Festival musical
Ruta al Pícnic: BUHA 2030, crónica del ensayo de una banda de amigos que derrocha talento, recorrido y desparpajo, y radiografía de su momento
Una entrevista, un fotoensayo, un cuadro del presente vibrante de la agrupación de sangre pastusa y base capitalina, antes de lanzar su esperado segundo disco y mientras prepara su presentación en el festival privado más grande del país. El humor, la amistad, el brío y la experiencia compartida de vivir rigen los destinos de este “cabildo artístico” que hay que escuchar por la música que toca y por el mensaje que transmite.
Suenan como nadie, y en días en los que el rock parece tan marginal como el jazz, se les agradece enormemente. En sus apuestas sonoras, los integrantes de BUHA 2030 atienden, antes que nada, a sus impulsos creativos. No hacen lo que hacen para llegarle más fácilmente a ningún oído. Quieren ser escuchados, sí, pero tocan para ser fieles a lo que les brota juntos en el marco de este proyecto, respetando sus gustos, exploraciones, curiosidades y surfeando la amistad y la alquimia sonora que los agrupa.
Estos cuatro músicos, muy amigos, tres fundadores oriundos de Pasto y un fan de su música que ahora toca batería con ellos, de Pereira, han vivido en Bogotá por años. Y, a diferencia de tantos otros inmigrantes en esta urbe, no han perdido las ganas de vivir en ella. No se imaginan en otra base. Sin importar sus trancones o su densidad, los músicos de BUHA 2030 disfrutan la ciudad, su gente y la efervescente escena musical que los alimenta y que a la vez protagonizan con propiedad, naturalidad, confianza y una música arrolladora.
Tienen un registro único, desde la música y la genial pesadez que conjuran en sus estallidos, en sus diálogos melódicos y en sus estridencias, pero no son los únicos pastusos en protagonizar la escena estos días. Artistas como Briela Ojeda, Andrés Guerrero y Lucio Feuillet, junto con muchos otros, han puesto a Pasto en el centro de la escena musical actual con propuestas genuinas, que exploran matices distintos, alegres, sociales, profundos, fraternales, resistentes y conmovedores. Parece un fenómeno de pospandemia este estelar momento musical pastuso, pero la BUHA nos cuenta en esta entrevista que se trata de un movimiento que lleva una década cocinándose.
Así pues, la BUHA lleva por dentro esa sangre nariñense, ese volcán Galeras y ese carnaval marcado por tragos de chapil, pero fue en Las Aguas, en el centro de la capital, donde se encontraron para decidir ser esta banda que son hoy, que los ha llevado por un sinnúmero de festivales en ciudades como Bogotá, Bucaramanga y Medellín y, ahora, los verá tocar en el Estéreo Picnic 2024.
Este evento marcará otro hito para la banda en la ciudad que los ha congregado y les representa creación, proyección, y un estadio para ver florecer su “amistad expandida”. Porque son un grupo musical, pero antes que eso son amigos, y en esa amistad no se limitan a interactuar con su banda. En su grupo parche suman pastusos, rolos y gente de otras partes del país, con quienes comparten días, proyectos musicales, bailes, cantos, tragos y fiestas.
Tocando música, sin embargo, son cuatro: Gabriela Ponce, en la voz y el clarinete; José Díaz, en el saxofón tenor; Camilo Portilla, en el bajo y Juan José Mejía, en la batería (el más reciente integrante), quienes configuran el capítulo actual de sus vidas con una producción musical en ebullición. Porque se acerca el lanzamiento de su esperado segundo disco (ya grabado, con 10 o quizá 11 temas nuevos, lo están definiendo). Este nuevo trabajo, del cual nos dieron detalles cuando los encontramos para hablar, viene tres años después de Amoral Inmortal, el excelente debut en el que cautivan con la caótica cohesión sonora que brota de su vena experimental.
Músicos independientes, los cuatro alimentan a “la BUHA”, como le llaman, pero también integran otros proyectos, ya sea desde la música o la producción, y de esos proyectos nos hablan también en esta charla que compartimos (entera, unos párrafos abajo). Esta charla ofrece una postal, una radiografía del momento y del temperamento de la BUHA, que oscila entre apreciar lo ya creado y potenciar lo que trae el nuevo trabajo.
Porque hacen arte entre ellos pero también con otras personas. Y esto sucede con una naturalidad, respeto, profesionalismo y falta de recelo admirables. En las bandas, que pueden ser tan absorbentes y tóxicas como un matrimonio sin futuro, esto es más difícil de lo que parece. Pero en su presencia se hace notable que este “cabildo artístico” que conforman no se reduce a palabras, es un verbo de acción que les fluye desde la creación y la compañía. La amistad por encima de la música ha mantenido a la música andando y la música andando ha alimentado la amistad. Qué mundo habitan, qué mundo se han creado estos artistas...
Única en su especie en el panorama actual del sonido colombiano, reminiscente del brío de una banda como Morfonia, que pateó el tablero en los noventa con su gran talento y su poderoso saxofón, BUHA 2030 derrocha fluidez en su poesía lírica y en su progresiva amalgama de géneros y sonidos.
Fuimos testigos de sus interacciones llenas de humor, ingenio y talento, en las que llegan a acuerdos con fluidez y gracia; y también presenciamos de primera mano lo maravillosa que es su exploración conjunta. Y lo fuimos porque, como pocas bandas lo harían, BUHA 2030 nos abrió la puerta a uno de sus ensayos. En las salas Alta Distorsión, en el centro de la ciudad, previos a tocar Estéreo Picnic 2024, un concierto en el que incluirán más temas que nunca de su segundo LP y ofrecerán sorpresas aquí reveladas parcialmente, esto nos dijeron sobre su banda, su amistad, su sonido, sus métodos, la música, los instrumentos y mucho más.
Charla de ensayadero / Long Play
Sobre estar en el Pícnic y sobre cómo se percibe a los artistas nacionales emergentes en la escena actual, su cantante y clarinetista Gabriela Ponce nos dice: “Muy heroicamente, Petro dice ‘Exportemos aguacates’, y sí, bacano pensar en la ecosostenibilidad, pero también podemos pensar en exportar arte... Para eso, sin embargo, hay que cambiar muchísimo el pensamiento, la filosofía y la práctica en los negocios musicales. Uno se sienta a hablar con ciertas radios de rock y lo primero que le dicen es “Ay, ¡qué bendecida que eres de tocar en el Pícnic!” Y sí, es importante, le significa a las bandas una posibilidad de desarrollarse porque mediáticamente son gigantes, pero no nos están haciendo un favor”...
SEMANA: Han tocado en varios festivales y eventos, en Rock al Parque, en el Bime, en el Concierto Radiónica, en el Festival Centro, casi tocan en el Primavera (que se redujo a su mínima expresión, pero igual los remuneró...), ¿qué será distinto en esta ocasión?
Gabriel Ponce: Vamos a incorporar más canciones de este nuevo disco, que ya hemos empezado a lanzar con dos sencillos (“Cruzan” y “Todos son Ingenuos”) y también vamos a invitar a dos amigas bailarinas para que nos acompañen en una de nuestras canciones más importantes, que es “Cansancio Hastío”.
SEMANA: ¿Por qué BUHA 2030?
Gabriela Ponce: Cuando éramos todavía un laboratorio de improvisación, le llamamos simplemente BUHA, y ahí empezamos a considerar ser una banda. Buha es un ave nocturna, que se alimenta de seres vivos y no de carroña, y además puede ver de los demás lo que ellos no pueden ver de sí mismos.
Buha es un ave nocturna, que se alimenta de seres vivos y no de carroña, y además puede ver de los demás lo que ellos no pueden ver de sí mismos.
Y luego, quisimos ponerle un apellido a la BUHA y José empezó a nombrarla en sus espacios gráficos y en sus afiches como BUHA 2030, porque siempre hemos dicho que este es rock latinoamericano del futuro. Decir “del futuro” nos pareció demasiado arrogante, y quisimos ponerle un límite a eso.
SEMANA: ¿Qué los influenció a tocar este tipo de música?
Gabriela Ponce: Principalmente, cuando todos surgíamos, antes de definir que íbamos a tocar música de saxo, bajo, clarinete y voz, nos escogimos como amigos. Sentimos ese feeling más personal.
Musicalmente, a mí me influenciaron PJ Harvey, Morphine, también King Crimson y una banda muy importante en mi desarrollo, Acoustic Ladyland, un grupo muy underground de Liverpool. *Le pedimos que aclare el nombre, y nos ilustra, “Como Electric Ladyland, de Hendrix, pero Acoustic”.
Y hay que hablar de Pasto. Si bien allá se hacen muchos ejercicios con música tradicional, con música popular, Pasto también forma parte del globo, y se consume mucha música desde Internet. Y en mi adolescencia había mucho free jazz por ahí en la ciudad y también trip hop, y creo que esas músicas también se conjugan en BUHA. No es tanto lo que se escucha en estos momentos, pero sí tiene antecedentes extrañamente pueblerinos.
“Joe Days”: Mis influencias son un poco parecidas, pero siento también que el sonido de la BUHA, su carácter especial también se debe al estilo propio de los integrantes. Hay referencias en común, pero entra a jugar la propia vida de cada uno, su vivencia.
Los aportes y las ideas que aparecen son recibidas con una energía muy positiva. Entre estos cuerpos fluyen esa charla y esos diálogos. Y es interesante cómo hemos tenido la mente abierta para aceptar la opinión del otro y también saber incluir, sin miedo, herramientas como el folclor. Somos un conjunto de muchas músicas, porque se puede decir que hay jazz, hay rock, hay folclor, hay música latinoamericana, música andina. Eso le ha dado potencia a la BUHA. La identidad y vivencias de cada uno se refleja en los temas. Y somos de Pasto, pero otros integrantes de otras partes traen también su folclor y su identidad. Eso ha contribuido bastante.
Camilo Portilla (responde después del ensayo): José es de escuela metalera, Gabi, aunque se formó en un conservatorio, es muy vanguardista con la música, y yo soy principalmente formado y militante de las músicas andinas y tradicionales. Sin embargo diría que respecto del sonido concreto de BUHA algunas de las influencias pueden ser BadBadNotGood, Acoustic Ladyland, Fulborn Teversham, Polar Bear y Teri Gender Bender, por citar algunas...
SEMANA: Mencionaron que en un grupo de improvisación empezaron, ¿se conocieron ahí?
Gabriela Ponce: Fue antes. Mi historia con Camilo es esta. Mi hermana también tiene una banda en Pasto que se llama La Bambarabanda, y Camilo era fan de la banda de mi hermana. Y un día yo estaba en un café, tenía 13 años y él tendría 17, y me dijo “¡Ah! Vos sos la hermana de la Caro Ponce”, y yo le dije, “Sí, ¿cómo sabes?”. “Es que son igualitas”, me dijo. Ahí nos conocimos.
Y a José (Joe) lo conocí porque hice un preuniversitario de Música en la Universidad de Nariño. Yo tenía 15 años y él ya era estudiante del pregrado ahí. Lo conocí musicalmente, y siempre lo admiré. Fue una figura que siempre, desde lejos, me hizo buena música. Y yo pensaba “Chévere este man”. Tiene un lenguaje interesante.
Y bueno, ya con los años sí vinimos a encontrarnos aquí en Bogotá, específicamente en Las Aguas. Yo hacía el chiste ayer en una entrevista sobre cómo La BUHA no era una banda ni de Pasto ni de Bogotá, sino oriunda de Las Aguas, de este barrio, de aquí del centro, porque aquí fue que empezó todo. Y seguimos siendo vecinos, y en algunas temporadas hemos sido roomates...
Nos encontramos en este lugar en un momento muy marginal de la juventud, como desterrados de otras bandas y también siendo unas especies de fantasmas desconocidos en la ciudad. Más o menos en ese contexto empezaron a pasar las cosas. Y esto también emerge de un tejido muy grande, de un movimiento de artistas nariñenses que pues ahorita ya se empieza a escuchar y a ver más en la superficie, pero que se viene cocinando hace muchos años. Solo el proceso de esta generación ya lleva bastante años, casi 10, desde que estábamos en el colegio hacíamos ya cosas.
Así que somos producto de eso, pero BUHA ha guardado su relación con el rock, que se está volviendo marginal. Y el hablar de la oscuridad, hacer comentarios muy personales. Casi no recurrimos al panfleto ni a los lugares comunes. Nos interesan los temas sociales, preguntarnos dónde y cómo estamos viviendo.
BUHA ha guardado su relación con el rock, que se está volviendo marginal. Y el hablar de la oscuridad, hacer comentarios muy personales. Casi no recurrimos al panfleto ni a los lugares comunes. Nos interesan los temas sociales, preguntarnos dónde y cómo estamos viviendo.
SEMANA: Música de nicho hacen, gran música hacen, ¿cómo los recibe el público de Bogotá?
Gabriela Ponce: Es bien especial. El nuestro es un público muy de nicho, pura gente rarita y adicta a la noche. Este público le ha dado amor al Amoral Inmortal, nuestro primer disco, y no es música que dice “mírame cómo soy de linda, consúmeme”. No se trata de eso, es más bien estridente, difícil de escuchar de inicio a fin, con otro tipo de dinámicas. “Quiero ser escuchada, pero también quiero decir lo que quiero decir”, dice la BUHA. Nos hemos abierto paso en muchas cantinas y bares de Bogotá, paso a paso a paso a paso, y hemos podido tocar en Pasto, Bucaramanga, Medellín. Pero esta ciudad es nuestra casa.
SEMANA: ¿Cuánto ha cambiado su proceso de composición entre ese ‘Amoral Inmortal’ y el segundo trabajo que están preparando?
“Joe Days”: Uno va aprendiendo. De hecho, cada uno tiene un proceso musical y sus proyectos, sus discos que ha grabado. Y desde cada una de las partes se aporta esa experiencia.
Sí hay una diferencia, con este segundo disco que ya grabamos (en un muy buen estudio que se llama Sama). La calidad de este segundo disco es mejor, más allá de que el primero tuvo un impacto muy bueno, muy positivo, y dejó la bandera superalto. Y nos dijimos que el segundo tenía que ser igual o mejor. Vamos por buen camino, yo tengo una muy buena sensación.
El segundo disco fue más caro que el primero, pero muestra el proceso de crecimiento de la BUHA. Ahorita podemos invertir más en procesos de mastering, de mezcla, con mayor calidad.
El factor económico es importante. El segundo disco fue más caro que el primero, pero muestra el proceso de crecimiento de la BUHA. Ahorita podemos invertir más en procesos de coppp, de mezcla, con mayor calidad. Además, Camilo y otros miembros de la banda han entrado en procesos de estudiar producción y apropiarse un poco de ese otro lado distinto a la composición. Y esto potencializa, cuando uno se encarga fortalece el sonido. Porque en el estudio uno debe tener un buen gusto para los registros, un buen gusto para las sonoridades, las texturas. Siento que esto ha aportado bastante.
Y el hecho de que hay un parche grande, entre pastusos y rolos y personas de otras partes de Colombia, que se ha formado. Y, como decía Gabriela, al inicio reunía amigos o grupos de conocidos, y eso llevó a la música, y eso potencializa bastante la producción musical, el resultado. Uno no lo hace pensando en hacer una mercancía. Lo hace para pasar un momento con alguien, para que perdure, que quede marcado. Y eso se vuelve cada vez más potente.
SEMANA: ¿Hay una manera específica de componer para la BUHA?
Gabriela Ponce: Sí hay una manera, y creo que se ha mantenido más o menos desde que empezamos, y es jugar con la improvisación. En el sentido creativo, no hay jerarquías en BUHA, cada instrumentista inventa su línea. Podemos opinar sobre lo que hacen los demás, pero en general confiamos bastante en la voz creativa del compañero. Hemos tenido la libertad de hacer nuestras partes.
A veces tenemos ideas previas, que cada uno trabaja en la casa y lleva el ensayo y muestra, y sobre eso construimos en vivo, ahí, la canción. Es un trabajo más “oral”, menos de sentarse en el computador a colorear o llenar de ideas, que es otro método de hacerlo.
Y es muy chévere. Es como una conversación. Los seres humanos somos natos improvisadores, desde el hecho de hablar, que es improvisar. Entonces, con la música nos gusta jugar a eso y grabarnos en el ensayo, decir “esta idea está bacana”, “démosle 10 minutos a esto a ver qué pasa”. Un poquito a la antigua.
“Joe Days”: Y también se han creado ejercicios. En este segundo disco, en el proceso de creación y composición, intentamos hacer un plano de esas formas sobre las cuales preguntas, las formas que usamos y decir “primero vámonos por acá, luego hacemos esto y esto”...
Por ejemplo, hay una forma, jamear, tocar lo que sale en el momento, como explicaba Gabriela, o llegar con la maqueta y presentarla, o decir “tengo esta frase” y armar desde ahí. Hay distintas modalidades, pero teniendo en cuenta que la BUHA es un poquito experimental, aplicamos esa palabra haciendo el ejercicio de otra manera. Fuimos al papel, hicimos unos números, le dimos un significado a cada número. Y cada uno iba tocando. Así nació “Cruzan”. Era un poquito raro el ejercicio, e interesante por eso mismo, pero lo fuimos amoldando.
Gabriela Ponce: Lo peluqueamos...
“Joe Days”: Fue un ejercicio de números, nadie habló de que “esto es la mayor y aquí va esto y la estrofa va acá”. Fue más bien “Aquí, cuatro tiempos de nota larga: luego cinco tiempos en los que cada uno hace lo que quiere: después cuatro tiempos, solo batería, batería y bajo; y repita”. Nadie habló de notas, y por eso aparecieron cosas que se fueron quedando. Así nació el tema. Es raro tocarlo y volver a esa sensación, pero estos ejercicios nos han servido. Para el próximo álbum se tratará de hacer otro ejercicio así o parecido. Sale de pensar en distintas maneras de composición en la música contemporánea, que ya se sale de muchas normas y tonalidades. La idea es hacer la música como de 20 años adelante...
Gabriela Ponce: Jajaj, qué humilde...
SEMANA: Sobre las letras, ¿pasan todas por Gabriela?, ¿alguien más suma?
Gabriela Ponce: Las hago todas yo, porque ya tuve experiencias pasadas donde por ser mujer es censurada con un “Tienes que cantar lo que escribió Fulanita”, y no, muchas gracias. Uno se siente un títere, y para curarnos en salud, de una vez, se definió que la que presta la boca pa’ cantar pues que escriba lo que va a cantar.
SEMANA: Esto se definió desde un principio...
Gabriela Ponce: Yo lo hablé desde el principio. En esto no hay democracia, jajaj.
Joe Days: Además, ella escribe unas letras increíbles, y quién se atreve a decirle nada...
Gabriela Ponce: No son letras de superación personal, no te dirán “siéntete bien”, no son letras así. Se han hecho largos trabajos. Hay unas del primer disco que uno dice “Uf, sí, qué rarita”. Y en este segundo disco empieza a ser importante ser más directa en ese diálogo con el público.
SEMANA: En qué sentido más directa, ¿en hacer más claro tu mensaje?
Gabriela Ponce: Ser letrista es, un poco, engullir la necesidad humana de mucha gente. Para eso hacemos música, ¿no? La estamos grabando, la estamos compartiendo, y es verdad que queremos ser escuchados. Y se han hecho muchos ejercicios intimistas, se ha escrito mucho desde el ser mujer, también desde los laberintos psicológicos, ahí ha habido mucha materia prima.
De este segundo disco hemos lanzado ya dos sencillos, uno se llama “Todos Son ingenuos” y me encanta, me parece que es el hit de este segundo disco, el “Cansancio Hastío” de este disco. Me gusta mucho la figura sencilla que usé en ella, que había escrito hace muchos años. En el coro dice: “Todos son ingenuos, todos son ingenuos, ellos saben lo que yo no, ellos saben lo que yo no se...ntí, lo que yo no, lo que yo no, lo que yo no...”. Es bien chévere, con ese contexto de disputa por hablar, por expresarse.
La música tiene esa cualidad, de que si sonamos cinco instrumentos al tiempo, podemos coexistir aun tocando cosas muy diferentes. Pero la palabra es una eterna disputa. Y existen buenos ritmos entre nosotros, pero también hay tensiones, y es chévere también anclarse y decirlo...
SEMANA: Estar en una banda es como estar en un matrimonio, es complejo, ¿recuerdan su mayor crisis juntos?
“Joe Days”: Entre más unida sea una banda, se van a sentir más esas experiencias. Cada uno tiene su vida, sus cosas, pero es interesante que se siente cuando algo está mal en la banda. Todos están alerta. Y no se puede decir “Cuando se solucione volvemos a ensayar”. Como una familia, uno se reúne y soluciona los problemas. Y eso fortalece muchísimo la música que se crea y la manera en la que se presenta. Siento que hemos sido muy unidos, y no solo con la gente de Pasto, también con los otros integrantes...
SEMANA: Cuando habla de otros integrantes, ¿a qué se refiere?
“Joe Days”: Hablo, por ejemplo, de Juan José (baterista, de Pereira), que viene tocando con nosotros hace un año largo. Antes tocábamos con Willy, otro baterista muy bueno, y se lo llevaron... más bien, él quiso irse. Aplicó a un crucero, fue y le fue muy bien. Y regresó pero se va a volver a ir. Estas personas que son parte de la familia de la BUHA sienten la unión de este parche. No nos reunimos solamente a hacer música, también nos reunimos para celebrar, festejar, comer, emborracharnos, desnudarnos, jajaja...
Gabriela Ponce: De hecho tenemos una banda prima, o hermana, que somos casi los mismos integrantes, Verbalia, más popera, noventera, tiene guitarra...
“Joe Days”: Es más “normal”, ¿podría decir? Por el formato, guitarra, bajo, pianito...
Gabriela Ponce: Si es más conciliadora con la audiencia...
SEMANA: ¿En qué punto están con Verbalia?
“Joe Days”: Ya lanzamos el primer disco, que se llama Tusa Doble Tusa, pero sí, somos prácticamente los mismos, y es chévere porque son bandas hermanas. Y a veces, cuando nos vamos a Pasto, ¡tin!, tocan las dos bandas, Verbalia y BUHA, y de hecho hay un grupo que se llama VerBUHAlia.
Gabriela Ponce: Dile que nadie ha escrito nada hace un año…
Y llega Camilo, el bajista de la banda, al la sala... y explica por qué tocará sentado en el ensayo y en Estéreo Picnic… un hernia en su cuerpo le juega una mala pasada, pero no lo va a detener…
Indagamos sobre las mujeres que los acompañan en el ensayo: “Nosotros tenemos un cabildo aquí en Bogotá, donde aquí mi amiga Nathalia Guerrero es la gobernadora. Tenemos nuestra propia jurisdicción”... Preguntamos si la gobernadora ejerce el poder responsablemente y Camilo responde que lo hace “a punta de cepo”. Nathalia explica a su vez que el cepo es un mecanismo de castigo de los cabildos, y añade que “Es la propia, no hay otra forma de castigar”. “¡Pa que aprenda!, ¡pa que aprendan!”, suma Ponce, jocosamente.
José añade son dos artistas pastusas que les están ayudando con el show para el FEP. “Son artistas enfocadas en el baile, en la danza, el teatro... Y vamos a combinar fuerzas, a unirnos. En otras circunstancias, en ese parche, en una que otra fiesta, ya habían colaborado, pero con la BUHA en propiedad, esta será la primera vez”.
Cuando pregunto por el nombre de la bebida típica nariñense que fluye en sus ágapes, me dicen casi al tiempo, “chapil”. Entre risas, Gabriela señala a Camilo y dice “Aquí les presento al CEO de Chapil Galeras. ¡Vamos por la soberanía etílica!”.
Le preguntamos a JuanJo, detrás de los tambores, cómo lo ha tratado el combo, si con demasiado cepo. Con su voz suave pero notoria, dice “Yo soy sobre todo el fan que toca batería”. ¿Qué canción de la BUHA es la que más le gusta tocar? “Una que no me ponen a tocar, se llama ‘Eva’”.
JuanJo produce Verbalia, aclara Gabriela, y recuerda que ellos tres, Joe, Camilo y JuanJo, tenían una banda que se llamaba Rey Loco. La clarinetista y cantante concluye al respecto que “este es un matrimonio colectivo, como diría Cecilia Vicuña”.
Repetimos la pregunta para todos, ¿qué canción es la primera que recomiendan de la BUHA? Joe responde “Indio” y se queda pensando cuál añadir. “A Camilo no le gusta ninguna”, dice Gabriela, pero él riposta diciendo “Me gusta “Cruzan”, la más nuevecita”. La voz de la banda da su respuesta, “Todos son ingenuos”, si bien durante el ensayo una canción la hace cambiar de opinión... “Cansancio Hastío”. “Es mucho tema”, asegura, y razón no le falta.
Y arranca el ensayo...
Hacia el final de esas horas de repasar el repertorio, en esa sala de Alta Tensión, Camilo le anuncia a la banda que de la EPS Sanitas lo llamaron para avisarle que su cirugía quedaba programada para el 19 de marzo. “Así que esa era la otra noticia. ¡No voy a tocar en el Estéreo Picnic!”.
El cuarto ríe, el humor en esta banda es un ingrediente constante que sirve para procesar infortunadas circunstancias como la de tener que posponer una cirugía después de tanto esperarla. Es inevitable, la BUHA 2030 tocará el jueves 21 de marzo, en el Parque Simón Bolívar, a las 5:15 de la tarde, en el escenario CeraVe.
“Todo sea por la BUHA”, declara Camilo.
Instrumentalia y cierre
Le preguntamos a Camilo por su bajo de cinco cuerdas, tan esencial como todos los instrumentos de esta banda, de sonido profundo, que pone a vibrar entrañas. “Este es un Lakland. Relindo, ¿no?”, responde. Lo tiene desde 2018, se lo compró a un amigo (muy querido, que le daba muy buena vida y lo llevó a viajar por el mundo) y desde ahí se volvió su titular.
Mientras tanto, Joe sigue definiendo detalles posibles de lo que será el toque con sus amigas bailarinas. Gabriela anota que se quedó sin solos, y una de sus amigas riposta “No importa, usted igual va a bailar harto”. Joe anota que no tiene solos en el nuevo álbum y Camilo suma “Yo no tengo solos ni en el nuevo ni en el viejo”. Las interacciones entre este parche, incluso definiendo detalles cruciales, se prueban altamente entretenidas. “Eso ya no se usa”, dice jocosamente el saxofonista, “los solos son cosa del pasado”, y Ponce añade que “eso es del jazz, que está más muerto que el rock... no, no crean, aquí le hacemos la resistencia”.
Sobre su saxo, sobre el saxo, Joe nos cuenta que lo estudió en la universidad. “En ese tiempo era bajista y me presenté al examen de admisión con guitarra clásica. Pero cuando tuve la oportunidad de inscribir instrumento, en segundo semestre, escogí el saxo y aprenderlo desde cero. Eso hice, y empecé a estudiar con el saxo de la U. Los instrumentos de viento siempre me gustaron. En el colegio tocaba flauta, quena, pero el sax siempre me llamó la atención, su forma, su sonido, el color, me atrajo”.
Y sigue, ilustrando. “Es un instrumento de los últimos que se construyeron, como de 1890, (la trompeta y el trombón son como de 1700, casi 200) y por eso es un poquito más fácil, pensado para ser más práctico. El clarinete que toca Gabriela es 200 años más antiguo, más difícil en las combinaciones, este es más fácil. Eso me gustó, que es un instrumento bien agradecido. Si le metes poquito tiempo, o mucho, el saxo te bota, te entrega, te da. Uno se da cuenta de que saca cosas, y eso me sirvió. Yo iba pidiéndole más y él iba soltando.
Algo que sí pasó, fue que, chiquito, guagüita, llegué re rockero, metalero a la Universidad, y en un principio no quería ni estudiar la música tradicional. Y cuando empecé con el sax, sentía la necesidad de hacer metal o rock con el sax, y exploré ruidos y sonoridades, y así es que llego a esas notas estridentes, a los ruidos, a ese concepto un poco dark. Con otras bandas toqué antes rock, hard rock, toqué reggae, pero todo me ha ayudado. Trato de incluirlo todo, de hacerlo una herramienta. Y, ahora, el folclor también alimenta. Somos pastusos, nariñenses, y tenemos un carnaval y ese folclor lo llevamos en la sangre. Es un arma a nuestro favor que sí o sí debemos usar”.
¿Hace cuánto toca este saxo en particular? “Este saxofón lo tengo hace unos ocho, nueve años, desde que me vine a vivir a Bogotá. Me lo entregaron en la casa del Julián, la casa de un amigo en la que vivía recién llegué. Ha salido bueno, con este he grabado y he aparecido en todo lado. Tiene una buena boquilla, también”.
Sobre su clarinete, Gabriela cuenta que “vengo de procesos de banda de pueblo, clarinetista desde mis 10 años. Lo primero que toqué fue el Himno nacional pero nunca logré convertirme en una patriota. Como decía José, este es un instrumento muy viejo, europeo, del siglo XVIII, pero es muy interesante extrapolarlo y traérnoslo para nuestros ejercicios creativos y para las músicas colombianas, las tradicionales, que me interesan muchísimo”. Antes de despedirnos, Gabriela aprovecha para contarnos de su proyecto solista, que lleva su nombre y que ya lanzó su disco El Sur del Ser.
Le preguntamos a Camilo sobre esos proyectos paralelos a la banda, y explica que, “como artistas independientes andamos siempre metidos en muchos proyectos. Gabi sacó hace un año su proyecto solista, Gabriela Ponce”, dice Camilo, “con un álbum hermoso que se llama El Sur del Ser. Como parte de su tesis de grado, Joe realizó un performance en el que el compuso sus temas que se llama Cabezas de Muñeca. Yo estoy metido en mil bandas, jaja, toco bajo desde hace casi 10 años con Briela Ojeda y también con Andrés Guerrero, ambos paisanos.
Además dirijo musicalmente un espacio llamado La Peña, que realizamos una vez al mes en Casa Tinta, desde hace dos años, en el que compartimos alrededor de las músicas latinoamericanas. En las 23 versiones que lleva ha estado siempre sold out. Toco también el bajo con Urkukuna, una agrupación del cabildo kichwa de Bogotá, y también con Araña, un proyecto muy bello liderado por Pedro Ocampo, en donde también toca Gabi”.
Así, repentinamente como un ensayo, terminan estas 7.000 palabras enfiladas a ilustrar que este mundo de BUHA 2030 es uno que de sobra vale la pena habitar, en un ensayo, en un concierto, o en sus discos. Lo que no se acaba, y lo prueba esta banda, es la música valiosa.