Festival musical
Ruta al Estéreo Picnic: Anamaría Oramas, improvisadora antes que jazzista, nos habla de los vientos, de Bogotá y de la música que la mueve
Llevando por primera vez el jazz colombiano y su improvisación instrumental al FEP, esta bogotana noventera refleja con su creación las virtudes de la dinámica escena local. Hablamos con ella de sus inicios, sus discos, los sonidos que la han alimentado y los que explora hacia el futuro.
Las sorpresas más emocionantes de los festivales, por extraño que parezca, vienen de esos artistas que saltan de su aparente nicho para despertar y agitarle los sentidos a todos los que tienen la fortuna de verlos y escucharlos (sin importar a quién fueron a ver). Y es por eso que, sin lugar a dudas, quienes se acerquen al concierto de Anamaría (así, pegado) Oramas, el primero del viernes 22 de marzo en el FEP, serán altamente recompensados. Y, si no pueden en esta ocasión, no se pierdan la siguiente.
Hija de los noventas, de Batuta, del conservatorio de la Universidad Nacional, de viajes al mundo, de regresos a los ensayaderos de Bogotá y de una extensa experimentación propia alimentada por sonoridades colombianas, colaboraciones y varios géneros más, Anamaría ofrece un arte musical que vuela. Lo hace desde las frecuencias de sus vientos (su flauta, su gaita) y de sus composiciones únicas, ejecutadas talentosamente con el sólido ensamble que la acompaña.
El viaje con ella, con su música, es tan reflexivo como respirar profundo y tan emocionante y asombroso como saberse vehículo de un trance. Con ella hablamos sobre su camino, su creación, lo que ofrecerá en el FEP y lo que viene en su producción musical. Esto nos dijo.
SEMANA: ¿Por qué tomó el camino de la música?
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Anamaría Oramas: Mi padre era un artista plástico, y siempre se consideró un músico frustrado, así que en mi hogar, también por iniciativa de mi madre, hubo siempre el interés de que mi hermano y yo fuéramos músicos. Por eso, desde pequeños tomamos clases de guitarra, piano, organeta, y, como a los 10 años (míos) entramos a Batuta y dimos nuestros primeros pasos en la formación. Yo pasé después a la sinfónica juvenil, luego entré a la Nacional y estuve un tiempo en Cuba. Ahí se encaminó mi vida hacia una carrera en la música.
SEMANA: ¿Por qué el jazz?
A.O.: En el conservatorio de música de la Universidad Nacional, que tiene un enfoque muy académico, muy clásico, muy europeo, hay una cátedra de jazz que da Antonio Arnedo, y cuando supe que él era profe ahí, me metí. Él sembró la semillita del interés por crear y profundizar en la música de Colombia. Y se lo agradezco, porque fue lo que me desvió de ese camino de intérprete, de flautista clásica, que la verdad veo poco fructífero, con muy poco terreno de exploración. El jazz me permitió encontrar una voz. Más que intérprete de jazz me considero una improvisadora que abarca muchos géneros: la salsa, el jazz, la música colombiana, las músicas urbanas, el pop... Entonces, más que jazzista, improvisadora.
Más que intérprete de jazz como género, me considero una improvisadora que abarca muchos géneros por los que me gusta moverme, la salsa, el jazz, la música colombiana, las músicas urbanas, el pop...
SEMANA: ¿Por qué la flauta?
A.O.: Escogí la flauta porque llegué tarde a la audición de violín. Sin embargo, siempre se me facilitaron los vientos, desde que estaba en el colegio y tocaba flauta dulce. Y, no sé, uno tiene una afinidad, una empatía con ciertas familias de instrumentos, y los vientos siempre me han fluido. No me sucede con las cuerdas, por ejemplo. Los vientos y las flautas son lo mío, y ahora la gaita también, es una compañera, una esposa...
SEMANA: ¿Cómo define su música, su estilo? Hay sonoridades muy colombianas, pero le habla al mundo…
A.O.: Mi música es muy local. Yo hice muchos intentos de viajar, de hacer maestría, de vivir afuera. Seguí muchas de las aspiraciones que tenemos los latinoamericanos de ir al primer mundo, cuando lo idealizamos y sentimos que es allá donde se nos va a reconocer y vamos a vivir bien.
Colombia es una fuente impresionante de música. No le envidio nada a ningún otro país. Soy una enamorada de conocer este país, sus instrumentos, sus tambores, sus vientos. Me gusta crear desde este lugar.
Pero a mí, por diferentes circunstancias de la vida, nunca se me dio quedarme ni en Europa ni en Estados Unidos, así que me fui sembrando acá cada día más, convenciéndome también de este lugar, de este territorio y de la dicha de poder conversar con el contexto y su momento. Colombia es una fuente impresionante de música. No le envidio nada a ningún otro país. Soy una enamorada de conocer este país, sus instrumentos, sus tambores, sus vientos. Me gusta crear desde este lugar.
Sobre la escogencia del tambor, de la gaita, de las sonoridades colombianas, esta ha sido una decisión muy pensada, muy consciente, muy presente en mi música y en mis discos. Aún así, seguiré ampliando mi rango creativo. Soy muy curiosa todo el tiempo, indago sobre el intercambio en las expresiones musicales de Colombia, las ruedas de gaita, los arrullos del Pacífico, las chirimías caucanas, y todo tipo de encuentro que invite a entregarse al trance y al ritual de nuestra músicas (esas que invitan también al movimiento).
SEMANA: Háblenos del camino que la lleva a lanzar ‘Muntú’ en 2019 y ‘Ramas lejanas’ en 2023. ¿Qué caracteriza estos trabajos?, ¿qué cambió en sus procesos de composición?, ¿qué exploraciones abordó?
A.O.: En la Nacional, en el conservatorio, me daban la oportunidad de hacer el doble énfasis, en música clásica y en jazz, pero sabía que eso significaba dos o tres años más de estudios y una inversión sostenida. Entonces decidí que, en vez de hacer un segundo grado, iba a hacer un disco.
Tuve esa visión a mis 25 años. Trabajé mucho y consolidé mi cuarteto. Empecé con una composición, con dos, y daba conciertos compartidos en los que tocaba tres temas. Así me fui encontrando como líder de grupo, y cuando tuve unos diez temas me lancé a grabar Muntu, que se consolidó en 2019, cuando el grupo sonaba muy bien y mi propuesta estaba mucho más sólida.
Ramas lejanas sale cuatro años después. Es una continuación y una maduración de esa búsqueda creativa y de ese lenguaje. Y fue un disco pandémico. Porque empecé a tocar gaita en 2020, y andaba muy entusiasmada los primeros meses, y se vino la pandemia y me obligó a volverme una intérprete de gaita en solitario. Fue una forma muy particular de abordarla, porque suele hacer parte de un ritual colectivo, de una celebración con gente, en las ruedas. Ese momento me invitó a la introspección y me llevó a crear, en paralelo a mi aprendizaje de la gaita, explorándola compositiva y creativamente.
SEMANA: ¿Qué la entusiasma de ser una artista estos días en Colombia?
A.O.: Me entusiasma que Colombia es un país muy vital. Su escena musical es impresionantemente activa, evoluciona, cambia, se mueve de forma muy dinámica. Y hay para todos, porque todos los géneros y estéticas convergen en esta ciudad. Eso me conmueve.
He tenido la posibilidad de viajar a otras ciudades del mundo, y siempre llego a la conclusión de que Colombia es impresionante y de que es hermoso vivir en Bogotá, porque lo ofrece todo. Tiene muchos nichos a los cuales pertenecer, con los cuales involucrarse
He tenido la posibilidad de viajar a otras ciudades del mundo, y siempre llego a la conclusión de que Colombia es impresionante y de que es hermoso vivir en Bogotá, porque lo ofrece todo. Tiene muchos nichos a los cuales pertenecer, con los cuales involucrarse. Puedes conocerlo todo y desconocerlo también. Es abierta y heterogénea. Me emociona estar en este presente, donde tienen tanto valor las músicas tradicionales, conviviendo con las urbanas, las músicas de la ciudad, las músicas rudas, las oscuras y las estéticas disruptivas. Uno lo absorbe todo esto y lo procesa en su voz y en su lenguaje creativo.
SEMANA: ¿Qué la bajonea del mismo hecho?
A.O.: Me sigue disgustando mucho algo que me ha resonado mucho este año, eso que le decían a uno “Uy, no, ¿ser músico?, ¿de qué va a vivir?”. Y literal, es una labor muy difícil, muy mal agradecida, muy mal paga. Hay muchos aplausos, gloria y fama, pero el bolsillo está vacío, y eso duele. Quisiera uno tener un estilo de vida un poquito más alto, acorde al reconocimiento que se tiene públicamente, pero no es proporcional, para nada. En estos días lo siento absolutamente. Con toda esta publicidad que implica el Estéreo Picnic, pero al tiempo, sin ingresos…
Quisiera uno tener un estilo de vida un poquito más alto, acorde al reconocimiento que se tiene públicamente, pero no es proporcional, para nada
SEMANA: ¿Qué canciones recomienda para “entrarle” a su música?
A.O.: Recomiendo mucho “Fandango Frío” y “Muntu”, que son los hits del segundo y del primer disco, Y recomiendo “Canción de luna”, que es un porro tapao desde la gaita.
SEMANA: ¿Qué prepara para el FEP 2024?, ¿qué tan distinto será de otros toques?
A.O.: Llevo visuales por primera vez, y convoco a dos amigos que trabajan en las artes visuales. Uno que es un fotógrafo y documentalista llamado Ariel Arango, amigo del colegio, que ha llevado unos procesos muy interesantes en diferentes territorios del mundo, en el Cauca, en Latinoamérica, y ha amasado un archivo visual. Y estas imágenes las mezclará en vivo Diana Parejo, Mireaver es su nombre artístico. Ella ha trabajado con Briela Ojeda, con Guayacán y un montón de artistas. Es tremenda, admirable. Y la ingeniera de sonido es una mujer, y por lo menos la mitad del equipo somos mujeres.
Más que simplemente poner a una mujer en el escenario y exhibirla como cuota femenina, yo impulso involucrar a las mujeres a todo nivel. Políticamente, es algo que busco, que de lo poco o mucho que uno gane, una parte de ese dinero llegue a manos de mujeres y de sus familias.
SEMANA: ¿Para dónde va su música ahora?
A.O.: Me interesa mucho explorar la música electrónica, la programación. Tenemos un proyecto que se llama Draman, y nos gusta mucho el trap, entonces estamos jugando a hacer beats y a explorar desde ese universo digital. Es un proyecto al que este año le estoy trabajando mucho, también para desmarcarme de lo que he hecho. No me molesta ser una figura de la de la nueva música colombiana y de sus lenguajes, pero me parece chévere explorar otras estéticas. Salirme de ese lugar me refresca como artista.
No me molesta ser una figura de la de la nueva música colombiana y de sus lenguajes, pero me parece chévere explorar otras estéticas. Salirme de ese lugar me refresca como artista.
SEMANA: ¿Qué artista la emociona ver en el festival? ¿Qué artista sueña con ver?
A.O.: Me emociona mucho ver a James Blake, me emociona ver a Sa!koro, me gusta mucho su propuesta. Ese día que yo toco también toca Irepelusa. El día que más me gusta es el día que yo toco. Reúne artistas increíbles que admiro muchísimo. Y me gustaría ver a Fruko y sus tesos también
Me gustaría ver mucho más jazz en el FEP. Si no estoy mal, esta es la primera propuesta de jazz (y colombiano, sobre todo) que entra en la programación, y me parece muy bonito poder abrirle las puertas a la escena jazz, que es bastante marginal
Me gustaría ver mucho más jazz en el FEP. Si no estoy mal, esta es la primera propuesta de jazz (y colombiano, sobre todo) que entra en la programación, y me parece muy bonito poder abrirle las puertas a la escena jazz, que es bastante marginal. La gente tiene un prejuicio de que el jazz es un música súper culta y compleja, pero desde mi propuesta invito a que se den cuenta de que es una música muy cercana, fácil de escuchar.
Sobre a quién quisiera ver en vivo, hay figuras femeninas muy importantes que admiro muchísimo, como Nubya García, de la escena londinense, Elena Pinderhughes, una flautista increíble de la escena neoyorquina, y Rachel Therrien, que fue mi productora, una trompetista canadiense radicada en Nueva York muy buena, con una propuesta sólida. Sería lindo ver en los festivales esas propuestas de jazz, instrumentales, cuestionando la hegemonía de la música vocal, abriéndole lugar a otras sonoridades.
SEMANA: ¿Mejor concierto que vio en su vida?
A.O.: Han sido muchos, muchos han quedado en mi memoria emocional. Más que un concierto, tengo una época de la vida, cuando era mucho más chiquita, casi adolescente, asistía mucho los conciertos en el León de Greiff en la Nacional. Allá vi un tributo a Astor Piazzolla por la Filarmónica de Bogotá, me conmovió demasiado, casi me sacó lágrimas. También, por allá a mis 11 o 12 años, vi un grupo que había escuchado toda mi infancia, Radio Tarifa, proveniente del estrecho de Gibraltar, un lugar donde se siente la influencia de los árabes y de los españoles, porque se ubica entre Marruecos y España, y lograba una mezcla muy interesante. Y por haberlos escuchado tanto en mi infancia, verlos me conmovió mucho. Eso también fue en el León de Greiff.
SEMANA: ¿El mejor concierto que dio y por qué?
A.O.: Tal vez el Jazz al Parque de 2019, donde lancé mi primer disco. Fue hermoso, en una tarima impresionante, soñada, en una hora hermosa, como a las 6 de la tarde, cuando va bajando la luz, esa hora súper melancólica que lo conmueve a uno más, ante miles de espectadores bogotanos y los cerros orientales. Fue un momento muy poético que se quedó grabado en mi memoria.