Robert Pattinson y Juliette Binoche protagonizan esta cinta que, desde un viaje espacial, aborda temas como el encierro, el hacinamiento y la paternidad.

CINE

'High Life': el exilio en su manifestación más extrema

Esta película de ciencia ficción, de la directora Claire Denis, se concentra en las relaciones entre los tripulantes de una nave que se dirige a un agujero negro. Reseña de Manuel Kalmanovitz. ***

7 de septiembre de 2019

País: Inglaterra, Francia, Alemania, Polonia, Estados Unidos

Directora: Claire Denis

Guion: Claire Denis y Jean-Pol Fargeau

Actores: Robert Pattinson, Juliette Binoche

Duración: 113 min

Calificación: ***

Uno de los temas recurrentes de la cineasta francesa Claire Denis es el exilio, esa tensión compleja y agridulce de personas que viven en una especie de limbo, estando en un lugar y pensándose en otro. Lo ha explorado, entre otras, en Chocolat (1988), I Can’t Sleep (1994) y Beau Travail (1999) –para mí, su obra maestra y una de las grandes películas de esa década–.

En High Life, el exilio se ve en su manifestación más extrema: ya no es el desplazamiento de una ciudad a otra o de un país a otro, sino de un planeta a la nada (a un agujero negro, para ser precisos, que es una forma de nada concentrada y gravitacionalmente poderosa).

Es una película ambiciosa en su temática pero de bajo presupuesto, así que los efectos especiales no están hechos para dejar a nadie con la boca abierta. En vez de enfatizar esas acciones externas que apelan a lo espectacular, el filme privilegia la cotidianidad de un viaje en el espacio, el encierro de la nave, el contraste entre los corredores revestidos de tecnología, de paredes blancas y grises, y ocasionales luces de neón, con unas vidas humanas hacinadas allí, regidas por el desespero y la desesperanza.

Todo tiene un aire misterioso y elíptico, y la historia se cuenta en distintos niveles temporales. En esta nave espacial poco agraciada, como un ladrillo flotante, rectangular y estático, el relato empieza con Monte (Robert Pattinson). Este se encarga, entre enternecido y desesperado, de una bebé –la paternidad es otro tema recurrente en la obra de Denis–, luego la narración salta hacia atrás y cuenta lo sucedido.

Poco a poco se va delineando la historia: la nave estaba ocupada no por astronautas, sino por presidiarios, en una especie de misión suicida que busca “capturar la energía de rotación de un agujero negro”. Los acompañaban un piloto y una enfermera (Juliette Binoche), encargada de unos experimentos misteriosos con los fluidos corporales de los demás.

Es una reflexión que tiende a la desesperanza, filtrada como está por un viaje a ninguna parte sin regreso posible.

Su estreno en el pasado Festival de Cine de Toronto despertó una oleada de morbo al menos por tres razones: una larga y relativamente explícita escena de la enfermera en un cuarto del placer de esta nave espacial; los experimentos con fluidos ya mencionados, y la renovada sorpresa de ver a Pattinson, que se volvió un ídolo global de adolescentes como el vampiro taciturno de Twilight, insistiendo en películas personales, difíciles, de cineastas inclasificables como su Good Time, de 2017.

Pattinson, que se volvió un ídolo global de adolescentes como el vampiro taciturno de Twilight, insiste en películas personales y difíciles.

Porque vale aclarar que High Life no es una cinta fácil. Hay unos temas subyacentes sobre las pulsiones humanas, sobre lo que hay de gratificante –y de insensato– en tener hijos y el acto de transmitirles una serie de conocimientos, curiosidades y valores para que ellos, a su vez, los transfieran a otras generaciones.

Es una reflexión que tiende a la desesperanza, filtrada como está por un viaje a ninguna parte sin regreso posible, que se presenta delicada y líricamente, y con una melancolía tan fuerte que al final es eso lo que queda resonando, mucho más que los elementos llamativos y alborotadores que tantos comentarios generaron.

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