Comentario
Sobre Dua Lipa en Salitre Mágico: lecciones y debates que abre una artista clase mundial en un estacionamiento
No deja de ser lamentable que, en pleno siglo XXI, en una ciudad capital, un concierto tan esperado por decenas de miles de espectadores sufra de tantos contratiempos.
No hice parte de la fanaticada de Dua Lipa que se hizo presente el domingo para (tratar de) ver y escuchar a una de las artistas de mayor presente en la escena pop mundial, pero sí tuve ojos y oídos muy cercanos en el evento. Además de los miles de extraños que hicieron parte de la experiencia y ventilaron sus reacciones y frustraciones por redes sociales, conté entre mis enviados especiales a un padre de familia de 43 (Augusto) que llevó a su adolescente emocionada de 12 años (Ofelia). La joven iba a su primer gran concierto y se moría por ver a su artista favorita (quizá en disputa con Harry Styles*), fuera desde la tribuna que fuera, porque casi no consigue boleta. Les tocó en localidad General, que era mejor que nada, pero que para muchos no fue tan distinto a estar por fuera del evento, en las inmediaciones del ahora infame parqueadero.
El otro informante (Vania), también de 43 años, es un rockero que consagra parte de su corazón al pop. Adorador vitalicio de Madonna y confeso seguidor de Dua Lipa, la británica de origen albanokosovar con la cantidad de hits y capacidad de embrujo suficientes para llevarlo a saltar (cibernéticamente) el día en que se lanzaron las primeras boletas, consiguió su entrada Platino. Desde esa localidad la vio el domingo pasado. La vio bien, la gozó, vivió un concierto pleno. Salió feliz. Pero eso no significa que su camino hacia la localidad privilegiada de la noche haya sido fácil.
Para él, la pesadilla logística empezó desde la paradoja de no habilitar parqueaderos para un concierto en un parqueadero. Vivimos en la era de la bicicleta y del fluido y confiable transporte público de la capital, pero ¿es justificable por eso prescindir totalmente de ese servicio en una zona donde hay varias opciones?
No se trata de abrirlos todos, pero al menos uno, al menos hacer la mímica de que importa el ofrecer opciones al público. La recomendación a los asistentes de no ir en auto es válida, pero no exime de responsabilidad a quienes organizan estos eventos de cubrir las bases, o al menos de aparentarlo. Quienes llevaron sus autos, porque siempre los va a haber, terminaron dejándolos entre barrios, entre calles, lejos de un escenario ideal. Al menos las personas que los cuidaron se hicieron su domingo.
Ahora, este ni siquiera era el principio de la historia para decenas de miles de personas. Se sabía que había que llegar temprano para evitar imprevistos. Pero los imprevistos parecían inevitables desde las mismas indicaciones. La noticia de que había dos filas, una para Platino y otra para General, es decir, el anuncio más evidente del mundo, no se comunicó en el mapa que se lanzó en días previos al evento, y delineaba una fila única para ambas localidades. Y cuando la gente supo, la sintió como una decisión tomada en el acto, sobre la marcha.
Y si se habla de marcha, también se debe hablar de carrera de 100 metros. Porque al padre y a la hija, que hicieron guardia en esa fila para General desde después de almuerzo, poco les sirvió llegar temprano. Una vez dentro del parque, se vieron obligados a correr para no sentir que habían perdido el esfuerzo, ante un desorden evidente, ante el mismo impulso de la gente de logística que los “arreaba” para contrarrestar la acción de los colados. Esa parte tiene dos caras relacionadas desde la causa y la consecuencia: la gente debería comportarse con civismo básico, pero aquí, muchas veces, eso es mucho pedir; por eso, la organización es responsable de hacer respetar los accesos, entradas, y premiar los esfuerzos de quienes llegaron antes a su espectáculo.
A la pequeña de 12 le quedaron varias lecciones tempranas sobre cómo en su país hasta un concierto de Dua Lipa puede suceder en medio del despelote. Supo que en algún punto le va a tocar correr. Apreció la fortuna de que su padre la cargara unas cuantas veces para poder ver a lo lejos a Dua. Más allá de eso, la peque se lo cantó todo. Esto sin importar que básicamente se podía hablar porque el sonido era pobrísimo. Y esto es absolutamente inaceptable. A ella, de nuevo, le importaba estar ahí y, así fuera de lejos y sin ver mayor cosa o escuchar como debía escucharse, compartir espacio con su ídolo. “A quienes organizaron esto deberían vetarlos, pero la artista lanzó muy buena onda. La adolescente se la gozó. Las cantó todas. Y qué bueno, porque es bien juiciosa y se lo merecía”, dijo Augusto. Ofelia, ella, sí le agradece a Ocesa a pesar de la quejadera de los más adultos...
Aquí no se vetará a nadie, y se aplaude la ambición de traer espectáculos que conecten con el público después de la pandemia, pero las lecciones que dejó esta noche no se pueden ignorar.
Este fue el setlist.
Sobre la mesa
“El que mucho abarca...” El Campín venía de dos noches seguidas de Coldplay y, ante la imposibilidad de realizar los montajes ahí, Ocesa optó por el parqueadero de Salitre Mágico para Dua Lipa. En dicho espacio se habían organizado autoconciertos en tiempos de pandemia (en los cuales se supo que el viento hacía de las suyas con el sonido), pero nada de esta magnitud. En principio, esta decisión tenía sentido para ellos porque les permitía instalar el aforo inicial; pero además le sumaron aforo extra al final. Desde la economía, tuvo sentido. Desde la experiencia, ya se sabe... El viento, al parecer, no enseñó mayor cosa. Si algo, había que redoblar esfuerzos por lograr un mejor sonido. No se hizo.
Así, lo que debía ser un fin de semana glorioso para Ocesa, con conciertos de Coldplay (masivos, grandes, coloridos, muy exitosos, si bien el ingreso fue lejos de perfecto) y Dua Lipa, terminó en un debate sobre qué se puede aceptar y qué no como oferta a un público en un concierto. Cada uno habla de la fiesta según le fue, pero cuando miles se quejan de no haber visto mayor cosa y mucho menos escuchado a su artista favorita, se retrocedió. ¿Mejor no organizar un concierto así entonces? Solo los asistentes lo pueden responder (de nuevo, Ofelia sabe que lo agradece, pero su padre sabe que ella merecía algo mejor).
¿Harry Styles* vs. el Fútbol? El tema se sigue desarrollando y ya involucra a la Alcaldía, que por medio de su cabeza Claudia López trata de evitar que el concierto de Harry Styles sufra el mismo destino. Este evento, vale decir, se publicitó para el Movistar Arena y luego se movió para el parqueadero en cuestión, para donde está pactado el 27 de noviembre de este año. El aforo es un tema crucial en la ecuación, pues ni el Movistar Arena, con capacidad para unas 10.000 personas, ni el Coliseo Live (con capacidad para 20.000 y una pesadilla de tráfico por solventar), lograrían abarcar el número de asistentes ya vendido. Hay charlas entre Dimayor, los clubes bogotanos y Ocesa, pero, por el momento, las finales del fútbol colombiano le ganan el pulso al pop y no hay cambio de escenario.
¿El mundo hace conciertos en superficies planas? Muchísimos festivales del mundo lo hacen, pero responden (en gran medida) con una altura apropiada de la tarima y con sonido y visuales democráticas para todos los asistentes, sin importar su clase de entrada. En 2007, en el Parque Simón Bolívar, Roger Waters sonó glorioso para quienes lo veían de cerca como para quienes que solo veían la enorme y asombrosa pantalla. En 2016, los Rolling Stones tronaron fabuloso en el Campín, atrás y adelante. Y eso merece toda tribuna General, sin lugar a excepciones.