DISCO
De Colombia para el mundo, un concierto para congas y orquesta
En su reseña musical, Juan Carlos Garay mira a 'Regreso', el nuevo trabajo del percusionista colombiano Samuel Torres. Este le significó ganar un Latin Grammy, y consiste en unir el lenguaje sinfónico con el latin jazz.
Aunque lleva 20 años viviendo en los Estados Unidos, donde es un referente vital del latin jazz, Samuel Torres ha mantenido siempre el vínculo con Colombia. En 2015 le puso como título a uno de sus álbumes Forced Displacement (Desplazamiento forzado), una expresión tristemente familiar para nosotros, pero que el percusionista tuvo que detenerse a explicar durante las entrevistas y los conciertos de aquella época en Nueva York. En Colombia, aquel disco ni siquiera tuvo la circulación que merecía.
Luego de ese trabajo, agridulce pero admirable, concebido en forma de hilo narrativo, Samuel Torres ha querido dar un nuevo paso: su álbum Regreso es una colección de composiciones para congas y orquesta filarmónica. El propio compositor es el conguero solista y la orquesta que lo respalda es la Nueva Filarmonía. El formato es el mismo de los conciertos clásicos, pero su originalidad es un sabor latino (y en ocasiones afrocolombiano) inconfundible.
Torres tenía la inquietud desde que estudiaba en la Universidad Javeriana y su profesor era el director de orquesta Ricardo Jaramillo. “Le conté que mi sueño era poner unas congas frente a una sinfónica”, recuerda el percusionista desde su casa en Nueva York, y cuenta que antes de la grabación de Regreso hubo algunas pruebas. Los primeros esbozos de esas composiciones se interpretaron en 2011 con la Filarmónica de Cali y en 2014 con la Filarmónica de Medellín.
La audición del disco es sorprendente. Luego de la introducción de la orquesta, la entrada de las congas parece una prolongación de la melodía. ¡Un instrumento que tiene un papel de soporte rítmico, de repente, se convierte en solista! Cuando le pregunto cómo se logra ese efecto, Torres me explica: “Las congas son melódicas. Y ahora existen unos parches plásticos que permiten afinarlas con exactitud, porque el cuero se afecta con la humedad y puede variar hasta medio tono. Por eso un instrumento como el tambor alegre es más difícil. Pero este ejercicio no es nuevo; lo hacía Cándido Camero y lo hacía Patato Valdés”.
En su conversación, Samuel Torres va evocando a los grandes del latin jazz. Es claro que tiene conocimiento de los músicos que lo anteceden, y esto redunda en el lugar importante que ha venido ocupando dentro del género. En un ambiente en que lo cubano y lo puertorriqueño marcan la pauta del sonido, Torres ha estudiado los ritmos autóctonos colombianos y los ha venido involucrando a su golpe de tambor, para sorpresa de los colegas.
En la obra que da título al disco, por ejemplo, el tercer movimiento es un bullerengue. Un ritmo que Torres se arriesga a nombrar como la base de todas las músicas del Caribe colombiano: “Cuando viajé a San Juan de Urabá estuve con el tamborero Emilsen Pacheco y encontré la raíz negra del sabor. Es un patrón rítmico muy básico que lo contiene todo. Yo ya me había sorprendido con las grabaciones de ‘latin jazz’ de Giovanni Hidalgo, cómo él hace un solo golpe y se siente como una nota larga. Pues resulta que eso solo se escucha en el changüí cubano y en el bullerengue colombiano”.
Lo grato es que al frente de la orquesta Nueva Filarmonía está su antiguo profesor, Ricardo Jaramillo, y el sueño se concretó de la mejor manera. Es el maestro Jaramillo quien resume los alcances de este disco cuando afirma: “A diferencia de la música contemporánea europea que recurre a las disonancias, el exorcismo latinoamericano es la fiesta. La música sinfónica de Samuel logra mostrar toda esa sensualidad”.