Pantalla y conflicto
“The Plot Against America”, o la conjura contra Colombia
¿Qué tiene en común una mini serie estadounidense de David Simon (basada en en libro de Philip Roth) con la realidad del país? La proyección de tendencias nazis ganando espacio, elecciones y gobernando. En algunas series, todo parece tan poco probable, hasta que sucede...
1) Televisión valiente
En un principio, las series de David Simon no ofrecen acción o sorpresa, y esto las hace sosas a los ojos de los impacientes que buscan entretenimiento a la manera grandilocuente de Game of Thrones (que no tiene nada de malo).
Los pacientes, por su lado, los que voluntariamente se quedan hasta el final, son castigados con una experiencia orgánica que se mete por los poros y no se olvida más. Su tipo de televisión envuelve por el retrato elaborado de los humanos con sus contradicciones, motivaciones, obsesiones y dolores y también por su reflejo del engranaje de la corrupción y de las hipocresías de los altos mandatarios y altos oficiales. Simon lo consigue desde la sensibilidad cruda y honesta que le imprime a sus universos. Esta se basa en conectar: no teme hilvanar narrativas en la olla donde se vende, consume y expende droga, en los pasillos de las comisarías de Policía, en las alcaldías o en las salas de redacción.
Simon fue periodista del diario “Baltimore Sun” por más de diez años antes de escribir libros y dar el salto a la televisión. Publicó los libros “Homicide: A Year on the Killing Streets” y, junto al ex policía Ed Burns, “The Corner: A Year in the Life of an Inner-City Neighborhood’. El primer libro fue la base de la serie de la NBC, ‘Homicide: Life on the Street’, en la que Simon fue guionista y productor”. Simon luego adaptó su segundo libro a la pantalla en la mini serie ‘The Corner’ de la HBO, que le ha ofrecido una plataforma estable y resonante desde mediados de los años 2000.
En esa cadena estrenó The Wire, a mi manera de ver la mejor serie en la historia de la televisión. Empieza y no se entiende bien a qué juega, siguiendo a tres expendedores en un sofá de una esquina. Tres capítulos después, la maraña de crimen e investigación en las esquinas duras de Baltimore comienza a hacer parte de la vida misma. Y parece incluir más ángulos que los que una serie se permite abarcar: la pobreza, la avaricia, los intereses, la lucha del policía que sigue un código, del corrupto y del que va en ruta a corromperse, la lucha del adicto, del expendedor y del narcotraficante, la lucha del político, del político corrupto y del que va en ruta a corromperse, así como del periodista que cruza líneas morales para ganar protagonismo y el colega que lo detecta. Arcos grandes sobre la legalización y la tolerancia de las drogas, sobre el sistema educativo, sobre las pujas laborales, también la hicieron enorme. En el papel, no suena a televisión emocionante. Por eso es tan brillante, porque llega a importar mucho a un nivel que trasciende la pantalla, porque hace pensar sobre la sociedad en la que vivimos.
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Televisión y fútbol se transmiten por la misma pantalla, pero las obras de Simon son antípodas culturales del pan y del circo asociados, digamos, a una Copa deportiva en tiempos de Paro Nacional y represión por parte de las “fuerzas del orden” (y yo amo el fútbol).
En sus series y mini series, Simon (con colaboradores como Burns, Eric Overmyer y George Pelecanos) ha abordado el crimen en las calles de Baltimore (The Wire), la Nueva York de los setentas en la que el porno supo florecer (The Deuce), la Nueva Orleans que dejó el paso un huracán que no mató la música o la sazón (Treme), una crisis social en Yonkers en la que programas de integración social dejaron en claro los muros del racismo (Show me a Hero). También adaptó el libro “Generation Kill”, sobre los soldados estadounidenses en Bagdad en 2003...
Pero esta nota pretende enfocarse en una mini serie que estrenó en 2020, antes de las elecciones que enfrentaron a Joe Biden y a Donald Trump, antes del asalto al Capitolio en Washington por parte de turbas azuzadas por el presidente/candidato en ejercicio.
2) Una advertencia, ¿tardía?
“The Plot Against America” se emitió en 2020, en épocas en las que el incendiario de derecha oportunista (Donald Trump) buscaba su reelección como Presidente de Estados Unidos. Muchos años antes de su realización, Philip Roth le dio el visto bueno a Simon para una adaptación de la obra. El venerado escritor murió en 2018, y claramente no pensaba en Trump cuando escribió su novela y la publicó en 2006, pero Simon consideró urgente contar llevar su historia a la pantalla. ¿Por que? Se normalizaba desde la Casa Blanca un discurso racista plagado de estigmatizaciones que solo podía conducir al desastre. ¿Suena familiar?
En un principio, clásico de Simon, en “The Plot Against America” no hay gran acción. Seguimos como espectadores a una familia judía en Nueva Jersey en los años cuarenta. Pero no son los años cuarenta como los conocemos. En estos, Charles Lindbergh, el famosos aviador con simpatías abiertas por el partido nazi, le compite la presidencia a Franklin Delano Roosevelt.
En el proceso de esa campaña, vemos un oscurecimiento de la realidad de esta familia judía (los Levin), de padre, madre, dos hijos, y un allegado de la familia. También seguimos a la hermana de esta madre (protagonizada por Winona Ryder) y de su novio rabino (John Turturro) que sirven de idiotas útiles a los nazis estadounidenses mientras el racismo se propaga, callado pero lento, y se empieza a sentir en las calles la tensión, la segregación. Todo toma un ritmo más acelerado cuando Lindbergh gana la elección y suben al poder en Estados Unidos simpatizantes nazis.
Y de un momento a otro, como en sus mejores series, de esa tranquilidad inicial pasamos al frenesí de ya estar en la tormenta. En un abrir y cerrar de ojos, da la impresión, ya llegaron los tiranos y ya se están haciendo sentir en las calles, abusando de sus poderes, librando combates ideológicos falsos, y purgando a voluntad.
El personaje de Bess Levin, la madre de esta familia, interpretado por Zoe Kazan, transmite ese sentimiento desgarrador que va de la calma, a la tensión callada, a la explosión que genera no poder respirar por que los fascistas se tomaron el poder. A su manera, Bess es la Colombia que aspiraba a mejorar, que trató de ignorar lo que parecía evidente, y que luego no pudo más de manifestarse cuando la realidad la cacheteó en la cara y puso en peligro su vida, su casa, su marido, sus hijos.
Hoy, en Colombia, la miniserie resuena. Resuena porque algunos líderes citan a ideólogos abiertamente seguidores del partido nazi y legitimadores de dictaduras del cono sur. Resuena porque frente a un clamor popular, hay represión, agresión y asesinato por parte de quienes ostentan el poder y solo reconocen su mirada y su manera brutal. Así, la conjura contra Colombia se despliega.