Entrevista
Sobre “Lavaperros” y el cine de narcos: “Nos preocupa más la imagen que merecerla”
Hablamos con Carlos Moreno, quien se puso en la escena mundial con “Perro come perro” y hoy estrena en Netflix su nueva película. Basada en un argumento de Antonio García y Pilar Quintana, “Lavaperros” se enmarca en una Tuluá sórdida y decadente.
Director, guionista, montajista, y más, Carlos Moreno se ha forjado como un verdadero trotamundos del mundo audiovisual. Desde que empezó a dirigir en 1992, ha participado en toda clase de proyectos, documentales, de ficción, en televisión y ha sumado desde varios frentes de la creación cinematográfica que desembocaron en su carrera como director. Desde esa posición, Moreno no ha sido tímido en dar vuelo a la experimentación, tampoco a abordar temáticas sórdidas que Colombia preferiría ignorar pero que, a la vez, no deja quietas, como si fueran costras.
Moreno se puso en el mapa mundial con “Perro come perro” (2008), la ópera prima que estrenó en Sundance y le representó galardones, reconocimiento, y nominaciones al Ariel mexicano y al Goya español. Años después estrenó “Todos tus muertos” (2011), “El cartel de los sapos” (2012), y en televisión lideró proyectos como Escobar, el patrón del mal. La serie de Caracol fue y sigue siendo un fenómeno de rating.
En esta entrevista, con franqueza y asertividad, el director le pone frente a ese debate sobre la televisión y el cine que retrata el narcotráfico y su universo. También define las líneas creativas entre ambos medios: “Son fiestas distintas, en una están los papás”.
Si bien prefiere que la película hable por sí sola y sea la protagonista, en esta ocasión son sus palabras las que pintan el trasfondo de “Lavaperros”. El relato, que se alimenta del universo decadente y paranoico de los narcos del Valle, se estrena hoy en Netflix.
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Esto nos contó sobre una película que tiene a Pilar Quintana, la ganadora del Premio Alfaguara 2021, entre sus cerebros creadores.
¿Qué separa a “Lavaperros” de sus trabajos previos y qué guarda en común con estos?
Tienen en común un “nosotros”, un equipo que se repite, un personal artístico recurrente. Nunca hemos perseguido nada como una saga o un trilogía, queremos que cada relato sea único y se viva como una experiencia individual.
Sí creo que hay algo que conecta “Perro come Perro” con “Lavaperros”, y es el origen del proyecto. Cuando me contactaron Antonio García y Pilar Quintana, me contaban que escribían un argumento para una película. Querían que fuera una película en la misma clave o género de “Perro come Perro”: policiaca, sucia, de personajes decadentes, barrios de poca monta, con humor negro. Un género cobija ambas películas.
He procurado distanciarme un poco de esa imagen de “autor”, prefiero que sea más importante la película que yo
¿Cómo fue ese trabajo de llevar esa página de estos creadores a la pantalla?
Pilar y Antonio tenían un argumento muy bien tratado y muy bien estructurado que fácilmente permitía armar un guion. Nosotros hicimos ese camino juicioso de participar en las convocatorios del FDC (Fondo para el Desarrollo Cinematográfico), en todas sus etapas. Ellos obtuvieron el estímulo para desarrollar ese proyecto y ahí ingresé yo. En ese punto empezamos a crear ese universo.
Ellos ubicaban esta historia en Cali, yo les propuse que la hiciéramos en Tuluá. Me parecía que Tuluá ofrecía un escenario más “mugroso”, podría decirse corrupto, caluroso, sofocante, incluso agobiante y claustrofóbico para el personaje que tenía un dinero y quería irse con él. Su obstáculo iba a estar más limitado por ciertas cosas. Ese fue uno de los detalles que se modificaron.
Realmente, todo el proyecto se va armando a partir del momento en que se rueda, incluso en el guion. Esto es un sistema vivo, esta forma de contar una historia. Los diálogos venían muy bien escritos, pero fue en el trabajo con los personajes donde se consiguió el tono. Ellos le daban autenticidad a esos textos. Los actores nunca trabajaron el guion. Conocían la escena y hablaban auténticamente. Y he asumido el guion como un mapa de ruta que nos lleva a todos. Al productor es al que más le sirve para hacer el presupuesto.
La película entrelaza muchos personajes y circunstancias, pero en el medio tiene la figura de este capo decadente...
La película encierra ciertas metáforas. El personaje en decadencia habla de un mundo en decadencia, de una sociedad en decadencia... personifica a un montón de personajes, o a esa ideología tan terrible que nos ha permeado a nosotros desde esa revolución social del narcotráfico en Colombia.
La construcción de un personaje como don Óscar es casi la de un arquetipo que se armó con al actor, claro, Christian Tappan, quien le da la voz, quien se engorda para interpretarlo, asumiendo sus vestuarios y actitudes. Queríamos un personaje detestable y lo conseguimos. Es quizá nuestra parte “editorial” como realizadores, el hablar de un mundo que se derrumba, de una promesa vacía como la del narcotráfico.
Lavaperros es otro personaje central, e involucra un aspecto religioso, de fe. Usted aborda esa cuestión en la película de manera interesante con una iglesia particular y un predicador ‘rockero’ a su manera...
Desde el guion estaba propuesto el personaje así. En la armadura del universo siempre me ha interesado la puesta en escena del asunto de la imagen religiosa, de la fe. Y el significado de estas sí es un factor común en mis películas: esa “alienación” que vivimos, bien sea por el dinero, bien sea por el consumo, bien sea por la política, bien sea por la violencia, eso que casi que llena todos estos impulsos. Eso está en la película. Otra cosa que conecta con “Perro come Perro”, es que, en últimas, todo se ha movido por una bolsa que realmente no tiene mucho dinero. Eso es parte de escenificar la locura.
Volviendo un poco, “alienación” puede resultar una palabra “mamerta”, no me gusta usarla: me refiero a esa demencia que copa todos los sentidos y alimenta todas las obsesiones. Y este personaje, Lavaperros, lo personifica, es el eslabón más bajo de la cadena criminal de esa casa, ni siquiera del pueblo, de esa casa. Y desde esa cadena más baja es desde donde todo se empieza a desbaratar. Dramatúrgicamente, eso estaba en la página y nosotros lo reforzamos y le dimos poder. Sabíamos que tenía que ser un personaje muy poderoso a la hora de zafarse de su lugar.
El más avispado es el que no paga impuestos, el que se salta la cola, el que no cumple la norma. Esa ideología viene de ese impacto del narcotráfico, ¿cómo no vamos a contar historias de esto?
Las narconovelas han sido fenómenos de alto rating que mucho debate han dejado. ¿Se ha tratado de más? ¿Nos queda mucho por relatar en ese frente?
Como sociedad vivimos más preocupados por una imagen que por merecerla. Muchas veces, sistemáticamente, desde el Estado, Gobierno, se ha vuelto un asunto apátrida todo lo que hable de conflicto social. Se quiere borrar. El debate sobre si hay muchas producciones así ha nacido de ciertos líderes de opinión y algunos medios, bajo esa consigna de “¡No podemos hablar de nosotros mismos de esa manera!”, cuando realmente las películas que abordan estos temas son muy pocas estadísticamente.
Escucho que a veces por estas películas y novelas la imagen de los colombianos está así. La verdad es que hay muchos más bandidos que películas de bandidos, así que de ninguna manera hay responsabilidad en eso. Por el contrario, creo que todavía no hemos sido capaces, y me incluyo, de hablar de una manera ética de algo tan doloroso, que todavía estamos viviendo. Algo que se instaló en las raíces de nuestra sociedad de manera muy profunda y hoy es casi la motivación de toda la corrupción que vivimos.
Insisto, en las campañas electorales se ve que la gente pide autoridad, pero nadie está dispuesto a acatar la ley. El más avispado es el que no paga impuestos, el que se salta la cola, el que no cumple la norma. Esa ideología viene de ese impacto del narcotráfico, ¿cómo no vamos a contar historias de esto?
Mira incluso en lo que se está volviendo el Centro Nacional de Memoria Histórica, está tratando de borrar ciertas cosas... Así veo el asunto.
El cine es como una fiesta más permisiva, en la que los papás no están en la casa. En la televisión, los papás están en el piso de arriba y a veces bajan a la sala
Ha fluctuado entre el cine y la televisión, ¿qué disfruta más de cada medio?
El cine es mucho más divertido, acarrea menos responsabilidades. Uno lo pasa mejor, al productor uno lo puede “galletear” (caleño para “mamarle gallo”, costeño para “molestar”). La televisión es un medio que es más obra de los productores, realmente. Hay compromisos más grandes.
Dirigir, hay que hacerlo con la misma responsabilidad, pero el cine es como una fiesta más permisiva, en la que los papás no están en la casa. En la televisión, los papás están en el piso de arriba y a veces bajan a la sala.
Honestamente, debo decir que la experiencia, la reciente mía en televisión, ha sido muy agradable con plataformas digitales como Netflix. Se han podido desarrollar cosas muy interesantes. Y creo que la misma competitividad que existe nos ha dado aliento a estar en este tipo de producciones. Pero así me paguen menos, prefiero hacer una película.