CINE

Siempre Alice

La película ganadora del Oscar a mejor actriz de este año sigue a una prestigiosa lingüista que sufre de alzhéimer, para pensar con sensibilidad en las transformaciones que traen el tiempo y las enfermedades. ***½

Manuel Kalmanovitz G.
14 de marzo de 2015
La narrativa de esta película está totalmente centrada en el personaje de Alice. Es ella quien habla de los efectos de su enfermedad y explica los cambios de ánimo que vienen con cada día. Para poder meterse en el personaje, Julianne Moore convivió durante meses con varios enfermos de alzhéimer.

Título original: Still Alice
País: Estados Unidos
Año: 2014
Director: Richard Glatzer y Wash Westmoreland
Guion: Richard Glatzer y Wash Westmoreland, basados en una novela de Lisa Genova
Actores: Julianne Moore, Alec Baldwin, Kristen Stewart


En la pasada ceremonia de los Oscar, los dos premios a mejor actor y actriz recayeron en interpretaciones de personas enfermas. El cinismo con el que uno puede ver estos papeles (que a menudo son ejercicios efectistas y poco sutiles y, quizás por eso, magnéticos a la hora de conseguir galardones) a veces se estrella con la realidad de películas y actuaciones cuidadosas y sensibles, como sucede acá.

En casos así, el cinismo debe reconocer sus límites y su ceguera ocasional y, con gallardía, retirarse elegantemente, quizás con una venia y diciendo “perdón, damas y caballeros, en este caso me he equivocado”, antes de desaparecer en una nube de humo sulfurosa.

Siempre Alice se merece ese homenaje. Es una película cuidadosa e inteligente que va más allá de las lágrimas fáciles asociadas a las enfermedades graves (en este caso el alzhéimer) para formular preguntas complejas: ¿cómo funcionamos en el tiempo? ¿Qué deberes o derechos tiene el yo presente sobre el yo futuro? ¿Qué atributos personales hacen que una persona sea quien es?

El personaje central, interpretado matizada, dolorosa y delicadamente por Julianne Moore, es una destacada profesora de lingüística que parece tener una vida de ensueño: madre de tres hijos, referente en su campo de estudio, con un apartamento gigante en Nueva York y una casa vacacional frente al mar, es el ejemplo de una mujer ambiciosa, inteligente, articulada y dueña de sí.

La enfermedad que le cae encima a los 50 años es una forma especialmente agresiva de alzhéimer, de origen genético, que le hace perder la memoria y buena parte de las características que más aprecia de sí misma, esa inteligencia y poder de articulación que para ella son la esencia de su ser.

“Me gustaría tener cáncer”, dice duramente en cierto punto. “Así no sentiría tanta vergüenza”.

En vez de seguirle el hilo a ese sentimiento amargo y desesperado, la película lo mira con distancia. Es entendible, claro, y Alice lo enfrenta con una conmovedora mezcla de rabia, arrogancia y aturdimiento, pero de pronto la vida sea algo más que ser inteligente o articulado o lo que sea que cada quien piense de sí.

Sí, hay una enfermedad que transforma a la Alice que todos conocieron y que ella misma apreciaba. Pero ¿quién queda, entonces? El título en inglés (Still Alice, o sea Aún Alice) parece sugerir que hay una continuidad entre la persona que era y la que está deviniendo, un elemento humano que se mantiene aunque se pierdan esas características que parecían tan esenciales.

El entorno hipercompetitivo que dio nacimiento a la Alice de antaño y a dos de sus tres hijos (la segunda hija, interpretada por Kristen Stewart, es una actriz que no se ha graduado de la universidad) demuestra ser tan intolerante e inhóspito con la enfermedad como con las imperfecciones intelectuales. Solo la hija menos realizada profesionalmente tiene el tiempo y la perceptividad para preguntarle cómo está viviendo su enfermedad y para buscar la forma de aceptar, a su manera, la nueva Alice.

Cartelera **** Excelente  ***½ Muy buena   *** Buena   **½ Aceptable  ** Regular  * Mala

Kingsman **½

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Furia implacable *

La carrera de Nicolas Cage continúa su espiral descendente con esta cinta genérica de venganza sin nada rescatable.

Big eyes ***

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