SÉPTIMO ARTE

Un momento de película para el cine colombiano

El premio Cámara de Oro otorgado al director César Acevedo es el más importante jamás recibido por un colombiano. Este es el halagador panorama.

30 de mayo de 2015
‘La tierra y la sombra’ se estrenará en Colombia el próximo 23 de julio. Antes de que César Acevedo, su director, ganara en Cannes, se había planeado programarla para 2016.

César Acevedo sabía que su película había conmovido al público que asistió a las salas de Cannes: algunos lloraron, otros aplaudieron y unos más se acercaron para felicitarlo. No faltaron los que querían preguntarle por detalles de la historia que contaba en La tierra y la sombra, su película, “¿es cierto que todo eso ocurre en Colombia?”. El caleño de 28 años también lloró. Semejante interés ya era para él más que un premio.

Pocos días después, el domingo 24 de mayo, llegó no solo el momento más importante de su vida, también del cine colombiano cuando se anunció que era el ganador de la Cámara de Oro en el Festival de Cannes, que premia a la mejor ópera prima (primer largometraje de un realizador) del certamen más importante del séptimo arte.

Si él no esperaba este logro histórico, mucho menos la mayoría de los colombianos. Razones no faltaban. El cine nacional, a pesar de contar en su historia con importantes películas, ha sido durante muchos años subestimado y objeto de burlas. No era extraño oír decir que “era un acto de fe o que solo había que verlo por puro patriotismo”.

Hasta hace unos 15 años se hacían dos o tres películas anuales, el apoyo económico era escaso, la formación profesional limitada y las participaciones en los festivales internacionales eran esporádicas y celebradas. Pero ahora el cine nacional pasa por su mejor momento: se producen más películas que nunca, existe mayor apoyo estatal, hay nuevas ideas, ángulos originales en las historias, mayor profesionalismo, facilidades para la producción y grandes reconocimientos a nivel internacional.

Esto no se dio de la noche a la mañana. El punto de quiebre fue la creación del Ministerio de Cultura, en 1997, y un año después de Proimágenes Colombia, una entidad para promover y coordinar la producción de cine. Faltaba lo más importante: la adopción de la Ley del cine, la 814 de 2003, con la que se creó el Fondo para el Desarrollo Cinematográfico, FDC, que recauda un porcentaje de los ingresos del cine para reinvertirlos en el sector. Esta ley también nació para promover una producción nacional que hasta entonces no había encontrado un respaldo estatal firme, pues la Compañía de Fomento Cinematográfico, Focine, una iniciativa que nació en 1978 y murió en 1993, funcionó con más pena que gloria.

Así se sumó un presupuesto que antes no existía. Las cifras lo dicen todo: el FDC invirtió en 12 años casi 88.000 millones de pesos en estímulos para la producción y promoción de los diferentes géneros y formatos cinematográficos. Y el sector privado aportó en los últimos cuatro años 102.000 millones originados en los beneficios tributarios que reciben las empresas que inviertan en el cine.

Y se consolidó aún más cuando la Ley 1556 de 2012 creó el Fondo Fílmico Colombia, FFC, que busca que las productoras que inviertan en el país más de 500.000 dólares reciban una contraprestación de hasta el 40 % de su inversión en gastos cinematográficos y del 20 % en gastos logísticos.

Hacer cine no se volvió descabellado. Estas medidas hicieron que los realizadores no dependieran exclusivamente de las taquillas para que sus proyectos fueran rentables o, en el peor de los casos, para no perder plata. Si algo han aprendido quienes hacen cine en el país es a buscar apoyos no solo en Colombia sino en el extranjero, al acceder a fondos internacionales, al participar en festivales en el exterior (algunos entregan dinero) y al hacer coproducciones con otros países. A esto se agrega que los premios recibidos últimamente permiten que los distribuidores y agentes de venta extranjeros se interesen más por el cine colombiano.

Y aunque aún el país está muy lejos de grandes potencias mundiales como Estados Unidos, India y Francia, o incluso regionales como Argentina, México y Brasil, en los últimos años la producción no para de crecer: hasta 2002 se habían hecho casi 250 películas en el país, pero en casi 12 años, desde la ley del cine, se han estrenado 160. Para 2014 se llegó al récord de 28 estrenos y para este año hay 64 títulos que piden pista. Ni el más optimista se imaginaba tales números.

Este aumento en la producción consolidó un proceso de aprendizaje. El hecho de hacer más películas aumentó la práctica; el oficio y el cine nacional empezaron a tomar forma e identidad. “Se pasó de un nivel artesanal a uno más profesional en todos los campos”, dice Diego Ramírez Schrempp, productor en Dynamo Producciones. Una opinión con la que coincide el director Ciro Guerra, quien con El abrazo de la serpiente también obtuvo en Cannes el reconocimiento en la sección Quincena de Realizadores. Él resalta que ahora hay una generación formada exclusivamente para la producción cinematográfica, que aprovecha al máximo las nuevas tecnologías y se beneficia del apoyo estatal. Otros insisten en que no se olvide la base, la escuela, es decir, los cortometrajes: si estos no existen, todo se puede ir a pique.

En Colombia cada vez hay más profesionales del cine: se calcula que en 2014 se graduaron casi 250 personas en universidades y escuelas de cine nacionales y en el extranjero. Hace 15 años la cifra no pasaba de 50. Y también hace una década había alrededor de cinco escuelas de cine en Bogotá, hoy son casi 80. Aquellos eran tiempos en los que estudiar afuera era más difícil, pero han servido las becas que entregó el Fondo para el Desarrollo entregó en los últimos años.

A una industria que poco a poco crece se le juntó una generación de jóvenes talentos con nuevas ideas y con muchas historias para contar. Por ejemplo, La tierra y la sombra, el filme laureado en Cannes que se estrenará en Colombia el 23 de julio, es una historia de campesinos y desplazamiento. Su director, César Acevedo, resalta que ahora se hacen películas que hablan de identidad, que reflexionan sobre el conflicto y la realidad nacional, pero al mismo tiempo desarrollan temas universales como las relaciones de familia y las desigualdades sociales. “Así –explica Acevedo-, se hace una historia local que al mismo tiempo tiene alcance universal, con capacidad de conmover a un público extranjero, como sucedió en Francia”.

Del humor fácil, de los problemas técnicos que en ocasiones arrancaban carcajadas, o de la pornomiseria o la violencia gratuita en muchas de ellas se dio un salto. Simón Mesa, ganador el año pasado de la Palma de Oro en Cannes por mejor cortometraje por Leidi, resalta que las nuevas tecnologías y el nivel de formación que alcanzan algunos realizadores posibilitan nuevos lenguajes narrativos e historias más humanas y profundas. Ciro Guerra también celebra que el país a través del cine se descubra a sí mismo: “Ahora hay nuevas historias de la Colombia que no se suele ver, de las regiones, de los indígenas, de los campesinos”.

Pero no todo es para lanzar campanas al vuelo. Felipe Aljure, director de La gente de la universal y de Tres escapularios, también cree que el cine nacional vive uno de sus mejores momentos pero siente, como algunos, que falta algo importante: que en Colombia la gente vea las películas nacionales.

Un señalamiento generalizado de productores y realizadores es que en el país se hace muy poco para que las producciones colombianas cuenten con una mejor distribución y exhibición. Su clamor es que estas deberían ser mejor tratadas por los distribuidores, darles más tiempo en más salas y tener mejores horarios para que, además del reconocimiento internacional, el público descubra que en Colombia se está haciendo todo tipo de cine y que este cada vez tiene más calidad.

Al respecto Munir Falah, presidente de la distribuidora y exhibidora Cine Colombia, asegura que allá hacen todo lo posible para que el cine nacional figure y tenga éxito en taquilla, pues a ellos les conviene más que nadie que a la producción nacional le vaya bien. Y cree que ahora es importante pensar en películas que combinen los reconocimientos internacionales con la potencia comercial.

Pero formar al público no se logra de la noche a la mañana: “La gente aún siente lejano el cine que reflexiona sobre temas dramáticos”, dice el crítico de cine Juan Carlos González. Los números le dan la razón: el colombiano se identifica con comedias como las que hace Dago García, que casi siempre son un éxito en taquilla.

Todavía queda mucho por hacer, como adaptarse a las nuevas plataformas que ofrece el mundo web. Hoy existe optimismo con respecto al cine nacional y se siente que los recientes premios son fruto de un proceso largo al que es necesario darle continuidad. Lo más importante por ahora es que Colombia, en cuanto a cine, no se duerma en los laureles.

Llegan los premios

Poco a poco las películas colombianas comenzaron a ganar premios en distintos festivales internacionales de cine. Algunos de los más destacados:

  • 1972 Chircales, de Marta Rodríguez y Jorge Silva, gana el premio del festival DOK de Leipzig, Alemania. Un año después este documental se lleva un reconocimiento en el festival de Tampere, Finlandia.
  • 1993 La estrategia del caracol, de Sergio Cabrera, galardonada en el festival internacional de Biarritz.
  • 2004 Catalina Sandino gana el Oso de Plata a la mejor actriz en el Festival Internacional de Cine de Berlín por su papel en María llena eres de gracia.
  • 2014 Los hongos, de Óscar Ruiz Navia, obtiene el galardón especial del jurado en el festival de Locarno.
  • Leidi, de Simón Mesa, alza la Palma de Oro al mejor cortometraje en el festival de Cannes.
  • 2015 La tierra y la sombra, de César Acevedo, gana la Cámara de Oro a la mejor ópera prima en el Festival de Cannes. Además, se llevó el galardón de la sociedad de autores, el premio revelación y el del público.
  • Ciro Guerra es reconocido en el Art Cinema Award a la mejor película de la Quincena de Realizadores con El abrazo de la serpiente.


Caliwood


El premio que recibió en Cannes el director colombiano César Acevedo, por su ópera prima ‘La tierra y la sombra’, demuestra la creciente influencia del cine caleño en la cinematografía del país.

La mayoría de las veces que el cine colombiano transita por la alfombra roja de los festivales internacionales, de alguna manera sus películas están relacionadas con Cali.

Eso sucede porque sus realizadores provienen de esa región del país o porque las temáticas se desarrollan de alguna manera en situaciones o eventos que involucran a personajes del Pacífico colombiano, una zona que en tiempos recientes se convirtió en una fuente inagotable de historias sorprendentes.

Todo eso tiene su origen en una tendencia que ya el país conoce como Caliwood, nacida en las décadas de los años setenta y ochenta de la mano de tres realizadores considerados los pioneros de ese club artístico: Andrés Caicedo, Carlos Mayolo y Luis Ospina con sus obras Oiga vea y Agarrando pueblo.

Ellos inspiraron una tendencia de cine nacional que ya pasa por su cuarta generación y que hoy le apuesta a contar historias de una manera distinta. Desde entonces, el cine caleño se transformó en una industria que discretamente cuenta con productoras y hasta el museo del Caliwood, abierto en la capital del Valle en 2012.

En el ramillete de realizadores caleños o vallunos se cuentan directores como Óscar Campo, Andi Baiz, Carlos Moreno, Antonio Dorado, Diego Ramírez, Jhonny Hendrix, Jorge Navas, Óscar Ruiz, Marcela Gómez, Diana Montenegro, Harold de Vasten y Juan Carlos Lorza, solo por citar algunos nombres.

Cálculos no oficiales estiman que fruto de esa corriente cinematográfica han surgido más de 500 títulos audiovisuales que van desde películas como Perro come perro, El vuelco del cangrejo, Chocó, El rey, Los niños invisibles, Satanás, Doctor Alemán, La sangre y la lluvia, Calicalabozo, Apaporis, Alguien mató algo y la recientemente culminada El viacrucis, entre otras.

Los que vienen

En los últimos años se ha hecho visible una generación de jóvenes talentos que se han formado para hacer cine. Algunos casos.

Franco Lolli: tiene 32 años y se formó en Europa. En su producción se resaltan los cortometrajes Como todo el mundo (2007) y Rodri (2012) y el filme Gente de bien (2014), con el que ganó un premio en el festival de cine de Gent.

Jorge Forero: este realizador de 34 años dirigió el documental En el fondo del pozo (2004), fue director y guionista de Violencia (2015), productor asociado de Los hongos (2014) y con Burning Blue fue productor de La tierra y la sombra, entre otros proyectos.

Óscar Ruiz Navia: a sus 32 años este caleño dirigió El vuelco del cangrejo (2009) y Los hongos (2014), entre otros cortometrajes. También fue el productor de La sirga (2012).

Gabriel González: este joven de 28 años, que se formó en la Universidad Nacional, se encargó hace dos años de la dirección, producción, guion y montaje de Estrella del sur, que se destacó en el festival de Huelva.

Jhonny Hendrix Hinestroza: tiene 40 años, y después de hacer varios cortometrajes se encargó de dirigir, producir y escribir el guion de Chocó (2012), que participó en el Festival Internacional de Cine de Berlín.