Cultura
Salmos para pedirle a Dios superar los momentos más difíciles de la vida
Las oraciones son una manera de encontrar apoyo espiritual.
Cuando las adversidades en la vida aparecen, una de las formas de hacerles frente es mediante la religión. Para muchos, rezar es un acto espiritual en la búsqueda de algún objetivo concreto, en este caso, para superar los obstáculos.
En ciertos puntos de la vida, tarde que temprano, habrá situaciones obligatorias que afrontar, bien sea un problema, superar un asunto emocional o no ver con buen panorama el estilo de vida. Tomar fortaleza para esas experiencias es importante cuando se desea volverlas cosa del pasado.
Entre las diferentes alternativas para solucionar esta clase de enredos, está el apoyo espiritual que ofrece la religión. Otras alternativas pueden ser una cita con un experto en salud, acudir a terapia o realizar ejercicio, pero en para una multitud la creencia en un ser superior es igual o más importante.
Concretamente en el catolicismo hay un libro sagrado llamado Salmos, el cual está compuesto por un conjunto de oraciones y cánticos que datan de cientos de años. Las oraciones en cuestión se rezan para determinados fines y hacen parte de las enseñanzas de la religión.
Tendencias
Al interior de las 150 oraciones presentes en el libro, se destacan seis a los que se les atribuyen beneficios para afrontar los problemas en la vida. Sin importar cuál sea el obstáculo, estas oraciones cuentan con darle fortaleza emocional y espiritual a las personas.
Salmo 13
Cuando Dios parece estar tan lejos que casi dudamos de su existencia, nos sentimos tentados a abandonar la oración. Pensamos que la oración sólo es buena si desbordamos de amor y de gratitud y cuando nuestro corazón está triste, ya no oramos porque sólo nos llegan palabras amargas a los labios.
¿Y qué? ¿Por qué no decirle nuestra amargura al Señor? ¿Cómo podría convertir nuestro lamento en júbilo y nuestro luto en un vestido de fiesta si nos apartamos de Él? La Biblia está llena de estos gritos de desamparo y angustia. ¿No gritó el propio Jesús antes de morir: “Padre, ¿por qué me has abandonado?”
Salmo 55
Dios quiere aliviarnos de toda nuestra carga. Sólo nos pide una cosa: que le permitamos hacerlo. Que no nos avergoncemos de entregarle todo, incluso lo que nos humilla, lo que nos parece despreciable, incluso repulsivo.
Una sola fruta podrida puede contaminar toda una caja de fruta sana: un solo germen podrido que no nos hemos atrevido a presentar al Señor es suficiente para llenarnos de tristeza y amargura.
Salmo 51
Dios no sólo espera que le demos nuestras buenas obras o que nos descarguemos de nuestras cruces. Él también quiere que le demos nuestro pecado, porque su felicidad es perdonarnos.
Algún día, el Señor le pidió a San Jerónimo su tesoro más preciado. San Jerónimo enumeró todo lo que había dado al Señor: ayunos prolongados, largas horas de oración, actos de amor, etc. Pero el Señor esperaba otra cosa, ¡y San Jerónimo no sabía qué ofrecerle! “Y tu pecado”, le preguntó Jesús. “¿Por qué no piensas en dármelo?”.
Salmo 37
Cuando ya no sabemos dónde estamos y la ansiedad nos hace caer en la noche, esforcémonos más que nunca en encomendar nuestra suerte al Señor, cumpliendo su voluntad paso a paso, a través de las pequeñas cosas de la vida cotidiana. Esforcémonos por vivir plenamente el momento presente, sin preocuparnos por el resto. Lo único que importa, lo único que depende de nosotros, es que hagamos la voluntad de Dios aquí y ahora. El resto le pertenece a Él. ¡No nos atormentemos innecesariamente! Busquemos el Reino de Dios y todo lo demás nos será dado.
Salmo 145
Todos los días, incluso cuando todo sale mal, le podemos decir al menos un gracias al Señor. Hasta el día más oscuro tiene su parte dorada: puede ser la sonrisa de un niño, la belleza de un paisaje, un gesto de ternura, un encuentro inesperado…
No nos durmamos sin decir gracias al Señor. No un gracias difuso e impersonal, sino un gracias preciso por algo específico. Cuanto más agradecemos, más razones encontramos para agradecer. La alabanza abre el corazón y los ojos a las maravillas de Dios.
Salmo 18
Dios no elimina las tinieblas, sino que las ilumina. Él no nos exonera de la lucha, nos da todo lo que necesitamos para luchar valientemente hasta la victoria. Independientemente de la opacidad de nuestras tinieblas, de las luchas de la vida, sepamos que en Jesús resucitado ya tenemos la victoria. Confiemos en Él sin reservas y pronto cantaremos: “veo que has sido mi ayuda y soy feliz a la sombra de tus alas”.