TARZAN
La nueva película animada de Disney recrea, a partir de una impresionante ambientación, la <BR>leyenda del 'hombre mono'.
Directores: Kevin Lima y Chris Buck Productor: Bonnie Arnold Sesenta y tres años después de
que su autor, Edgar Rice Burroughs, soñara con llevar a la pantalla gigante la leyenda de Tarzán en dibujos
animados, Disney lo ha hecho realidad con resultados sorprendentes. El legendario personaje literario, que
saltó de las letras para inspirar más de 45 adaptaciones cinematográficas y transformarse, de paso, en un
icono de la misma dimensión de Drácula, ha pasado la prueba de la saturación y, en las manos de los
genios de Disney, ha revalorado el mito para una nueva generación de fanáticos. La película, como todas
sus antecesoras, narra la historia de un niño salvaje que sobrevivió y creció en plena selva al amparo de
una manada de gorilas hasta convertirse prácticamente en uno de ellos. Ya mayor y adaptado a las
circunstancias, descubre que sus congéneres son otros, los humanos, una realidad que hace tambalear su
identidad. Lejos de imitar los híbridos de contemporaneidad utilizados en cintas como Aladino y Hércules,
en las que los dibujantes hicieron surgir avances tecnológicos y culturales que no tienen nada que ver con el
tiempo de la historia narrada (luces de neón, lentes oscuros, zapatos tenis, muñecos de plástico, etc...),
los creativos de Tarzán han respetado su época y su hábitat con un realismo sobrecogedor, tanto que quizás
nunca como ahora dibujo animado alguno había podido reproducir la selva y el mar con tanta milimetría en su
modo de comportarse al natural, con su espesura y movimiento, con sus sombras y sus brillos ilimitados.
Independientemente de la ambientación _sin duda una obra maestra del dibujo_, la película también está
sustentada en la composición de sus personajes y en un guión que mide con armonía la dimensión de la
tragedia del hombre mono con los elementos de comedia típicos de Disney, pero que en esta ocasión se
comportan a la altura de la trama. Comentario aparte merece el personaje de Tarzán, cuya elasticidad sobre
los árboles hace pensar en un campeón de patinaje extremo, una característica intencional de sus creadores.
Su energía es suficiente para absorber la historia como el héroe que los niños quieren ver. No es tan
importante que Tarzán se enamore de Jane, sino que encuentre aceptación en su grupo, en su familia, toda
una simbología que, por demás, reivindica la diferencia en un momento de tanta intolerancia.
Abre los ojos La nueva película del director de 'Tesis' es todo un embrollo.
Director: Alejandro Amenábar Protagonistas: Eduardo Noriega, Penelope Cruz, Najwa Nimri, Fele Martínez
Para un director de apenas 25 años, cuyo primer filme, Tesis, realizado cuando tenía 23, constituyó todo un
acontecimiento en España por la posibilidad de que hubiera nacido para el cine un niño genio, su segunda
película resultaba un reto proporcional a las expectativas. Sin embargo Alejandro Amenábar parece haberlo
asumido con tono arriesgado y casi desafiante con una cinta compleja en la que mezcla el drama
sicológico con el suspense y la ciencia ficción. Protagonizada por Eduardo Noriega y Penélope Cruz,
Abre los ojos involucra al espectador en la vida de César, un acomodado y apuesto joven madrileño que,
luego de vivir de aventura en aventura como todo un donjuán, se enamora de una hermosa actriz que suele
ganarse la vida en las calles disfrazada de mimo. El romance habría sido todo un éxito de no ser por un terrible
accidente de tránsito, ocasionado por una celosa amante furtiva, que le desfigura la cara. A partir de
entonces la vida de César será una verdadera calamidad, trágica hasta el punto de volverse loco y terminar
acusado de asesinato. O por lo menos eso es lo que el espectador cree durante buena parte de la película.
La verdad es que las cosas son mucho más complejas y Amenábar está dispuesto a garantizarlo poniendo
zancadillas a cada minuto, arrastrando la realidad hasta límites tan insospechados como ambiguos.
Y es precisamente esta excesiva ambigüedad la que hace tambalear el filme, a no ser que toque abrir
demasiado los ojos para entenderlo a cabalidad en una segunda ocasión y sea necesario reconsiderar su
calificación