercicio tan reiterativo que es casi cómico; solo la música ominosa y sostenida deja en claro que no se esperan risas del público.
La trama de Ad Astra comienza con unas misteriosas descargas eléctricas que llegan a la Tierra y que ponen en riesgo la vida en el planeta, aunque no se explica en qué sentido. Resulta que el padre de Roy, Clifford (Jones), se había ido en una misión espacial 30 años atrás en búsqueda de inteligencia extraterrestre en los confines del sistema solar y, aunque todos lo creían muerto tras perder contacto 16 años atrás, ahora se sospecha que las descargas están relacionadas con su misión. Así que mandan al hijo para que le grabe unos mensajes al padre que quizás esté vivo.
Los dramas son de gran calibre nominalmente, pero nunca toman cuerpo. Tras un incidente que deja a un compañero de misión muerto, el narrador señala: “El ataque estaba lleno de rabia. Yo entendía esa rabia”, no obstante, la neutralidad de la entonación y la definición misma del personaje hacen que ese entendimiento suene vacío.
Los traumas que la voz va recitando durante la película incluyen la añoranza del padre, el efecto de ser medio huérfano y el costo que ha tenido el autocontrol en su vida personal, pero se sienten abstractos e incorpóreos. Queda, eso sí, el espectáculo del alto presupuesto: unos efectos especiales alucinantes y una humanidad que, sin importar lo lejos que viaje, siempre estará destinada a la obviedad.
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