Cultura

Trabajar pocas horas: ¿el secreto del éxito de Gabo, Darwin y otros genios?

Un consultor y estratega de la Universidad de Stanford analizó las rutinas de trabajo de varias personalidades y llegó a la conclusión de que trabajar menos horas puede dar mejores resultados.

7 de febrero de 2021
García Márquez descubrió, luego de varios años, la rutina que lo hacía más productivo. | Foto: Archivo Semana

En el último año, millones de personas convirtieron la casa en su oficina. Esto supuso muchos cambios en la manera de trabajar. Algunos, como los escritores, ya estaban habituados a hacer de su hogar su lugar trabajo.

Alex Soojung-Kim Pang, quien creó la empresa Strategy and Rest, colabora diseñando las jornadas laborares de varias organizaciones. Doctorado en historia y sociología de la ciencia, así como profesor de la Universidad de Stanford, Pang es autor de cuatro libros, entre ellos Descansa, produce más trabajando menos, en el que analiza las rutinas de algunos de los escritores y científicos célebres para llegar a la conclusión de que la mayoría de ellos trabajaba pocas horas, pero tenía rutinas estrictas.

Uno de los escritores que estudia Pang es el nobel de literatura colombiano Gabriel García Márquez. “Algunos autores —explica Pang— descubren por las malas las virtudes de las mañanas concentradas. Cuando comenzó a escribir ficción, Gabriel García Márquez intentó escribir todo el día, pero pronto descubrió que “lo que hacía por la tarde tenía que volver a hacerlo a la mañana siguiente. Centrarse en su escritura por las mañanas lo ayudó a completar su obra maestra, Cien años de soledad”.

Gabo descubrió que le iba mejor si escribía cinco horas al día, sin excepción. Las rutinas del novelista colombiano son muy similares a las que seguía Ernest Hemingway, que trabajaba de 6:00 de la mañana hasta cerca del mediodía; William Somerset Maugham, quien escribía cuatro horas hasta la una de la tarde, y Edna Edna O’Brien, que trabajaba por la mañana, “paraba alrededor de la una o dos y pasaba el resto de la tarde atendiendo cosas mundanas”.

Charles Dickens, que escribió varias novelas por entregas, escribía siempre a la misma hora. | Foto: BBC

Incluso los escritores más prolíficos, como Charles Dickens, autor de varias novelas que superan las 500 páginas, como Casa desolada o Nuestro amigo común, evitaban las largas jornadas. Según Pang, Dickens se encerraba en su estudio desde las nueve hasta las dos, con un descanso para almorzar. La mayoría de sus novelas se publicaron por entregas en revistas (...) Rara vez iba más de un capítulo o dos por delante de los ilustradores y el impresor”. Después de cinco horas, terminaba su jornada.

Pang también examina las rutinas de algunos científicos, entre ellos a Darwin. El autor de El origen de las especies empezaba su jornada a las 8:00 de la mañana. Trabajaba una hora y media, y luego leía la correspondencia y escribía cartas. A las 10:00 de la mañana retomaba el trabajo: visitaba el aviario o el invernadero de su casa. Antes del mediodía solía afirmar: “He hecho un buen día de trabajo”.

El autor del libro afirma que al examinar las rutinas de trabajo de varios genios se advierte que “organizan sus vidas en torno a su trabajo, pero no a sus días”. Las jornadas de trabajo son cortas: “Solo pasaban unas pocas horas al día haciendo lo que reconoceríamos como su trabajo más importante. El resto del tiempo, caminaban por las montañas, tomaban siestas, salían a caminar con amigos o simplemente se sentaban y pensaban. Su creatividad y productividad, en otras palabras, no fueron el resultado de interminables horas de trabajo”.

En una entrevista a The Guardian, Pang explicó que “pensamos en el descanso como un espacio negativo definido por la ausencia de trabajo, pero en realidad es mucho más que eso. El descubrimiento contrario a la intuición es que muchos de los tipos de descanso más reconstituyentes son, en realidad, activos. Cosas como el ejercicio, las caminatas o los pasatiempos serios y atractivos hacen más por ti que estar sentado en el sofá viendo televisión en exceso”.

Charles Darwin y otros célebres genios, como Beethoven, hacían largas caminatas diarias. | Foto: GETTY

En el libro se explica que la idea de trabajo y descanso como opuestos es una construcción relativamente reciente. “Antes del siglo XVIII, los límites entre el trabajo y el descanso no eran tan claros”, dice su autor, que invita a concebir el trabajo de otra manera. El descanso se convirtió en algo vergonzante y el trabajo duro, en una cualidad sobrevalorada.

Una de sus conclusiones es que: “Cuando tratamos a los adictos al trabajo como héroes expresamos la creencia de que el trabajo, más que la contemplación, es la fuente de grandes ideas y que el éxito de las personas y las empresas es una medida de sus largas jornadas. Damos por sentado que las grandes empresas son creadas por fundadores decididos y obsesionados con el trabajo que inspiran a otros a perseguir el próximo avance y mantenerse por delante de la competencia”.

En la citada entrevista a The Guardian, Pang concluyó: “Las personas que tienen una larga vida creativa, que hacen un gran trabajo durante décadas, no se inspiran y comienzan a trabajar. Empiezan a trabajar y se inspiran. Y hacen esto todos los días. Esa fue una verdadera revelación”.