MÚSICA
Rock al Parque 2018: día 3. Muy cerca del cierre perfecto
Con las uñas, el festival conjugó una edición 24 impresionante por su rango de rock. Todo conspiró para hacer del cierre del lunes uno memorable: los artistas, el sonido (casi siempre), el público que llenó el lugar y hasta el caprichoso clima.
Observación rápida...
La espera será larga. La gran celebración de 25 años de Rock al Parque solo vendrá en noviembre de 2019, y después de esta edición tan poderosa, llena de sorpresas-tesoros, colores, oscuridad, protesta, fiesta, pogo, descarga y baile, solo se puede insistir en que se sentirá el vacío. Ahora, cuando las cosas se hacen bien, vale la pena darles tiempo. Y en una edición de aniversario bien pueden venir anuncios que entusiasmen. Sea como sea, el festival está en buenas manos.
Bogotá, Medellín y Cali se hicieron presentes con propuestas musicales contundentes que cada día suenan mejor.
El cierre: fantástico, variado, sorprendente
A las dos de la tarde, a las afueras del Parque Simón Bolívar, el cielo plomizo de festivo gritaba lluvia. Pero hacia el oriente se podía ver un inspirador mar de cometas en el aire y, además, el cerro. Y si en Bogotá se ve el cerro, no va a llover. Y por tercer día consecutivo no llovió. Rock al Parque 2018 bordeó la perfección, en su cierre y en su totalidad, porque incluso lo que no podía controlar le jugó a favor.
Las dos jornadas anteriores habían sido exitosas en sus colores ultrapesados y arriesgados (polémica ‘Pussy Riot’ incluida), pero el lunes carga siempre una responsabilidad extra. Frente a ese reto, el festival apostó por satisfacer a todo el mundo y no es exagerado decir que lo consiguió.
Más personas y más expectativas le hicieron subir el nivel. Conjugó entonces géneros y variantes de manera olímpica y fluida. Hubo espacio para mujeres, para artistas trans, para hombres. Hubo lugar para conciertos ‘estándar’ y ‘conciertos-performance’. Hubo amplificación para jazz-rock, el indie, el ska, el punk, el rock experimental, la cumbia, el afrobrasileño, el rockero-fiestero, el progresivo ochentero, el stoner/desert… Hubo Bogotá, hubo Medellín, hubo Colombia, tandas de Chile, tandas de España, Alemania, Bélgica, Brasil, México, Estados Unidos y Japón.
Quedó en evidencia la fuerza de grandes conjuntos, de ese ‘jurgo’ de personas en escena saltando y tocando y generando locura colectiva en los distintos escenarios del parque. La Mojiganga, La Chiva Gantiva, Chico Trujillo, La M.O.D.A, Tokyo Ska Paradise Orchestra, todos muy distintos, fueron geniales en sumar un montón de almas y de una bola de nieve armar avalancha. Como constante, llevaron al público a un baile incesante, a una salto alegre y vivo, a veces hasta levemente furioso. A eso se suma la histeria deliciosa que, reportaron voces cercanas, generó Liniker e os Caramelows, un ensamble liderado por la artista trans brasileña Liniker Barros, quien no discriminó: puso a bailar a todos los presentes en su ceremonia.
En ese mismo escenario, dos solitarias contra el mundo, las increíbles BALA de España, avasallaron cuando el sol al fin salía y ya se configuraba una tarde gloriosa... y se sabía que el lunes no podía terminar sino muy, muy arriba.
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También hubo varios matices del trío, todos increíbles a su manera. Tocaron el Alain Johannes Trío (el chileno demostró ser una fábrica de riffs y sus acompañantes estar muy a la altura), el Lee Ranaldo Trío (un viaje al mundo, atmósfera y arte-protesta del genial ex-Sonic Youth con un osado y libre baterista), Kadavar (el trío que, con la batería al frente, estableció sus prioridades con el headbanging pausado y crujiente).
Los sonidos colombianos dejaron grata impresión desde su descarga. No desentonaron, al contrario, sumaron mucho. Se empieza a sentir más nivel a todo nivel. El sonido cada vez más apretado, la propuesta cada vez más pulida, así sea agreste, como la de Ginger y los Tóxicos o Sanpeceéste, o rockero diverso como Alfonso Espriella (canchero y sentido). Los Militantex con su ‘‘no jazz’-jazz’, los Ship con su ejecución limpia de progresivo-ochentero (que acompaña con unas curiosas visuales estilo power point). Muy distintos, muy pulidos. Chapeau para todos.
Y por último, Pennywise, a cargo de un final en el que acabó con las piernas que le quedaban al público, que le agradeció por ello, pues a eso fue en masa a la cita. La banda californiana de punk dio un concierto generoso en el que sumó sus hits a covers de The Ramones, Bad Religion, Beastie Boys y más.
Nada que agregar. Lleno de matices, fue un cierre espectacular
Se debieron a su público masivo. Pennywise y el cierre punk que no defraudó a nadie, plagado de homenajes a bandas que los marcaron. Foto: Esteban Vega/SEMANA.
Avances al Parque
Da la impresión de que Rock al Parque ha sabido incorporar algunos buenos aspectos de los festivales privados. La oferta de escenarios es clara, demarcada, la zona de comidas es buena y cada vez hay más espacios dónde ‘monchar‘ con los amigos, grupo, pareja, etc...etc...
Esto no funcionaría sin un público maduro. El público del festival ya no va a increpar o lanzarle monedas al grupo que toca antes de que va a ver. Ahora -en su mayoría- escucha, aprecia más lo que no conoce. Además trata de bailarse, saltarse o poguerase lo que venga. Más de 185.000 personas se hicieron presentes, y en su mayoría se portaron a la altura.
El fin de semana de Rock al Parque emociona por una simple razón. Se ve a ‘parches’ de distintos tipos, edades, pintas, en ruta al festival. En barrios cercanos y lejanos, en avenidas concurridas, se sienten los grupos de jóvenes movilizándose. Verlos gozarse luego conciertos que esperaban, y que no esperaban ratifica que este festival es de la ciudad, la marca, y se justifica cada vez más.
El sonido estuvo bien, la mayor parte del tiempo. En algunos espectáculos en el escenario Plaza, sin embargo, los bajos parecían excesivos y no parecía haber una corrección muy acertada o rápida. El escenario Lago sonó muy bien casi siempre.
Aplauso a la curaduría musical, por acertada, pero también al resto de organizadores, al personal de logística, seguridad, servicios, aseo, que tanto se esfuerza y tan duro le toca.
El Petronio es un festival mágico en el Pacífico. Rock al Parque, vale no olvidarlo, es un festival mágico en Bogotá. Qué maravilla que tanto haya sucedido en ambos el mismo puente de 2018.
Recomendamos escuchar: Ociorama, el nuevo podcast de SEMANA que explora el ocio desde el audio. Escuche los primeros episodios, sobre el Festival Mad Cool de Madrid y Rock al Parque 2018.
Escucha"E02 Así suenan los protagonistas de Rock al Parque 2018" en Spreaker.
Escucha"E01 Así sonó el mejor festival de 2018" en Spreaker.
Brazos al aire. Bandas y artistas de muchas partes del mundo llegaron y dejaron su huella, y el público lo apreció. Foto: Esteban Vega/Semana.