STREAMING
‘The White Lotus’: el infierno que los privilegiados viven en el paraíso es, otra vez, televisión irresistible
Luego de ganar diez premios Emmy, esta comedia dramática estrena una excelente segunda temporada filmada en la paradisiaca costa de Sicilia. Hablamos con Mike White, su creador, sobre aprovechar las vacaciones de los acaudalados para desnudar sus inseguridades.
Paisajes increíbles, un hotel de ensueño, ¿qué puede salir mal? Basta con preguntarles a los empleados del hotel para saber lo mucho que puede irse al carajo en medio del tiempo de descanso de sus clientes.
Bajo esta premisa, que suma el misterio de una muerte que se va revelando poco a poco, HBO estrenó The White Lotus el año pasado. La serie tomó al mundo por sorpresa desde su cruda y entretenida disección del privilegio y su mirada a los dos lados de las vacaciones en un lugar increíble con playa y lujo.
En su primera temporada, esta sátira adulta sobre identidad, clase y reflexiones sociales salidas de Twitter, expuestas en su ligereza, siguió en Hawái a varios huéspedes ultrarricos, tan consentidos y malcriados como niños chiquitos (quién no lo ha sido, un poco, en un hotel alguna vez en su vida). Pero también relató lo que vivían los empleados que los atendían en ese loto blanco, ese resort de lujo. Su misión, que no sorprende en revelarse una pesadilla, es sortear y sufrir cada capricho de los huéspedes con una sonrisa pintada en el rostro. Hasta que la situación se sale de control, porque todo tiene sus límites. Y, se sabe bien, también hay contadas ocasiones en las que el cliente sí tiene la razón.
El público y la crítica estuvieron del lado de esta producción irresistible desde su afilado comentario social. Para la muestra, los diez premios Emmy que recibió y las discusiones que encendió sobre el privilegio y las maneras en las que se manifiesta. La renovación para una segunda temporada, que llegó a las pantallas este domingo, convirtió a The White Lotus en una serie antológica, es decir que replica un marco general, pero con otros personajes y situaciones. ¿Habrá tercera entrega? Por el momento algo es seguro, las dos temporadas de esta vacación del infierno (en el paraíso) han sido excelentes.
Su creador, Mike White, nacido en 1970 en Pasadena, California, recibió los tres galardones, correspondientes a mejor dirección, mejor escritura y mejor serie limitada o antológica. No temió agradecerles a sus padres por creer en él y por dejarlo ser, sin traicionar sus colores. Sobre esos orígenes, White asegura: “Soy el hijo de un ministro y crecí en una comunidad religiosa. Y siempre he sido un escéptico, sin importar la creencia. Inherentemente, para bien o para mal, soy alguien a quien le gusta provocar al oso pinchándolo”.
“Soy el hijo de un ministro y crecí en una comunidad religiosa. Y siempre he sido un escéptico, sin importar la creencia. Inherentemente, para bien o para mal, soy alguien a quien le gusta provocar al oso pinchándolo”.
Por eso no oculta su temor por hacer varias temporadas de un mismo programa, es decir, hacer lo que está haciendo: “No me gusta sentir que esto es un trabajo”, le dice a esta revista, “porque ahí parece que tu esfuerzo se va en mantener algo vivo… y a mí lo que me gusta es estallar cosas”. Y de eso no deja dudas, a juzgar por la manera en la que refleja a los más acaudalados y privilegiados, esos que aprueban que se hagan este tipo de programas.
La primera entrega se enfocó en la hermosa isla del Pacífico, y entre muchas dinámicas de clase entre empleados y clientes también se tocaron los choques culturales entre los estadounidenses y los lugareños. Esta segunda temporada, que recién se estrenó en HBO y HBO Max, es narrada desde San Domenico, en Taormina, Sicilia. En medio de aguas cristalinas y desayunos de bufet, aflora la tensión entre norteamericanos y europeos, y entre sicilianos y el resto de italianos, así como muchas dinámicas de poder, de relaciones afectivas, sexuales, y choques generacionales, patriarcales. Ese es el pan y la mantequilla de esta producción en estos nuevos episodios.
“Odio el sentimiento de perseguirme la cola”, dice White, “por eso cambié mi escritura para que se sintiera más natural”. Y esto les sirve a los nuevos invitados a su hotel. El White Lotus Sicilia recibe en esta ocasión a los Di Grasso: nieto, padre y abuelo, que buscan en sus vacaciones trazar la ruta de sus antepasados. También acoge a dos parejas: una que se conoce demasiado bien para saber que se es infiel y otra que jamás consideraría la infidelidad, pero que se verá obligada a confrontarla, así sea desde la presunción. Una pareja invita a la otra por un interés disfrazado de amistad.
Del reparto original solo repite Tanya, interpretada por Jennifer Coolidge, ganadora también de un Emmy por su rol de millonaria estrafalaria y desolada en búsqueda de amor, que hace y deshace con la gente que la ayuda, pues “es” el centro del universo. De ese mundo forma parte su joven asistente, a la cual lleva a Sicilia solo para tener a quién llorarle y arruinar el escenario que la rodea.
No menos importantes y destacables son la gerente del hotel, Valentina, una romana que en el fondo sobrelleva todos los voltajes que se entrecruzan por cuenta de los huéspedes, así como las jóvenes prostitutas Lucía y Mia, quienes desatan todo tipo de situaciones silenciosamente conflictivas entre los huéspedes, sus familias y sus esposas.
El reparto vuelve a desempañar un rol esencial, y en esta producción predominan intérpretes de nicho que estallan: Aubrey Plaza ofrece en Harper Spiller a una memorable “mujer incómoda” del paseo, y Sabrina Impacciatore es maravillosa en su Valentina, irónicamente franca al expresarse.
En lo que respecta a los hombres, Michael Imperioli (por siempre Chris Moltisanti en The Sopranos) entrega en Dominic Di Grasso a un exitoso ejecutivo de Hollywood adicto al sexo que trata de recomponer sus maneras ante la cercanía de su hijo santurrón y sobreeducado y, por otro lado, de jóvenes tentaciones. Su padre es interpretado por F. Murray Abraham, memorable por su Salieri de Amadeus, que se destaca como un viejo libidinoso pero franco en su manera jovial de no excusarse por el pasado que vivió y que extiende como puede. El viejo es excepcional.
Para la línea argumental de los Di Grasso, White se inspiró en su propia experiencia. Antes de que su padre enfermara, los dos viajaron a Suecia para visitar el lugar donde nació su abuela, y la experiencia resultó reveladora. “Apenas comenzó a hablar de sexo, me sentí de 14 años otra vez. Pensé, Dios mío, aquí está mi padre, un tipo bueno y recto que no puede escapar a su ser animal. ¿Qué hacemos con nuestro deseo? ¿Qué es ser un buen hombre? ¿Qué es la selección sexual?”. En esta temporada White exploró esos temas a través del prisma de la heterosexualidad masculina. “Me pareció interesante tener a tres generaciones de hombres viajando juntos, y mientras que los más adultos enfrentan la realidad de que sus apetitos sexuales básicamente arruinaron sus legados familiares, el nieto casi grita ‘no tengo apetito sexual’”.
Me pareció interesante tener a tres generaciones de hombres viajando juntos, y mientras que los más adultos enfrentan la realidad de que sus apetitos sexuales básicamente arruinaron sus legados familiares, el nieto casi grita ‘no tengo apetito sexual’
En un punto, cuando discuten el valor de El padrino como película, que los más viejos aman y el joven deconstruye desde su visión moderna de Stanford, el nieto les dice: “Están nostálgicos por los días sólidos del patriarcado”. Ese choque entre los machos del ayer y el joven de esta era sensible deja en el aire la pregunta sobre si la testosterona viene primero o la construcción social. No hay respuesta concluyente, solo la pregunta.
Así son las conversaciones que plantea The White Lotus. Y las hay sobre los juegos entre las parejas, la honestidad selectiva entre esposo y esposa, y las maneras en las que se sobrellevan los lados más oscuros de sus personalidades. Suceden en italiano, siciliano y, sobre todo, en inglés, y se alimentaron en ciertas leyendas locales. Así, como lo hizo el año pasado, Mike White triunfa en hacer de temas como el adulterio y el pánico sexual un vehículo para divertir, incomodar y cuestionar viejos patrones en tiempos modernos.