LIBROS

Las transformaciones del libro

La forma en la que el libro y la lectura han cambiado a lo largo de la historia hasta llegar al formato electrónico.

26 de noviembre de 2011
Según el profesor Gubern, el libro coexistirá en ambos soportes, impreso y electrónico.

Román Gubern

Metamorfosis de la lectura

Anagrama, 2011

138 páginas

Nos encontramos ad portas de un cambio trascendental en el soporte del libro. Estamos pasando de la cultura del libro impreso a la del libro digital. Y, como todo gran cambio, genera resistencia, miedo, incertidumbre y vaticinios apocalípticos. ¿Desaparecerá el libro impreso? Para unos, sí; para otros, no. Pero hay una sensata posición intermedia: el libro coexistirá en ambos soportes, impreso y electrónico. Esa es la posición del profesor Román Gubern, aunque él reconoce su sesgo: creció y se formó intelectual y sentimentalmente con el libro códice de papel. Pero no es solamente su caso. En un reciente artículo en The New York Times, muchos padres fanáticos de los libros electrónicos para ellos mismos preferían que sus hijos aprendieran a leer en libros impresos. Curiosamente las respuestas de estos padres norteamericanos coinciden con las de Gubern: mayor concentración, compromiso de todos los sentidos, el olor y la textura del papel. "El libro electrónico se opone al fetichismo del libro como objeto sensual, es decir, como objeto táctil, visual y oloroso a la vez".

Antes de llegar a la polémica actual y para darnos elementos de discusión, el profesor Gubern nos ofrece un rápido recuento de los diferentes soportes que ha tenido el libro a través de la historia y las incidencias que estos han tenido en la forma de leer. El libro códice (códex), que unía varias páginas de un pergamino por el mismo borde lateral -tal y como lo conocemos ahora- nació en el Imperio romano a finales del siglo I. En ese entonces también coexistieron dos formatos: el libro en pergamino y los tradicionales rollos de origen egipcio. El pergamino fue el soporte habitual de la escritura en Europa hasta el surgimiento de la imprenta, en el siglo XV. Que, por cierto, no tardó en ser criticado por los conservadores porque convertía la lectura en un placer solitario y acababa la comunicación oral que mantenía unido al grupo, conformado principalmente por monjes, los lectores de la época. "Pero es interesante observar que el libro impreso perdió, a los ojos de cierta élites, el aura originaria del manuscrito y del ejemplar único, hasta el punto que algunos ilustres coleccionistas de libros se negaron a incluirlos en las bibliotecas".

Importantes aclaracio-nes porque de lo que estamos hablando ahora es de un cambio de soporte, no de la noción misma del libro. El libro y la literatura no parecen sufrir con ese cambio. La materia prima del escritor es la palabra y el pensamiento, susceptible de fijarse en distintos soportes: "En ese sentido es evidente que la producción literaria de Cervantes, Shakespeare, Tolstói, Proust, Rimbaud o Kafka no tendría que haber sido mejor escrita con bolígrafo, máquina de escribir o procesador de textos". Lo que cambia es la industrialización, la difusión de las obras y el tema sensible de los derechos de autor, que no ha sido fácil porque las empresas informáticas han querido desconocer los derechos legítimos de autores y editores.

En la emigración de contenidos hacia el soporte electrónico, la computadora ha introducido algo muy importante para el lector moderno: el hipertexto. Un sistema informático que permite un recorrido no lineal entre textos o documentos, mediante enlaces (links), que los relacionan entre sí. "El hipertexto es importante porque quiebra la construcción de la linealidad propia de la escritura y la reemplaza por una estructura de movilidad arborescente, cuya utilidad enciclopédica es fecundísima". Es la estructura del arcaico arbor scientiae de los escolásticos medievales.

Pros y contras. Libros más baratos y, por lo tanto, de más fácil acceso. En el sentido económico y práctico: se pueden bajar en un segundo. Más democracia informativa, como corresponde a la red. Pero no necesariamente -como también corresponde a la red- más excelencia. Para Román Gubern, en el mundo ultrademocrático de internet, vale lo mismo el ensayo del tonto que el del sabio. "Y no todo el mundo sabe quién es el tonto y quién es el sabio".