Música
Sobre el poderoso ‘Requiem’ de Korn, una charla con su enorme baterista y eterno seguidor Ray Luzier
Un camaleón, un educador, un monstruo en los tambores, Luzier ha borrado las dudas sobre su escogencia como baterista en Korn con un estilo notable y un compromiso total a todas las canciones de una banda que integra hace 15 años (la mitad de una trayectoria que sumó disco y sigue arrollando por donde suena).
Ray Luzier es el primero en reconocer lo difícil que es ver a un músico “de reemplazo” en una banda que millones aman y han amado por años. La década pasada, tras la nublada salida de David Silveira, baterista original de Korn, Luzier fue el escogido para ocupar ese exigente lugar, temporalmente…
Quince años después, es él quien da las entrevistas en nombre de la banda en la que nadie lo reconocía al principio (o pocos querían reconocer). Tras hablar con el baterista, no sorprende en absoluto el que haya encajado tan bien y que haya sostenido con su aporte una banda que podía haber colgado los guayos por egos inflados o el inclemente paso del tiempo: su actitud es abierta, su talento es masivo y su ego inexistente. Luzier es el primero en reconocer, además, que tocar esas canciones que Silveria inmortalizó en los discos fundamentales de la agrupación californiana es tan divertido que aún no se la cree. Por eso resulta tan gratificante disfrutar las nuevas que con él se compone ahora.
Escuchando la música, lo más importante, se hace evidente que Luzier impulsa la creación de la banda que lo acogió por sus méritos, no para ser un replicante. No es casualidad que los discos en los que ha participado sean progresivamente mejores uno tras otro. Y si algo quedó claro en su visita a Colombia en 2017 es que domina los temas clásicos como deben ser dominados para estallar.
Korn estrenó hace pocas semanas Requiem, el decimocuarto trabajo de estudio de su trayectoria indetenible, y en el disco de nueves canciones y poco menos de 33 minutos (que va a lo que va) ratifica intemporal la onda que ofrece. Korn es Korn, y cuando hace lo suyo nadie se le compara; provoca movimientos y cadencias únicas que nacen de sus dos guitarras de siete cuerdas (¡gloria al riff de notas bajas!), en unidad con la potente entrega de batería y bajo, un tándem unificado de percusión por tambores y por golpe de slap en las cuerdas. Y en el centro, la voz del comandante espiritual de la tropa, Jonathan Davis, cuya voz suena tan bien como jamás ha sonado.
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Hablamos con Ray sobre el disco (en el que desde sus primeros segundos es protagonista), sobre la música (gozarla, tocarla y enseñarla), sobre las dinámicas en Korn y sobre los talentos que inspiraron una carrera en la música que antes lo vio, entre otros, acompañar a gigantes como David Lee Roth y los hermanos DeLeo de Stone Temple Pilots. Esto nos dijo.
SEMANA: Un disco impresionante, que golpea desde el inicio y propone un viaje. Háblenos de cómo fue realizarlo y si, en eso, fue muy distinto a los trabajos anteriores.
RAY LUZIER: La pandemia nos quitó la música en vivo pero no detuvo la escritura o la creación música. Extrañamos el tocar en vivo, porque la interacción con nuestros fanáticos lo es todo (no somos nada sin ellos), pero la situación nos acercó mucho a nuestras familias y nos unió entre nosotros.
Head y yo vivimos en Nashville, Tennessee, y apenas pudimos nos montamos a un avión para llegar a nuestro estudio en Bakersfield. Y allá nos reunimos como amigos, como hermanos de banda, y comenzamos a tocar y a ‘riffear’, y si algo sonaba genial, bien, pero a todo le dimos tiempo. Aquí no hubo afán (no que lo hubiera en las otras producciones como Serenity of Suffering, The Nothing, o en The Paradigm Shift), pero esta vez pudimos darnos el lujo de hacerlo tan bien como nos parecía a nosotros. Creo que grabamos unas 17 canciones, y me desconcertó que algunos de ellas quedaran por fuera. ¿Por qué no va si es tan buena canción? Pienso, porque son como pequeños bebés a los que les das vida, pero entendí el punto de la banda y del management, de que escuchar el disco de principio a fin, como está, se siente genial.
Además, que unas canciones me gusten a mí no significa que a Munky le van a gustar. A John le gusta una canción que a Head no, así es esto.
SEMANA: Cómo se da su proceso de armar, ¿le patea el trasero alguna canción? Parece dominarlas y potenciarlas enteramente...
R.L.: Un ejemplo perfecto sale de ‘Lost in the Grandeur’, una de mis canciones favoritas del disco. En esta James (Munky) y yo teníamos ese riff desde siempre, quizá desde los días de The Paradigm Shift. Y refrescamos todo, es nueva, pero sucede mucho que se regresa a riffs que no “sucedieron” en su momento. Por la razón que fuera, por John, o por Head, esta vez cuando la presentamos todo estalló, y John se inspiró y escribió unas melodías geniales. En mi opinión, a nivel general, creo que es uno de los mejores discos de John en las vocales. La manera de cantar armonías, todo lo hace de una manera profesionalmente divertida que adoro.
Con respecto a mis partes, trato de ser creativo e inteligente, pero no avasallar, no llenar demasiado. Yo quiero tocar para la canción, pero evitará hacerlo de manera “aburrida”, si se le puede calificar así. Las quiero hacer interesantes, divertidas de escuchar.
Antes de llegar a Korn integré una banda llamada Army of Anyone, con Rob y con Dean DeLeo, de Stone Temple Pilots. Y ellos me hicieron aproximarme al instrumento de manera distinta. Quizás en el 2004, 2005, me preguntaron cuál era mi ‘Gancho’. Yo respondía: “Soy un baterista, tengo un groove, tengo un beat”. No, ¿cuál es tu gancho? Cuál es esa parte en la canción que los escuchas pensarán “eso está bueno, eso fue cool”. Jamás lo había visto de esa manera y desde ahí toco distinto. Y en Requiem sí que sumo mis ganchos y que funcionan muy bien con la guitarra y el bajo.
Y Jonathan estuvo presente en todo el proceso, y opinó sobre bastantes detalles. Me impulsaba a intentar una cosa, otra cosa, y a mí me fascina recibir esa información de los otros miembros de la banda. Mucha gente cierra la puerta, “toca tu guitarra, yo toco mi batería”, pero no somos ese tipo de banda. No hay egos o actitudes raras.
SEMANA: Ese ambiente nace, así sea en parte, de lecciones aprendidas por una bandas que lleva ya casi treinta años en el juego...
R.L.: Eso creo. Estamos en un punto en nuestras vidas en el que apreciamos lo que tenemos, apreciamos poder seguir haciendo esto, son casi 30 año de la banda, es mi 15vo año, y es asombroso que nuestra música se siga escuchando, que la gente siga yendo a vernos. No tenemos nada de qué quejarnos. Amamos lo que hacemos, está en nuestra sangre, en nosotros, aquí no falseamos nada. En este punto, algunas bandas repiten sus rutinas, “hagamos otro disco; hagamos otra gira”, pero para nosotros viene primero la familia que es la banda.
SEMANA: Menciona su década y media tocando en Korn: ¿se deja de sentir presión por ser ‘el otro’ baterista después de David Silveria?
R.L.: Algo bueno de lo que hacemos es que se aprende y se crece. No hay puntos en los que sientes que controlas todo, o en los que pienses “esto es lo mejor que voy a tocar en mi vida”. Eso jamás aplica cuando eres músico, y si se da el caso que no quieres mejorar, quizás es hora de hacer otra cosa. Tratamos de mejorar, siempre.
Recuerdo en mis años en Los Ángeles, era un camaleón, me adaptaba ya fuera con David Lee Roth, con Jake E. Lee (guitarrista de Ozzy), con quien fuera que tocaba, me adaptaba al estilo necesario. Pero cuando me uní a Korn, fue otro nivel. No es una banda normal. Cuando me dieron el trabajo en 2007, yo apenas hacía un reemplazo y no tenía problema con eso. Pero en 2009 me hablaron de ir a Meet & Greets con la audiencia. Y pregunté por qué, si yo no era más que alguien dando una mano para que todo siguiera avanzando. Y entender por qué me abrumó.
Yo soy un fan, y sé que es extraño ir a ver un cantante nuevo con Alice in Chains, digamos... Y esta noche iré a ver Journey, en la Bridgestone Arena, y no cantará Steve Perry (lo hará Arnel Pineda). Soy amigo de Deen Castronovo, baterista de Journey... y creo que reemplazar un baterista es una cosa y reemplazar a un cantante, otra muy distinta.
Y aparecí en esos Meet & Greets y la gente se preguntaba quién era yo. “Tú no eres el baterista de Korn”, y “Sí, pero”... Era difícil de explicar y mucha gente no lo entendió, y lo comprendo bien. No quiero ver a un tipo nuevo tocando en mi banda favorita, no, pero también hay que entender que la gente sigue adelante en su vida. A veces sus motivaciones cambian. El baterista original nunca le dijo a los fans por qué dejó la banda, no expresó nada, no hubo cierre, y eso dejó a los fanáticos llenos de preguntas. Y lo entiendo.
El baterista original nunca le dijo a los fans por qué dejó la banda, no expresó nada, no hubo cierre, y eso dejó a los fanáticos llenos de preguntas. Y lo entiendo.
Pero yo quiero darle a la banda lo mejor que posiblemente puedo darle. Me dijeron que me habían contratado por mí, para dejarme ser yo desde mi personalidad y desde mi talento en la banda. “Puedes rendirle homenaje al material antiguo, pero te queremos por ti”, me dijeron, y eso para mí fue un enorme cumplido. A muchos seguidores les tomó años adaptarse, y comprendo el por qué.
SEMANA: Se graduó del Musicians Institute y allá enseño unos años. ¿Qué importancia tienen la formación y la educación en su vida?
R.L.: Mi mamá está retirada, pero fue rectora de tres colegios y enseñó toda su vida. Mi tía, mi tío también lo hicieron. Hay muchos educadores en mi familia, y el que yo haya empezado a enseñar música en esos años fue lógico para todos ellos. Pero no siempre es el caso, porque ser un músico decente, ser bueno en lo que haces, no te hace un buen profesor. Hay un montón de músicos enormes que no logran comunicar cuando enseñan. Y lo he visto, en tantas clínicas en el Musicians Institute, y vez a guitarristas o bateristas fenomenales hacer algo que no sabe explicar, y ves a los chicos salir algo desconcertados, sin mucho qué aprender.
Comencé muy joven, cuando tenía unos 22 años, enseñaba y seguía estudiando. Siempre amé enseñar, enciende algo en mí
Al empezar, yo tampoco era un gran profesor. Lo bueno del MI es que hay gente que viene de todas partes del mundo, de tu país, de Japón, de Ohio. Y todos hablamos el lenguaje universal, la música. Tuve alumnos de los 16 a los 60 años, todo tipo de niveles y me preguntaba muchas veces porqué no lograban entender. Y pensé en bajarle la velocidad a todo, en darlo por partes, en explicarlo distinto... Comencé muy joven, cuando tenía unos 22 años, enseñaba y seguía estudiando. Siempre amé enseñar, enciende algo en mí. Y entre más enseñaba más hacía audiciones, para ser parte de una banda, grabar discos, ir de gira, que era lo que en el fondo quería hacer.
SEMANA: Sting dijo hace poco que los hombres adultos no deberían integrar bandas, porque se cruzan en sus caminos. Ustedes parecen ser la antítesis. Hasta su academia integraron a la mezcla...
R.L.: Todo el mundo lo ve distinto. Yo recuerdo, luego de unos tres años ya tocando con Korn, que Fieldy quedó atónito. Me preguntaba ¿Enseñabas? ¿Dabas clase? Y pensé “Uh, oh”, porque ese detalle apaga a cierta gente. No quieren saber esa parte, quieren que toques con el corazón y que sientas la calle. Yo le dije, “No soy un robot, no necesito el papel. Tengo la música dentro de mí”. Conocer algo de teoría o saber leer partituras, no va a afectar mi toque.
Ese detalle apaga a cierta gente. No quieren saber esa parte académica, quieren que toques con el corazón y que sientas la calle. Yo le dije, “No soy un robot, no necesito el papel. Tengo la música dentro de mí”. Pero conocer algo de teoría o saber leer partituras, no va a afectar mis toques
Y lo menciono porque hay músicos que han perdido trabajos por eso. Necesitan la partitura, y quizá se sienten muy robóticos. Entonces, entiendo el punto, pero para mí no hay educación que sea desperdicio. Siempre puedes ir más allá. Yo apesto en jazz, en música latina, en muchos estilos en los que necesito ayuda. Me gusta practicar y tengo amigos que me enseñan todo el tiempo. Oscar Santiago, que integró la banda Ill Niño, es un percusionista increíble. Y le pido que me muestre. Él asume que yo puedo, pero no, no puedo, y me tiene que mostrar. Hay un ‘feel’, hay un sabor, siempre hay algo que aprender. No conjugo con la postura de que ser educado te quita.
SEMANA: Háblenos de los bateristas que lo marcaron y los que hoy le vuelan la cabeza.
R.L.: Mencioné ya a uno de mis favoritos. De chico, en Pittsburgh, Pennsylvania, recuerdo comprar discos de Shrapnel Records, un sello de música de guitarras virtuosas. Y escuchaba una y otra vez un baterista en estos discos de Marty Friedman, de Joey Tafolla, un baterista excepcional, limpio, poderoso: Deen Castronovo. Y conocí su trabajo a través de los años, en bandas como Journey, Bad English, Hardline y más. Ahora somos amigos, y puedo irlo a ver tocar, es fenomenal.
Ahora, por otro lado están los Buddy Rich, Terry Bozzio, Peter Criss... Una de las razones por las que toco música hoy es porque vi a Kiss en vivo y me voló la cabeza. Quería estar en Kiss y así comencé. Hace poco felicité a Ace Frehley por sus setenta años. Yo solía a tocar siguiéndolo, en su disco en solitario. Y también están John Bonham, Neil Peart, Cozy Powell, a quienes crecí escuchando y Phil Rudd, de AC/DC, una máquina, lo adoro. Y de Gregg Bissonette admiro que puede tocar jazz y rock, que es un camaleón de estilos. Y fue por él que toqué con David Lee Roth, él sugirió mi nombre por allá en los años noventa, un gran ser humano. Ahora, me inspira mucho la música, no solo los bateristas. Si algo me mueve emocionalmente, eso me inspira.
SEMANA: ¿Se goza tocando más las canciones de Korn que adoraba como fan?
R.L.: Es un absoluto video tocar estas canciones. Fui un fan, escuché estos temas... Tocar ‘Blind’ por primera vez en escenario fue de otro mundo: “¿Estoy tocando esto con ellos? ¡De locos!”. Y la verdad es que no te acostumbras a eso. Toqué con David Lee Roth ocho años, toqué ‘Hot for Teacher’ y ‘Panama’, y todas esas canciones increíbles de Van Halen y David estaba parado al frente, y jamás me acostumbré a esa realidad, aquí es igual. Llevo 15 años viendo a Jonathan Davis, a Head Welch, a Munky y a Fieldy (hasta hace un año), y no deja de sorprenderme, y jamás me aburre.
Cuando toco ‘Here to Stay’ en vivo estoy tocando unos de los riffs más pesados de la historia. Esa canción simplemente te azota en la cabeza. Y me gusta mucho tocar el material oscuro, ‘Divine’, ‘Good God’, todas esas canciones locas y temerarias.
Cuando toco ‘Here to Stay’ en vivo estoy tocando unos de los riffs más pesados de la historia. Esa canción simplemente te azota en la cabeza. Y me gusta mucho tocar el material oscuro, ‘Divine’, ‘Good God’, todas esas canciones locas y temerarias. Eran muy temerarios en esos días, sentías que el tren se podía descarrilar en cualquier momento pero se mantenía andando. Amo todo eso, ese sentimiento real, sin máquinas o pistas de referencia. Podías darte cuenta de que estaban en el estudio, dándole. Y a mucha de la música hoy le hace falta eso, todo suena demasiado perfecto. Todo está muy controlado, entre el pitch control y los vocales...
Y alcanzamos a hacer solo tres shows del tour de aniversario del disco ‘Follow the Leader’, pero fue fenomenal tocar esas canciones.
SEMANA: Antes de despedirlo, háblenos de su audiencia y si la ha visto cambiar mucho con el tiempo.
R.L.: Amo a nuestra audiencia y, de paso, amo Colombia. Nos han recibido de manera muy abierta, nos hacen sentir muy especiales y espero regresar pronto. A nivel general, desde la pandemia hay una nueva apreciación por los conciertos en vivo. No se puede reemplazar ese mano a mano de audiencia y banda. No hay YouTube o Blu-ray que se compare a estar ahí y vivirlo. Cuando nos reunimos ahora, es pura emoción, sentimiento y grandeza.