CINE
Spider-Man: de regreso a casa
En esta nueva entrega del clásico personaje, el estudio Sony recibe ayuda de Marvel para redescubrir un superhéroe capaz de maravillarse con sus poderes. ***
Título original: Spider-Man: Homecoming
País: Estados Unidos
Año: 2017
Director: Jon Watts
Guion: Jonathan Goldstein, John Francis Daley, Jon Watts, Christopher Ford, Chris McKenna y Erik Sommers
Actores: Tom Holland, Michael Keaton, Marisa Tomei
Duración: 133 min
Hay varios elementos refrescantes en este, el tercer reencauche que sufre el héroe arácnido en 15 años. Esta vez los magos de la Marvel –aunque no sé si son magos o ingenieros, de pronto lo segundo– le han ayudado a Sony, el estudio con los derechos, a poner acentos en sitios inesperados, como en su traje, su entusiasmo, su inexperiencia y, no tan inesperados, sus cuitas amorosas.
Tiene también algo de actualidad, una aproximación al malestar que demuestra el triunfo del actual presidente de Estados Unidos: un ambiente de desorientación y desconfianza por encontrarse ante un mundo que parece construido para beneficiar a una elite sin rostro.
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Este resentimiento se ve claramente en el villano, Vulture (buitre), interpretado carismáticamente por Michael Keaton, que se siente perjudicado por ese sistema, sintiéndose como uno de esos “tipos comunes” que solo quieren “salir adelante”.
Es curioso que ese “salir adelante” implique vivir en una mansión modernista en los suburbios, como si fuera un derecho ser millonario, pero la película no tiene tiempo para detenerse a examinar críticamente los supuestos existenciales de su villano. Y, en todo caso, el hecho de que ese malestar tenga unas notorias contradicciones internas no lo hace menos urgente.
En contraste con este villano, el héroe titular (Tom Holland) es sencillo y entusiasta, un adolescente que no termina de creerse que sus poderes le permitan codearse con los Vengadores ni las capacidades de su sofisticado traje (cortesía de Tony Stark).
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La cinta no repasa cómo Peter Parker llegó a tener sus poderes ni el trauma de su tío muerto por unos maleantes que pudo haber detenido; desde el comienzo está claro que esta reimaginación prefiere situarse lo más lejos posible de los héroes meditabundos y atormentados que estuvieron de moda hace algunos años.
En efecto, este Hombre Araña es puro entusiasmo. Los momentos más memorables del filme lo muestran paralizado de la emoción por hacer parte del grupo más cool de superhéroes, como si fuera un guitarrista aficionado invitado al escenario por su banda favorita.
Es ese entusiasmo, atemperado por el resentimiento atormentado de su villano, el que diferencia a esta versión del último par de intentos que se sentían esquemáticos y rutinarios.
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La trama se pone en movimiento cuando el Hombre Araña descubre casualmente al grupo de hombres que lidera Vulture vendiendo armas futuristas. Para demostrar su valía ante Tony Stark (Robert Downey Jr.), una paradójica figura paterna, decide detenerlos sin ayuda.
Por todos lados es una feria de fetiches tecnológicos. Hace tiempo no veía una película de superhéroes tan anonadada con armas y tuercas y lo que estas pueden hacer. Tanto el Hombre Araña, que disfruta de su traje más inteligente que un celular, como Vulture, que ha hecho unas armas poderosísimas a partir de los desechos que dejó la batalla de los Vengadores contra los extraterrestres en Capitán América: guerra civil, se la pasan contemplando sus tecnologías, viendo de qué son capaces y haciéndoles ojitos cuando no las están usando.
Es como si volver a casa fuera una excusa para acariciar los electrodomésticos que se dejaron atrás.
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